Hoy volvemos a visitar al río Caracena. Esta vez junto a la sierra de Pela, que lo cría, y pasando por la villa que lo da nombre… o, quizás al revés.

El día se presentaba prometedor en cuanto a la climatología: calmo, soleado y probablemente sin barros dado el tiempo que llevamos sin llover. Para andar suelto por el campo no se puede pedir más.

Dejamos el coche en Carrascosa de Abajo y comenzamos a subir la empinada cuesta hacia los montes de tierra roja y parda salpicados de retorcidas sabinas bien agarradas al pedregal.

Atalaya de Caracena. Soria
Pedrizas pardas por tierras de Osma sembradas de atalayas que nos recuerdan como eran las cosas por aquí hace algunos siglos

Rodamos en las alturas por caminos secos y pedregosos. Apenas hay cultivos sobre esta tierra pobre y fuerte aunque en la distancia se escucha el tintineo de un tractor arrodillando una tierra. Tainas y cerradas* van apareciendo derrumbadas, sobre una suave loma podemos ver una atalaya y hacia el norte vislumbramos iluminado el omnipresente castillo de Gormaz. El paseo es sereno, muy agradable y cálido: hoy hay que aligerarse de ropa.

Carrasca de Valderromán, Valderromán, Soria
La «media» carrasca de Valderromán

Rodamos entre la soledad de un bello sabinar entre el que aparecen dando brincos varios tríos de corzo, sueltos y libres por el campo… igual que nosotros. Encontramos la Carrasca de Valderromán; hoy mancada a costa del peso de una nevada en uno de sus brazos, aún así, es enorme, espectacular.

A partir de aquí descendemos a los vallejos. Llegamos al pueblo de Cañicera que encontramos vacío. Sus callejas no llegaron a conocer el asfalto y podemos ver como sus buenas casas de piedra y su iglesia se derrumban sin remedio y que por su fuente apenas mana agua. Como un halo de esperanza podemos ver como hay una casa que sobrevive entre un paisaje de palomares y almendros en flor invadido de abejorros.

Retortillo de Soria. Rebollosilla
Roca de Don Juan de Rebollosa

Entramos de nuevo en los montes que estriban la sierra de Pela, donde nacen los arroyos que conforman el Caracena, conocido también como río Adante. Entre el bosque y sendas confusas llegamos hasta otro despoblado: el de Rebollosa de los Caballeros. Aquí ya no encontramos ya casas sino de montoneras, paredes aisladas con algún dintel y de zarzas que todo lo devoran. Solamente la espadaña de su iglesia, temerariamente desplomada, delata al pueblo que aquí hubo. Un pueblo que no solamente no llegó a conocer el asfalto como Cañicera, sino tampoco la luz ni el agua en sus casas.

Seguimos nuestro paseo por Valdejimeno; entre más cerradas pobladas de rebollos y rodando sobre lapiaces que nos hacían perder las sendas. Así hasta que cruzamos el joven río Caracena y llegamos a Tarancueña. Ahora entre la brecha profunda que creó el río trataríamos de llegar hasta la villa de Caracena.

Ciclista por el cañón del Caracena
Por el Cañón del Caracena. (Foto de Federico Sanz)

Todo comenzaba bien, con un amplio camino hasta el molino de Abajo, pero el barranco se estrechó y ahora en su seno solamente cabía el río y un sendero que nos hizo sufrir con las bicicletas, saltando rocas y cruzando varias veces el río que no bajaba precisamente seco. A cambio, el espectáculo de farallones rojos, de curiosas agujas, de cuevas y el mismo rumor del río encajado entre mimbreras y carrizos compensaron de sobra el sacrificio.

Río Caracena, Soria
El río Caracena a su paso por… Caracena

Cruzamos Los Tolmos entre zarzales desnudos que desollaron nuestros nudillos mientras algunos buitres nos sobrevolaban. Un hermoso lugar de acogedores refugios pastoriles que ya se habitaron en la edad del bronce.

A la altura del pueblo de Caracena un rebaño pastaba el mismo borde del los cantiles. Desde abajo, en el río, observábamos temerosos como las ovejas correteaban por las alturas sin temor alguno al profundo vacío.

Caracena, Soria
Rebaño y palomar en Caracena

La Torre de Santa María nos señalaba que estábamos, por fin, entrando en la villa de Caracena; llena de historia y, ahora, tan menguada de gentes. Parte de nuestra expedición aún tuvo humor de acercarse hasta el estratégico castillo con unas vistas sobre el pueblo que aliviaron el esfuerzo; después sus iglesias románicas, su royo, su puente y su fuente. Un no acabar de monumentos medievales entre su caserío casi vacío y callejas en silencio.

Caracena, Soria
Vista de Caracena con San Pedro y Santa María

El Sol había caído y era ya el momento del recogimiento. Con calma seguimos por la carretera, casi cuesta abajo. Aquí una fuente, allí una ermita, también un portalejo, arriba la “vela” árabe, después encinas enormes… entre la entretenida floresta estábamos, casi sin darnos cuenta, de regreso en Carrascosa de Abajo. Allí nos recibieron con perruno entusiasmo y en medio de una buena zaragata un par de docenas de perros aburridos que, bueno… afortunadamente solamente eran «demasiado ladradores».

Aquí, en wikiloc, os dejo el track de la ruta (difícil y encantadora)

* Cerrada: Según me contó un pastor en Caracena por «cerrada» se entiende un lugar, cercado con piedra seca, en el que los ganaderos permitían a los agricultores sembrar parcelas en los montes evitando el peligro de que el ganado se introdujera en los cultivos.

Pórtico de San Pedro. Caracena. Soria

 

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