Cuando el Adaja y su afluente el Arevalillo abandonan sus sierras altas, se enfrentan a una ancha y llana meseta con una leve caída hacia el valle del Duero. Para atravesar estas comarcas: La Moraña y Tierra de Pinares, donde las arenas sustituyen a los berrocales, estos ríos han de cavar —o, mejor dicho: cavaron— profundas zanjas por las que discurren pausados si generar apenas valle alguno.

Arévalo desde el cielo
Arévalo  (google earth)

En el lugar donde el Adaja recoge las aguas del Arevalillo —cuando las lleva— talla una fortaleza; un lugar inexpugnable apetecido por los humanos en busca de una de sus necesidades superiores: la protección. Y así, hace casi mil años comenzó la historia conocida de Arévalo, en la Extremadura Castellana con pobladores del norte junto a mudéjares, moriscos y también hebreos.

Vistas de la Moraña

Tras aparcar en la Villa comenzamos nuestra ruta saliendo del promontorio por el bello Puente de los Barros para después seguir el curso seco del Arevalillo entre pinares de negrales. No podemos tomar la imponente ermita de la Lugareja por la izquierda, así tenemos que seguir, o mejor intuir, el curso del arroyo Vinaderos entre besanas de patata y zanahoria en plena cosecha y por caminos que en nada se asemejan a los representados en los mapas.

Durius Aquae: Moraña y la Lugareja
La Moraña, hoy más cielo que tierra.

La Moraña es ancha y profunda y, aunque el día es muy soleado, una cortina de cúmulos en el horizonte nos impide observar las montañas del sur que la delimitan haciéndola más infinita si cabe.

Cruzando campos arenosos de ceñilgos y verrugueras llegamos de nuevo al río Arevalillo que cruzamos por un vado entre pinares, —hoy innecesario—. Tomamos la Cañada Leonesa y cruzamos el estrecho lomo que separa los dos ríos hasta que nos asomamos al Adaja.

El Adaja

El Adaja baja digno de agua, si bien remansada y verdosa. Estamos en septiembre y aún hace calor, tampoco ha llovido en todo el verano ¿Qué más podemos pedir?

Almorzamos en la soleada ladera con la vista en el frondoso y hundido cauce. A nuestro alrededor los negrales son explotados de nuevo, su miera vuelve a tener valor. Más allá, naves y silos, la A-6 y el ferrocarril dan un aire de débil desarrollo al lugar.

Durius Aquae: Pinares de Arévalo
Pinares

Regresamos ceñidos al escarpe hasta las afueras de la ciudad. Estos arrabales no son especialmente atractivos; edificios abandonados, suciedad… hasta que entramos en la villa por la Puerta de los Descalzos

Al fondo la gigantesca estructura de la catalana Harinera Vilafranquina empequeñece los restos de los molinos medievales que por el camino hemos encontrado; arruinados y comidos por la vegetación.

El casco viejo

Pero el que tuvo retuvo, eso dicen. Y eso sucede en Arévalo, fue la capital de la Comunidad de la Villa y Tierra de Arévalo y sus sexmos se diluyeron cuando se crearon las provincias actuales. Ahora se la considera capital de la Moraña en un intento de ajustar comarcas tradicionales a los actuales límites provinciales.

La arquitectura de su casco antiguo delata la población plural que la habitaba allá por el 1200 con maestros de obra procedentes de la morería. Dentro de lo que fue la muralla abundan los laberintos, las plazuelas, arcos, conventos y castillo. Ladrillo macizo y piedra unidas con morteros y argamasas, eso sí: bien colocado, con armonía y equilibrio.

Durius Aquae: Arévalo. Plaza de la Villa
Arévalo. Plaza de la Villa

Al entrar en la plaza de la Villa, tan perfecta y tan vacía nos da la sensación de pasear por un decorado de cartón-piedra en el que solamente las fachadas existen. ¡Qué lástima su fuente de granito, tan seca!

Decidimos ir a visitar la confluencia de los dos ríos saliendo por la calle Triana; unos niños gitanos nos dicen con alboroto que por allí no se va a ninguna parte. A pesar de ello pasamos; queremos cruzar por el Puente de Valladolid, un verdadero monumento condenado al derrumbe.

Más allá, la confluencia es selvática y confusa. Solamente encontramos un chorro indeterminado de agua que vierte sobre un sobrio Adaja entre los puentes de la autovía.

Durius Aquae: El Adaja bajo el viaducto de la A-6
El Adaja bajo el viaducto de la A-6

Regresamos hacia el castillo que tanto impresionó a Unamuno cuando alojaba un cementerio abandonado y después hasta el Puente de Medina; Este sí, bien conservado. Cuando cae la tarde entramos de nuevo en el pueblo animado con paseantes que han venido a disfrutar del cochinillo. El veranillo de San Miguel nos permite tomar un refresco en una terraza y repasar la caminata. No ha estado mal: hemos realizado una agradable ruta de unos 20 km (ver track aproximado en wikiloc).

Alzado de Santa María la Mayor (Dibujo de Luis Cervera 1992)
Alzado de Santa María la Mayor (Dibujo de Luis Cervera 1992)
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