Cuanto mejor vas conociendo la Sierra de Ávila, cuando aprendes a mirarla y a comprenderla es cuando puedes disfrutar de un duro paseo como el que ahora os cuento entre berrocales, arroyos vacíos y colores de mayo.

Por si alguien se anima AQUÍ está el track de Wikiloc (38 km)

No se trataba de hacer muchos kilómetros sino de “trepar” con la bicicleta hasta el Cerro de Gorría, el más alto de esta sierra (1726). Un pequeño reto que ahora recuerdo como una increíble ascensión.

Hacia Gorría entre chaparras y rebollos

Comencé en solitario en los caños de Cillán. Desde allí ya podía observar con algo de preocupación el horizonte de aerogeneradores que me esperaba. Tomé un camino a la izquierda que me obligó a abrir el primer portillo de la tarde en medio de algunas vacas que sesteaban tranquilas.

Durius Aquae: Las Henrenes
Los Herrenes o Las Henrenes, poblado visigodo

Al poco encuentro la pequeña aldea alto-medieval de Las Henrenes. Los restos de un poblado vaciado hace mil años… ¿nos suena?

Ruedo entre caminos que me llevan a la estrecha y vacía carreterilla de Valdecasa. El hermoso encinar se queda atrás y el perfil de Gorría me parece que ha crecido ahora que lo tengo más cerca. Cuando llego a Pasarilla del Rebollar el paisaje cambia las oscuras encinas por los perezosos rebollos que —¡por fin!— nos muestran sus suaves verdes tardíos contrastando con las vibrantes retamas en flor.

La temperatura es deliciosa: apenas hay viento y las nubes cubren con frecuencia el sol protegiéndome de las cinco de la tarde. El campo se encuentra pletórico; piornos, cantueso y santolinas han eclosionado entre las arboledas clareadas que van dando paso a lanchares más pelados.

Durius Aquae: Cerro de Gorría
Cerro de Gorría. Toda una ascensión por delante…

Con este ambiente tan bucólico alcanzo Valdecasa. Aquí acaba la sinuosa carretera y comienza la hora de la verdad. He descontado poco más de doscientos metros de desnivel; ahora me enfrento a un camino desconocido por el que me esperan otros trescientos… y pico.

Y por fin ¡el pico!

El camino al comienzo es bueno y ruedo despacio, con paciencia. La arboleda ha desaparecido y los bolos de granito rompen la monotonía del paraje. Ahora son las chujarras las que aportan sus arrugadas flores blancas al ligero tapizado vegetal. Cuando paso por las últimas majadas el camino se convierte en senda. Poco más adelante se empina y se llena de cantos, es hora de bajar de la bici.

Finalmente la senda desaparece y solamente queda el canchal para trepar, primero empujando la bicicleta y finalmente a cuestas con ella. Tengo que parar varias veces; mientras tiro alguna foto encuentro el aire necesario para seguir subiendo.

Durius Aquae: Cima de Gorría
Peñas y soledades

El Cerro de Gorría consta de varios picachos, en el más alto se halla el vértice Navas y desde allí las vistas sobrecogen: hacia el sur, a contraluz, aparecían negras La Serrota y La Paramera justo al otro lado del Valle de Amblés; y al norte, la plana y dorada Moraña con un fondo desdibujado por la suave calima. De entre los plisados de la falda del cerro aparecen verdores que dan lugar a varios arroyos. Algo más abajo en Horcajuelo todos ellos formarán el río Arevalillo que se encontrará con el Adaja en Arévalo.

Me cuesta iniciar la bajada después de tanto esfuerzo. Los aerogeneradores giran rítmicamente, resulta agradable sentir la sombra de sus palas correr sobre las rocas del suelo acompasadas de un zumbido grave. Es curioso como los seres campestres nos hemos tenido que acostumbrar a su presencia y estética.

Y el descenso hacia Narrillos del Rebollar

Me canso de elucubrar y hay que emprender el regreso. Tomo el camino creado para los “molinillos” hasta que llego a uno de sus accesos en el que… ¡rayos! Una vaca negra justo en el medio me impide el paso. La intento asustar para que se largue; lo intenta pero la pobre… no puede salir del camino. Tras algunas dudas me armo de valor y nos cruzamos a un metro sin mirarnos. Siento que ella trota pero para apartarse y yo.., yo por si acaso doy una increíble potencia al pedal. Y pensar que de niño quería ser “el Viti”.

Durius Aquae: La vaquilla
¿Y ahora qué…?

Pasado el apuro encuentro una senda que desciende. Algunas cuestas las tengo que hacer a pié, pero merece la pena. De nuevo van apareciendo los rebollares y ya cruzo algunos charcos. Más abajo en alguna pequeña nava encuentro incluso personas. Así que charlo un ratillo con Francisco y Emilio, los dos jubilados. Uno tiene su huerto en el que acaba de plantar tomates, el otro cuida unas cuantas ovejas; para entretenerse me dicen.

Durius Aquae: Narrillos del Rebollar
Curioso descenso

Siendo jubilados son de los jóvenes del pueblo, ya no irán a ningún sitio pero también están seguros que nadie vendrá a este lugar. Han recibido la visita de algunos políticos y ríen…

– La semana que viene no volverán a acordarse de nosotros hasta otra temporada, eso si queda alguien.

– Pero bueno, al menos que haya paz. Con eso ya nos arreglamos.

Ese sí que es un buen deseo, —pienso—. ¡ojalá que se cumpla!

Me viene a la memoria aquella novelilla de Delibes. Han pasado cuarenta años y los políticos siguen sin nada que ofrecer a los cada vez más escasos «señores Cayo» que aún son la esencia de nuestros campos y pueblos.

Y en paz les dejo mientras llego al acogedor Narrillos del Rebollar. También aquí acaba una carretera por la que al atardecer algunas mujeres —las últimas— pasean también en paz.

Durius Aquae: Narrillos del Rebollar
El paseo de la tarde
Continúa en la próxima entrada …/…
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