El Alto del León

La cantidad de veces que habremos pasado por el Alto del León y a lo sumo hemos parado a tomar un café.

En esta ocasión, sin prisa y con tiempo espléndido, decidimos recorrer una pequeña parte de la divisoria de la sierra de Guadarrama desde el puerto hasta el cercano Cerro de Matalafuente.

Es una senda sin perdida posible, bien marcada. Entre pinares te asomas a la cuenca del Tajo, al sur y hacia la de nuestro Duero, al sombrío norte. Caminamos por la raya, por la frontera de nuestro querido y apacible río con su buen vecino, el Tajo.

Pinos y peñascos se alternan, la luz atraviesa los primeros y rebota en los bolos de granito generando una luminosidad sugerente y misteriosa que aprovechan bien crocus y mariposas en su efímera vida. Las aguas dudan, han de tomar una decisión: ¿Tajo o Duero?; serán las entrañas de la sierra quienes tomen tal decisión por ellas.

Ahora estas aguas dudan pero hace ochenta años era la sangre de los hombres la que alternativamente escurría hacia un lado u otro de las laderas. Entre restos de trincheras y casamatas es imposible no recordarlo. La huella que dejaron en sus intentos de protegerse y asegurar sus posiciones parece que no habrá memoria que la borre.

Durius Aquae, fortificaciones en Matalafuente
Fortificaciones en Matalafuente (fotografía de Almu)

Cómo no recordar a aquellos soldados reclutados forzosamente que murieron los primeros días de aquella guerra.

La lagartija

Descansamos brevemente en la Peña del Arcipreste, parece un lugar idílico (si no, que se lo pregunten Juan Ruiz), sus collados son a la vez cordeles para el ganado. Puertecillos en estado original.

Una ligaterna, que por primera vez tomaba el sol este año, nos quiso contar esta historia:

A vuestra derecha el Cerro de Matalafuente y a la Izquierda La Sevillana. Habían pasado solo unos días desde el levantamiento y ya habían tomado posiciones ambos bandos. Reposaban exhaustos y confusos tras lo primeros y duros combates.

Victorino, soldado de reemplazo en un regimiento de Valladolid era hijo de jornaleros de un pueblo del sur de Madrid. Trabajador infatigable le jodía que el hijo de su amo no hubiera ido al servicio militar pagando no sabía cuanto. Ahora era el enlace de la posición de «La Sevillana». No tenía más que una ligera idea de lo que sucedía y se esforzaba por llevar, a la carrera a veces y agazapado otras, sobres cerrados entre puestos de mando que le costaba encontrar.

Amalio era otro soldado de su misma quinta. Este estaba más confuso aún haciendo un trabajo parecido desde el Cerro de Matalafuente dónde se estableció una fuerza republicana. Era Leonés; servía en un regimiento de Madrid que fue disuelto quedándose sin oficiales. Cuando se disponía a regresar a León los reunieron de nuevo bajo el mando de unos jefes improvisados, de ideas imposibles, que los llevaron hasta el puerto. A él no le pareció mal, se acercaba a su tierra y en cuanto fuera posible escaparía.

Pero ahora no era el momento. Ambos habían visto como los que estaban al mando parecían haberse vuelto locos. Disparaban, delante del resto de tropas, a cuantos osaban abandonar sus puestos.

Eran jóvenes,

21 años, tenían miedo y querían vivir más. Ambos optaron por aguantar… ver que pasaría. Esperar.

Antes del amanecer de su segundo día en la sierra, Victorino recibió la orden de llevar un sobre a un puesto de mando retrasado con las novedades acaecidas durante la noche en La Sevillana. A Amalio le envió su jefe desde Matalafuente a ver si encontraba a algún otro jefe de los que recibir alguna instrucción y mucho más importante; algún alimento. Desde hacía dos días apenas comían.

Aquel amanecer de julio, freso y brumoso en la sierra, hizo que ambos cayeran por error y se encontraran de frente en el paso de Tablada. Se miraron sorprendidos sin saber que hacer: ¡Alto!, ¿nombre? ¿unidad? ¿santo y seña?. Su aspecto parecido; sus trazas y desaliños, misma lengua, misma bandera…

Algo sucedió, quizás el incesante paqueo, el miedo. En algún momento llegó el escalofrío, el pánico se apoderó de ellos y lucharon para no morir. Sus mosquetones no tuvieron oportunidad; fueron piedras y machetes, golpes y mordiscos, los que dejaron sus jóvenes cuerpos yacentes, juntos y moribundos en el berrocal entre jaras.

Aún tuvieron el tiempo de compartir inmóviles un último cigarrillo mientras sus sangres los iban abandonando, ya no sentían hambre. Ya apenas sentían nada.

Solamente algún balbuceo entre caladas…

— Podríamos haber cambiado de bando, nadie lo hubiera notado.

— Ya. 

— Dios mío, mi novia.

— ¿Tienes novia?¿la tocas?

— La cosecha… se perderá.

— Oh! Dios, sí. Sus pechos, suaves y tersos, solamente eso. Y ya no habrá más…

— Si, la cosecha… y el ganado. … y… te dejo tocarle las tetas…suaves… -Sí, … muy cálidas…

Yo no estuve con moza aún...

— Basta, déjalo, yo ya me muero. «Estoy muriendo». No, si .. y yo…. ya… también… ¡cálidas!.

 

El cigarrillo cayó al suelo y el musgo húmedo lo apagó. En el fondo seguía incesante el paqueo… y voces y sufrimiento.

Adiós.
Durius Aquae: crocus, mariposa y lagartija
La pelea y el testigo

 

La pequeña lagartija nos siguió contando como luego todo fue a peor por el canchal. Sin enlaces las órdenes fueron más confusas aún, hubo duras escaramuzas en ese collado aquella jornada y una gran bronca más tarde entre los oficiales de las dos posiciones por intentar recoger cada uno sus cadáveres.

Todo esto daba ya igual. Amalio y Vitorino ya eran solamente una noticia que viajaba hacia sus pueblos.  Allí fueron enterrados y allí sus cuerpos alimentaron a los viejos pinos que nos rodean en cuyos troncos seguirá lo que de ellos quede.

Sí, adiós

Y nosotros, afortunados, nos fuimos. Dejamos arriba fortificaciones y trincheras, también los crocus y a las mariposas y nos refugiamos en el cálido interior de nuestro coche siguiendo camino.

Durius Aquae, el león, ¡con dos bolas del mundo!
El Alto del  León, ¡ un león con dos bolas del mundo!
(Visited 205 times, 1 visits today)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies
A %d blogueros les gusta esto: