Continuación de la entrada anterior: El Esgueva I, las Peñas de Cervera
En la primera parte de esta ruta había visitado los nacimientos del río Esgueva a los pies de Yarbayra, y ahora seguía rodando en paralelo a su valle.
Tras dejar atrás la pequeña necrópolis romana de La Ciella tomé el camino de Caleruega, ahora asfaltado, y me encaminé a Santa María de Mercadillo haciendo una parada en la hermosa ermita románica de la Vega. Desde allí no solo disfrute de la ermita sino también de la vista del pueblo en su conjunto y de un Esgueva agradablemente encajado en su pequeña artesa.
Sigo hasta Pinilla-Trasmonte y me sorprende una bonita fresneda junto el barrio de bodegas. Sobre el río dos elegantes puentes medievales, bien conservados, siguen aun dando servicio al pueblo. Desde aquí meto de nuevo la moto en el campo para dirigirme hacia Bahabón. El Valle se abre a lo ancho y el río casi pierde sus terrazas. A partir de aquí ya se le aprecia encauzado artificialmente para evitar sus inoportunas avenidas.
Se rueda bien por los caminos secos, siento la moto firme aunque voy despacio. Al poco me encuentro con el ferrocarril Madrid-Burgos que por aquí dibuja una curva enorme que en su momento debió de ser menor a la vista de puentes y estructuras abandonadas de inferior radio.
Este paraje pudo haber sido un embalse para regadío y control de la cabecera del río. Proyectos hubo con la presa situada en las cercanías de Bahabón de Esgueva, pero no cuajaron. Parece ser que debido a la gran permeabilidad del terreno.
Y así llego a Bahabón donde me refresco en su enorme caño de piedra del que mana abundante agua en un paraje rodeado de huertas y frutales cargados.
El románico en el Esgueva
Sorprende la abundancia de monumentos románicos a lo largo del valle que lo dan cierta unidad de estilo. El hecho de que el río nazca en las cercanías de Santo Domingo de Silos parece que proyecta su influencia hacia el resto del valle.
Desde arriba en Espinosa hasta los últimos pueblos de Valladolid se dispersan un rosario de edificios religiosos, castillos y puentes que nos dan cuenta de la unidad temporal que hubo al ocupar este valle durante la repoblación. Lamentablemente la pobre calidad de la piedra caliza difumina estas arquitecturas de más de 800 años haciéndose esta ruina más patente hacia el final del cauce en la provincia de Valladolid.
Para el paseo resulta como viajar de sala en sala de un gran museo, con piezas instaladas en dentro de los pueblos y otras en el medio de la naturaleza. Una delicia para los amantes de la sencilla y armónica arquitectura rural románica.
La BU-113
Pero seguimos con la moto y en este tipo de excursiones las emociones a bordo también cuentan. Y estas las iba a encontrar tras cruzar la A-1 y tomar la BU-113.
La carretera es estrecha, con un firme correcto y discurre paralela al río. Se trata de una carretera de las de antes; festoneada de chopos y plataneros a ambos lados y con suaves curvas. El pilotaje es un auténtico placer a la vez que es necesario concentrarse al máximo.
Los enormes árboles dan una agradable sombra pero mimetizan las cunetas y alcantarillas. La señalización es muy justa y a estas horas de la tarde los escasos habitantes de estos pueblos salen a pasear, siendo la carretera su lugar favorito. Vamos, que toda precaución es poca.
El riachuelo por estos lugares es de libro, un valle estrecho y suave con laderas repletas de quejigos y la ribera plena de arbolado, salpicado de pequeños pueblos, molinos, puentes y ermitas —¡cómo no!—románicas.
Me acerco hasta la iglesia de Villatuelda, una pequeña joya que a punto estuvo de tener una playa al lado como veremos.
Torresandino, otro embalse fallido
Antes de llegar a Torresandino y justo después de recibir por la derecha a su principal arroyo: el Aguachal el valle se cierra justo a la altura del Molino de Arriba. Este fue el lugar elegido para materializar otro embalse a mediados del pasado siglo. Tras profundos estudios y barajando diferentes posibilidades de elevación de la presa que implicaban la desaparición de uno o varios pueblos también se desestimó el proyecto. En esta ocasión debió ser por la debilidad de los apoyos laterales de la cerrada. Villatuelda y Terradillos respiraron aliviados y los labradores de nuevo decepcionados.
Sigo por el camino de la derecha del cauce ahora rodeado de viñas de la Ribera de Duero y me acerco hasta las ruinas del Monasterio de la Virgen de los Valles que aún se levantan con cierta majestuosidad. Nos muestra su descarnada traza gótica y las cuevas que que dieron origen al cenobio entre corraladas y un abrevadero del que mana un buen caño.
Más adelante, al llegar a la humilde ermita de Santa Lucía, ya en Villovela, me encuentro con un moral monumental. Se trata de un enorme «moral-selva» que te permite pasear entre sus viejisimas ramas que nacen del mismo suelo. Es tiempo de moras así que hay que mancharse las manos. Están bien maduras, con colores burdeos, morado y negro, todas exquisitas.
En Villovela termina mi etapa por la BU-113 al lado de un palomar. La moto está polvorienta, llena de mosquitos estrellados y con las ruedas blancas ¡se acabaron los caminos por hoy! De nuevo cruzo el río y sigo hacia Tórtoles de Esgueva, último pueblo de Burgos.
La próxima entraremos en el Cerrato.
Veraz paseo por el valle que me vió nacer, gracias.
jatarilonte@gmail.com
Bonita y relajante ruta. Muy bien contada.