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El Canal de Macías Picavea

Cuando dejo atrás Medina de Rioseco el Sequillo se ve obligado a tomar dirección oeste, hacia Zamora. Los alcores de los Torozos marcan bien su valle por el sur impidiéndole el paso. Como decíamos en la entrada anterior se desliza con brío por las aguas que le cede el canal, pero además… ahora no marcha solo.

Durius Aquae: tierras de Villabrágima
Las tierras descansan en Villabrágima

El Canal de Macías Picavea tomó aguas del Canal de Castilla en Rioseco; aguas que llegaron del Pisuerga, del Carrión y del Cea. Ahora este canal acompaña al Sequillo durante treinta kilómetros repartiendo esas aguas entre vegas y regadíos.

Sigo mi viaje y ahora tomo la VA-505 junto al río. Un rosario de pueblos se benefician de estos riegos: Villabrágima, Tordehumos y Villagarcía de Campos, además de Medina. Llevan aprovechando estas aguas desde mediados del siglo pasado, ¿habrán conseguido, gracias a ello, incrementar la población de sus pueblos?

¿Palomar?, no. Molino de viento. Villagarcía de Campos

Paro en cada pueblo, no tengo prisa: observo castillos, palomares, ermitas, chozos y puentes; incluso de los restos de un bello molino de viento. Casi todo lo encuentro en ruinas y por ello mi viaje lleva la palabra triste en su título.

¿Quién quiere vivir en estos pueblos? Me decían en Herrín de Campos.

El viejo canal de hormigón también está arruinado. Se ha modernizado y el agua se encuentra ya con presión en cada finca. De aquellas 500 ha de 1940 se ha pasado a más de 2000 y la realidad es que, a pesar de los regadíos, los cuatro pueblos tienden a la pérdida de población. Claramente tampoco esta es la solución.

De nuevo la estepa…

El río baja tranquilo, lánguido y perezoso. Apenas tiene cometidos y su aspecto es desaliñado. Sigue aburridamente entre caballones que a veces se atreve a desfigurar con alguna masa de chopos y mimbreros. Junto al agua, entre los juncos, puedes encontrar alguna diminuta playa que permite acercarse al ganado a beber .

El Sequillo se acerca a Villanueva de los Caballeros

Paso por Villanueva de los Caballeros. Recuerdo cuando tuve ocasión de subir a la torre de su iglesia para escuchar un enérgico concierto de campanas a cargo del señor Vidal Izquierdo, su campanero, que por entonces buscaba heredero de su musicalidad que ya era única en el valle. Ojalá que lo haya encontrado.

Y a continuación por San Pedro de Latarce con su sorprendente y misterioso castillo de calicanto junto al río. Un río que fue alejado del castillo y al que le amputaron su hermoso puente de piedra para sustituirlo por una prótesis de hormigón.

Y junto al río encuentro, nada menos, que a un pescador. Le pregunto atónito si consigue sacar algo:

– Bueno, algún barbo o carpa. Hoy nada, pero pasas la mañana.

¡Qué sepa usted que yo llegué a comer anguilas!. Deliciosas en salsa verde, me apunta.

Encinas en San Pedro de Latarce
Carrascas. Poco frecuentes en el paisaje actual de Tierra de Campos

Dios mío, pero ¡Qué hemos hecho de nuestros cauces! Reflexiono mientras me acompaña el fuerte rumor de los motores que sacan agua del río para que crezca el maíz.

… y la raña de Villalpando

A partir de aquí el río mantiene —en parte— su morfología original; va algo más encajonado y mantiene sus meandros aunque perdió su antiguo cauce trenzado entre prados. Aparecen salteadas algunas encinas ¡en Tierra de Campos!, la tierra sin árboles.

Sí, resulta que por el norte el hermoso “Raso de Villalpando”, la aislada raña que se desparramó lejos de la Cordillera Cantábrica, cría uno de los escasos y raros bosques en Tierra de Campos en el que hasta eucaliptos puedes encontrar entre pinos, encinas y quejigos.

Durius Aquae: molino de Ojitos
Molino de Ojitos de enormes paredes de tapial

La rojiza raña separa los valles del Valderaduey y Sequillo que ya se vienen acercando. Duro tuvieron que trabajar estos ríos para horadarla en tiempos de caudales más enérgicos.

Siendo mi viaje en moto —como es— imaginario me atrevo con soltura por unos complicados caminos de canto rodado. Este último tramo si que tuvo molinos. Hoy se muestran arruinados entre sus propios barros. Me entretengo en el imponente molino de Ojitos y más tarde en el complejo fabril del Jesuita con una gran presa en el río que en la actualidad se mantiene junto a varios edificios industriales semiocultos tras una tupida fresneda. Recorro sus desolados recovecos en los que el tiempo se detuvo bruscamente mostrándonos sus piedras, cabrias y otros enseres molineros entre puntales y adobes desmoronados.

Durius Aquae: Puente de Allá en Belver de los Montes
Puente de Allá, en Belver de los Montes. Sobre un antiguo ramal del río

Enseguida llego a Belver de los Montes, ya en Zamora. Al elegante Puente de Allá también lo quitaron el río y de nuevo abundan vegas y dehesas. Sobre el teso norte del pueblo, poblado de pinos, se aprecian las ruinas de las murallas de la vieja villa fronteriza. También son de calicanto, como en San Pedro, el material que tanto abunda en la raña.

Y —¡por fin!— el Valderaduey

Por fín llego a Castronuevo de los Arcos y allí cruzo el Valderaduey; sigo por la carretera hacía Cañizo pero antes del molino de la Bragadilla tomo un camino a mi derecha que me lleva directamente hasta el pausado y artificial encuentro del Sequillo con su padrino Valderaduey. El carrizo festonea sus riberas pero un así puedo disfrutar del agradable encuentro de aguas hermanas que, como han podido, han recorrido la inmensidad de la Tierra de Campos poniendo ahora el rumbo hacia el Duero a través de la Tierra del Pan.

Durius Aquae: Puente de Allá en Belver de los Montes
Encuentro del Sequillo con el Valderaduey

Es hora de regresar. el fresco de la tarde se deja sentir y hay que ajustarse el equipo. Suavemente ruedo por carreteras rectas y vacías con el sol poniéndose a mi espalda. Ha sido un largo viaje acompañando al Sequillo… un largo viaje desde casa mientras me recupero de mi lesión. Un viaje en parte triste por la desolación que muestran nuestros pueblos pero interesante por lo mucho que aún encontramos y de sobra hermoso en la amplitud y sencillez de sus paisajes infinitos.

 

San Pedro de Latarce: Virgen de la Bóveda
Virgen de la Bóveda con hermoso manto verde

 

 

 

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4 thoughts on “El triste viaje del Sequillo ( y III): desde Rioseco hasta el Valderaduey

  1. Muy bueno tu artículo Javier, enhorabuena!
    Yo soy un apasionado de los ríos en general; y de Castilla y León y Tierra de Campos (en particular). Seguiremos trabajando, en le medida que podamos, por esta tierra. Un abrazo!

  2. Me encanta. Te faltó reseñar “el puente de acá” de Belver de bella factura y que tuvo el mismo destino que el de San Pedro cuando lo canalizaron, así como los tres últimos molinos del río en Belver antes de toparse con el Valderaduey: el de Guíller, el de Alafes y la vieja fábrica ya en ruinas. Nunca había oído la palabra “raña”. Sobre lo de ver carrascas es normal. La carrasca, carrascos o encinas, es el árbol propio de la zona antes de ser roturada para la agricultura en la baja Edad Media ¡Enhorabuena por el artículo!

    1. Muy amable tu comentario Agapito. Tienes razón me faltó reseñar algunos molinos que aún no he podido visitar y lo del puente de Acá no lo sabía. En todo caso lo bonito de esto es cuando me completáis con estos detalles el artículo personas que los conocéis mucho mejor que yo. Aquí quedan tus apuntes y muchas gracias.

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