Las campanas de San Miguel repican el ángelus en Peñaranda de Bracamonte. Mala hora para comenzar a rodar aunque ya estemos a finales del verano. Aún así, me propongo llegar en bicicleta hasta la Presa del Milagro y conocer al pequeño río Almar que nace en la Sierra de Ávila y muere —ya casi muerto— en el Tormes.
De la Moraña a las encinas
Con el sol en lo alto salgo por las tierras desnudas de La Moraña hacia el noreste. Encuentro campos exhaustos, resecos y sin horizonte. Las patatas ya han sido recogidas y los girasoles han perdido su forma y color a la espera de su siega. Los arroyos —cauces secos— hay que adivinarlos. En Cantarcillo su enorme abrevadero aún retiene algunas aguas verdosas y en Salvadios el Balsón de Abajo acoge a una pequeña familia de patos que evolucionan aburridos.
Sigo mi camino cansino subiendo y bajando lomas desnudas y llego a Narros del Castillo. Aquí encuentro el imaginario nacimiento de otro ex-río: el Trabancos, fruto de la unión del Río del Soto y del Río de Narros, justo bajo un viaducto por el que pasa un ruidoso automotor blanco.
Hasta ahora pueblos casi vacíos, arroyos de tierra y mucho; mucho calor. Solamente los cardos dorados parecen encajar en estas tierras tan duras, tan anchas.
Dejo atrás Narros y los restos de su castillo de calicanto y me adentro en el mundo severo de las chaparras. Cambio de comarca: Comarca de Ávila llaman a esta. Los campos de cereal segado se alternan con negrisimas encinas salteadas, las lomas ahora se empinan y apenas hay sombras donde refugiarse. Cruzar el «río» Narros me ocasiona algún problema, ahora, entre cañas y cerrados herbazales hay pecina en el fondo de su zanja. Tiro la bicicleta y paso sobre ella, un puentecillo perfecto que me soluciona el trance y así, entre mesas y cárcavas, llego hasta Herreros de Suso donde almuerzo sentado frente a la Iglesia de San Juan que observo con detalle mientras apuro una cerveza tibia. La vibrante textura de sus cajas de sillarejos alternados con ladrillo y granito me evidencia el cambio de paisaje.
La Presa del Milagro.
Uno de los retos de esta ruta consistía en llegar hasta la Presa del Milagro entre las dehesas por las que no había visto una ruta adecuada sobre el mapa. Tomo un camino hacia el sur que se dirige a una de estas modernas macrogranjas. Desde la Fuente del Alto observo sus naves enormes e imagino sus miles de animales conviviendo sin vida en su interior.
Ya estoy en el valle del Almar ¿tendrá capacidad de drenaje este río para soportar el impacto de esta instalación?
No he llegado al río y ya me encuentro algo pesimista. Debe de ser el calor, las continuas cuestas. Hoy no ruedo fino y, por si fuera poco, en mi búsqueda de la presa, tengo que atravesar portillos y rebaños de vacas de mirada incierta. Ni siquiera los zorros me rehuyen; se me cruzan caminando como diciendo ¿Adónde irá éste?
Encuentro por fin el río Almar. No me sorprende que baje seco. Solamente un par de charcas en las que algunas ranas brincan cuando me acerco. Encuentro los viejos estribos de un puente que me indican que esto no siempre fue así.
Casi agotado llego hasta la pequeña presa que se encuentra repleta. Desde el lado de la caída observo las hoces de un río vacío y en el lado del agua me refresco para aliviar la calorina.
La presa del Milagro es una construcción creada para abastecer a Peñaranda de Bracamonte. Se corta el río con una enorme pared y se retiene toda el agua. A partir de aquí, por una canalización soterrada, se envía el agua hasta la localidad dejando el río más transitorio de lo que por si mismo es. Leo en algún artículo que lo del nombre, “El Milagro”, viene por la agradable sorpresa que causó a los vecinos su inesperada construcción.
Y del Milagro… a los Santos
Prosigo mi ruta ahora hacia Mirueña de los Infanzones. No encuentro bar pero si una fuente en la plaza donde puedo beber con avidez. Descanso unos momentos y un paisano me aconseja sobre el camino a seguir mientras contemplamos el cercano pico de Gorría con sus aerogeneradores quietos.
El sol va cayendo aunque no se nota. Llego a San García de Ingelmos y a continuación encuentro de nuevo el río Almar en Blascomillán. El río no existe, solamente pozos aledaños que mantienen alguna reses que rebañan prados amarillos. De nuevo otra fuente, esta está bien conservada y de ella surge un buen caño que genera una bonita charca donde una garza anda a las ranas. Se trata de la fuente a la que llegó de noche San Juan de la Cruz para inspirar a su alma algunos cantares tan difíciles de entender que hasta el mismo creyó conveniente explicarlos.
Y es que voy recorriendo una ruta mística y espiritual a lo largo del río Almar. Santa Teresa y San Juan en Duruelo y después Bercimuelle hasta llegar a la vieja Fuente del Oro, en Mancera de Abajo. Sigo hasta la Bóveda de río Almar, donde nuestro río recibe al Zamprón que pronto estrenará puente. Sobre el mismo Almar encuentro otro bonito puente por el que cruza una colada; lamentablemente algo desproporcionado para el río actual.
Finalmente, y de nuevo, hasta la próspera Peñaranda de Bracamonte; la ciudad que resurgió del desastre como el ave fénix y donde llego —¡por fin!— a sus barrios nuevos ya sin sol y con las fuerzas justas para guardar la bicicleta y tomar un refresco antes del regreso.
Una ruta larga y agotadora aunque he necesitado la ayuda de santos y milagros por unos hermosos parajes vacíos y secos que cosen las costuras entre sierras y llanuras. Sus ríos: Arevalillo, Zapardiel, Guareña, Trabancos, Almar…. han dejado de ser estacionarios para ser ex-ríos y sus arroyos han desaparecido. El nivel del acuífero de Los Arenales hoy sigue mermando.
Trabajé en la empresa Gines Navarro Construcciones S.A. que construyó la Presa del Milagro, que se terminó hace unos 48 años. El nombre creo que se lo pusieron porque sería un milagro tener agua, después de los múltiples fracasos en sondeos y
tomas de agua más cercanas. El agua que tenía embalsada la presa es la que retiene del invierno, ya que en verano el se secaba totalmente, tanto que teníamos que subir el agua en camiones cisterna para la fabricación del hormigón y el lavado con agua a presión de la superficie de la tongada del hormigón, antes de iniciar el hormigonado de la siguiente tongada. Ocurrió un suceso una tarde de verano con mucho calor que yo no estaba, que allí no se vio ninguna nube ni se oyó ningún trueno según me contó el encargado. Además se está iniciando uno de los bloques centrales y trabajando casi en el lecho del rio que estaba seco. De pronto oyeron un ruido y el encargado dijo al personal que abandonaran el fondo. Y llego una gran riada que arrastró mucho madera y paneles de encofrado.
Gracias por la interesante aportación. Gracias a estos pequeños detalles y grandes esfuerzos los pueblos de abajo tienen agua…
Buenos días, bonita ruta, pero si lo que encontraste en Blascomillán al bajar de San garcía de ingelmos se encuentra a la entrada, eso no es el río almar, es el arroyo de la Miriñuela.
Cierto María Teresa, primero pasé el arroyo de la Miriñuela, un precioso vallejo que también iba seco. Pero es imposible mencionar todos los detalles Saludos