¡Qué placentero resulta ver que nuestros ríos lleven agua abundante y limpia! ¡qué el agua corra!

Sabemos que esto conlleva un cauce sano y lleno de vida. Sin embargo, por encima de los placeres sensoriales, hablamos de una necesidad biológica imprescindible. Lo es para la vida propia del río, para sus riberas y para su fauna y lo es, sin duda,  para la vida humana.

No es necesario que se nos convenza de la necesidad y fuente de riqueza que traen consigo los cultivos de regadío, ésto no se cuestiona. Lógicamente siempre después de un suministro racional a las poblaciones y que se preserven con generosidad los cauces ecológicos. También sabemos de las mejoras constantes que se realizan en las instalaciones de riego tendentes a una mayor eficiencia en la gestión del agua. Así hasta que en algún momento, se consoliden sistemas solares de riego u otros más sostenibles (hemos tenido un buen ejemplo en las entradas del Canal de Tordesillas).

El expolio

Y, aunque estamos convencidos de esa necesidad, tendemos a ponernos nerviosos cuando al acercarnos a cauces lastimeros encontramos en sus riberas potentes motores de gasoil extrayendo la sangre al río como hacen las garrapatas a un perro sucio y abandonado.

Durius Aquae. ¿riegos legales?
¿Es esto legal?¿Es así cómo funcionan muchos riegos?

A simple vista y sin ser expertos casi siempre apreciamos situaciones que parecen anómalas para los tiempos que corren. Por ejemplo: el ruido ensordecedor que delata su presencia y espanta la vida natural; tubos apurando los cauces hasta que los pececillos agonizan alrededor de las cebollas de absorción y, ¡cómo no! descuidados derrames de aceite o de gasoil sobre la misma superficie del terreno que lo empapan y contaminan. Tampoco se suele observar contador alguno. Así, en el caso de que la extracción sea legal, da lo mismo extraer una hora que 24 o que todo el verano  —se trata de una desgraciada tarifa plana—.

Cuando pasas por estos lugares no tienes opción de saber si se trata o no de un riego legal y regulado. Aun así, inmediatamente te das cuenta de la cutrez de la instalación que no tiene mucho sentido excepto para el agricultor que riega. Al consultar los datos que ofrecen las autoridades resulta que la mayor parte de los expedientes sancionadores en temas de aguas, lo son por riegos ilegales. Peor aún; la mayoría de los mismos son reincidencias. Desgraciadamente esto demuestra la incapacidad de la administración por cuidar el agua de todos. Y la buena rentabilidad (individual) que debe de suponer pagar la sanción.

 

Durius Aquae; cadáver del Trabancos
¿El futuro? NO, ¡ésto es ya presente! cadáver del río Trabancos
Me gustaría unir una voz más…

a los que piensan que esta es una importante amenaza para el medio ambiente de nuestra gran región. No es suficiente el hecho de que mejoren los sistemas de riego; es necesario también corregir estas prácticas evitando estas instalaciones abusivas, deficientes y contaminantes. También nos gustaría que ese ahorro de agua que conlleva una gestión moderna y responsable revirtiera en la mejora del caudal de los cauces.

Vamos, o lo que es lo mismo: ¡qué corra el agua, coño!

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2 thoughts on “¡Qué corra el agua, coño!

  1. Muy cierto, yo de dónde tengo más constancia de éstas prácticas es de la zona de campos, en concreto las orillas del Carrión y Uzieza, en mi caso a los agricultores se les propuso un proyecto para soterrar canalizaciones cómo ya se han realizado en otras muchas zonas, y no se dio el paso…. La infraestructura estaba subvencionada pero aun así los agricultores debían de poner una parte. La conciencia social tiene que estar más presente, en ello nos va el futuro.

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