Que la bicicleta es sacrificada no es una noticia. No se trata, por supuesto, de la palabra sacrificio en el sentido vital sino del sacrificio físico y mental que supone el afán de seguir hacia adelante siempre, en medio de condiciones cambiantes que te someten a fuertes presiones. Cierto es que esas «condiciones cambiantes» nos las buscamos nosotros solitos.
Había quedado para comer en Segovia pero primero rodaríamos un poco para disfrutar de los paisajes y compartir un buen rato de campo. Con esa idea partimos de Torre Val de San Pedro. La mañana se presenta muy agradable y así comenzamos a recorrer —como de paseo— las suaves lomas y valles que vamos encontrando.
Hasta “Sagrillas”
Salimos por La Socarrera hasta Valle de San Pedro. Allí cruzamos el arroyo De las Vegas y por una preciosa loma salteada de enebros y la azulada Sierra de Guadarrama a nuestra espalda, llegamos hasta el Cega en el paraje de Las Vegas.
Allí nos entretenemos por el río. Este baja escaso de agua, lento y remansado. Pero estamos en julio ¿qué más podemos pedir para el año que llevamos?
Nos acercamos al molino y por supuesto a la ermita románica de la Virgen de las Vegas, de magnífico pórtico de siete vanos y labrados capiteles. Junto a ella el cadáver de una olma gigante nos hace echar de menos aquellos árboles tan “sociales”, devastados y desaparecidos.
Subimos a Requijada y por el monte hasta Arahuetes, un pueblo tranquilo… pero su perfil nos resultaba familiar, ¿porqué?
Ah ¡vaya! Ahora nos enteramos de que en él se han rodado los capítulos de la serie “Cuéntame” que requieren del manchego e imaginario Sagrillas de donde procede la familia protagonista. Un pueblo de cine.
Pajares de Pedraza, entre el río y las peñas
Hasta aquí el paseo esperado. Continuamos camino hasta la Fuente de Praderillas, casi seca, y después tratamos de llegar hasta Los Castillejos. Parecen parajes prometedores con el arroyo de Santa Águeda encajado pero decidimos no entretenernos y seguir hacia Pajares de Pedraza, al encuentro de nuevo con nuestro Cega.
Tuvimos algunas dificultades para salir de entre los barrancos campo a través hasta que dimos con la senda que nos dejó por fin en Pajares. Pero esto no era nada para lo que nos deparaba la jornada.
Pajares es un lugar agradable y acogedor. Cuenta con una coqueta iglesia dedicada a San Gregorio de Tours y algunas de las puertas de su caserío cuentan con el espectacular marco que forman las parras verdes. Se encuentra justo en la ribera del Cega y al abrigo de la Peña del Tuero que lo protege de buena parte de los vientos. El río nos muestra entre brillos de media mañana verdes y decorativas colonias de lentejas de agua.
Había que seguir y lo proyectado era dirigirnos hacia Valleruela de Pedraza y después bajar hasta La Velilla. Pero ¡vaya! Había marcada una ruta, una senda y junto al río que es lo que nos gusta. Y comenzamos a seguirla.
La Trampa
El lugar era delicioso aunque la senda lógicamente se fue estrechando. Algunos hectómetros más adelante apareció un cartel que claramente indicaba que NO era ciclable.
A nosotros no nos importa bajarnos de vez en cuando de la bici, es más, lo preferimos. Así que asumimos que podríamos seguir, montando y desmontando, incluso acompañándola el trecho de marras. Al fin y al cabo el calor comenzaba a apretar y la ribera estaba más fresca con su galería en pleno esplendor.
Pero no, no fueron así las cosas. No era posible montar y al poco encontramos un paso estrecho que decidimos traspasar ¡incluso poniendo los manillares en paralelo! Una vez cruzado ese punto había que seguir. Y esto es mejor ya no contarlo; escaleras, pasarelas, cadenas de agarre, rocas prominentes, vegetación hasta la cintura… las gotas nos caían a chorro por la cara y el esfuerzo y la tensión por no tener algún accidente contribuyeron a la fatiga.
Reconozco que nunca he visto un cartel tan bien puesto, al final fueron casi tres kilómetros con la bici a cuestas por un paraje perfecto para caminar con precaución.
Pero todo pasa y nuestro sacrificio también al llegar al puente y Molino de la Cubeta donde nos lavamos, descansamos y disfrutamos del hermoso paraje a pesar de que la poca agua que trae el río no salta sobre la presa.
Al poco, entre viejos palomares, llegamos a La Velilla. Y aquí todo quedó ajustado con una buena caña con limón helada. Ahora hasta Pedraza y finalmente a Torre Val de regreso.
Pedraza de la Sierra
El calor apretaba ya pero andar sobre la bicicleta era ahora placer, como el que siente un recién aprendido. Un prado con fresnos recién trasmochados nos ameniza la suave cuesta.
Arriba en Pedraza nos dio el mediodía. El emplazamiento de este lugar fortificado es increíble y se agradece que esté conservado si bien estos lugares son, sin duda, los menos auténticos que solemos recorrer y decidimos seguir camino, habíamos quedado para comer y ya íbamos algo tarde.
Aún quedaban algunas buenas trepadas y conseguimos hacerlas. Cruzamos después el Ceguilla y de nuevo el Cega, por dos bonitos puentes de piedra de un solo arco rebajado y remontamos las últimas cuestas hasta el techo de la ruta en la peor hora del día. — ¡volvían los sacrificios!—.
Ya cuesta abajo llegamos a Torre Val de San Pedro, habían sido solamente 42 km; con un paisaje espectacular y con unos sacrificios que serían compensados con el refresco en la fuente y el recuerdo de lo vivido.
Y ahora a almorzar ligero 🙂
Bonita mañana de cross fit!! 💪🏋️🚴😂