Hace unos días nos acercamos a Castromonte.

Desde allí tuvimos ocasión de disfrutar de una magnífica ruta de bicicleta entre los ríos Bajoz y Sequillo. O lo que es lo mismo: entre los Montes Torozos y Tierra de Campos. Aquí tenéis el curioso track de wikiloc y a continuación algunas cosas que nos pasaron en un día otoñal y fresco, sin viento y con alguna llovizna final; es decir: muy agradable. Con la novedad de hacer los últimos kilómetros de noche.

Comenzamos el paseo en la hermosa localidad de piedra sobre el páramo. Desde allí comenzamos nuestra rodadura por los montes de Morejón y de Curto, disfrutando del milagro que supone que aún se conserven estas matas de quejigos, ahora de ocre apagado, que nos van mostrando sus ramas atormentadas a medida que caen sus hojas.

Castromonte Valladolid
Monte de Torozos, Valladolid

En el camino fuimos encontrando granjas valladas —cada vez más— . También las viejas casas de Monte Curto y de Carvajal; lugares recónditos y apacibles dentro de la provincia de Valladolid.

Villabrágima, Valladolid, Casa de Carvajal
Villabrágima, Casa de Carvajal

Bajando hacia el valle del Sequillo, en término de Villabrágima, visitamos el casetón de la Fuente Grande junto al arroyo de Rionuevo. Lo encontramos abierto y podemos observar la cueva profunda que recoge un hilo de agua que llega del nacedero. Frente a ella se levanta el Cerro de Pajares; una lengua del páramo con bonitas cárcavas y en la que encontramos los restos de una importante adobera desgastada por los tiempos y ahora integrada en el paisaje.

Endrinos en los Montes Torozos
Endrinos maduros en el monte

Pasamos entre las torres mochas de Villabrágima y seguimos hacia el Sequillo cruzándolo por el puente que hay junto a las piscinas. Ahora remontamos el río por su ribera derecha sobre un precioso y soleado paisaje de álamos a través del cual se nos muestra el perfil esbelto del pueblo.

LA CONFIANZA: FÁBRICA EN EL OLVIDO

Llegamos a la imponente fábrica de “La Confianza”, ya en término de Tordehumos. Nos entristece ver su estado no solo por el abandono sino por la depredación que se hace de sus restos. Un impresionante edificio que dio luz y pan a estos pueblos y hoy solamente tiene como abogado el estar en la Lista Roja de patrimonio en peligro.

Villabrágima, Valladolid
Los restos del viejo Sequillo en Villabrágima

Sentados en el quicio de una de sus puertas almorzamos con un tibio sol. Mientras sus paredes hablan y nos cuentan algunas cosas del curioso lugar:

Nos dicen que el ruinoso molino propiedad de las Clarisas de Tordehumos pasó a las manos de nuevos emprendedores como consecuencia de aquella desamortización liberal del 1836 y que mediados del XIX los hermanos Herrero fundaron la imponente fábrica de piedra y ladrillo que disponía nada menos que seis piedras de moler y un ingenio para el cernido. En aquellos años en que los nombres se elegían en español se bautizó con el hermoso nombre de “La Confianza” elección que aportaba credibilidad a su labor.

Cuentan también que durante más de cien años estuvo en servicio. Que se adaptó a cada tiempo con sucesivas mejoras y cambios en los sistemas de molienda sustituyéndose las piedras antiguas por el sistema Daverio, perfeccionando la elaboración de harinas y llegando a tener la capacidad para la fabricación de 18,000 kg de harina cada 24 horas.

Parece que a partir de 1906 dispuso de dos motores de gas pobre para incrementar la energía disponible. Las aguas escasas del Sequillo por si solas ya no llegaban a soportar el trabajo. 

Nos comentaron que más tarde se instalaron turbinas eléctricas que trabajaban de noche como actividad complementaria y que proporcionaron, en los albores del siglo XX, la magia de la luz eléctrica a Tordehumos y Villabrágima.

Dicen que junto a la fábrica se ubicó un primitivo silo del Servicio Nacional del Trigo, además de palomares, cuadras y gallineros y, que no lejos, sobre el cauce del Sequillo Viejo, podemos encontrar un bonito puente de piedra de un ojo. Observamos que su canal y su balsa han desaparecido y con algo de esfuerzo se aprecia la arcada de salida de aguas. Debió de ser sin duda un hermoso paraje industrial.

Allá por los años 60 del siglo pasado la modificación del cauce del río Sequillo puso la puntilla a aquella instalación dejándola sin agua. El estado la expropió para no utilizarse jamás.

Parece que las paredes de «La Confianza» ya callan también.

Puente sobre el Sequillo Viejo en Tordehumos
Tordehumos, fábrica «La Confianza» – Valladolid

Ahora se encuentra abandonada y en estado de ruina progresiva. Su maquinaria ha desaparecido y sus cubiertas han cedido. Algunas de sus imponentes vigas de madera han sido tronzadas sin contemplación y todo su interior es una peligrosa escombrera que además permitiría su expolio y saqueo si quedara algo que expoliar.

Dejamos atrás «La Confianza»

y se nos ocurre que podríamos trepar al Cerro de Santa Cristina, un torozo suelto con unas impresionantes vistas de Tierra de Campos y del castillo de Tordehumos. Así que, algo tarde ya, nos pusimos a ello. Llegamos arriba y lo que suele ser habitual en estos cerros cuyas laderas han sido repobladas de pino es que ahora los árboles casi no nos dejan ver el horizonte. Salvo hacia el Norte, hacia allá disfrutamos de la vista de Morales, Villaesper y algunas otras localidades. Con cierta dificultad bajamos campo a través esquivando cárcavas anaranjadas de gredas y arcillas desnudas. Así hasta encontrar un camino hacia Tordehumos.

Pozo en Tordehumos
Tordehumos, viejo pozo de piedra con reja de forja

Ya habíamos visto pozos curiosos en Castromonte, justo en su calle principal e integrados en sus fachadas. Y aquí, en Tordehumos, poco antes de llegar al pueblo encontramos el Pozo de la Fuente junto a la carretera VP 5007. Lo observamos con detalle: su imponente tamaño y profundidad, la belleza del brocal enterrado en parte y el espejo de agua en su fondo. Una vieja reja de forja que lo cubre permitía con su diseño el subir y bajar hasta ocho herradas a la vez. Es curioso que estos elementos tan singulares no estén puestos en valor. Por otro lado se agradece que al menos aún existan y los podamos contemplar.

Cruzamos de nuevo el Sequillo y vamos remontando tranquilamente de nuevo hacia el páramo. La tarde se nos echa encima y comienzan a caer algunas gotas. Con la excusa de ponernos el chubasquero hacemos un alto a media cuesta.

Embalse de la Santa Espina
Castromonte, Valladolid. Embalse en el Bajoz

De nuevo estamos en el monte y nos dirigimos ahora hacia la Santa Espina para tomar allí el precioso camino que sube junto al Bajoz hacia Castromonte y al que nos enfrentamos con poca luz.

Encontramos el paraje curiosamente concurrido. Parece que el confinamiento anima a visitar el campo y encontramos a numerosos excursionistas que regresan a sus vehículos pero también pequeños grupos jóvenes que se reúnen junto a la ribera del pequeño embalse como alternativa a las discotecas.

A nosotros nos cae la noche cuando llegamos al viejo molino de Castromonte. Subimos por fin la últimas cuestas y llegamos al páramo muy cerca ya del pueblo. En el horizonte titilan acompasadas las luces rojas y blancas del bosque de aerogeneradores que apenas distinguimos en la oscuridad.

Pozo en la calle en Castromonte, Valladolid
Zarcera en una fachada: Castromonte

 

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4 thoughts on “Entre Campos y Torozos: Bajoz, Sequillo y «La Confianza»

  1. Buenas:
    No se si te han comentado que la foto del pozo de las fachada en Castromonte….no son pozos.
    En nuestro pueblo era típico que las casas tuvieran el respiradero de la bodega, llamada zarcera en la fachada. Muy cómodo y práctico llegar con el carro lleno de uva echarlo por la zarcera y que cayera directamente abajo en el lagar, listo para pisarlo.
    Saludos y enhorabuena por el artículo es una chulada!!!

    1. Gracias por la interesante aclaración Laura. Habitualmente las zarceras aparecen a ras de suelo en otros lugares y ello me llevó al error. Saludos

  2. He estado el día 6/12/2020 comiendo un bocadillo en TORDEHUMOS, en la ladera del ascenso al castillo (siglo XII). El viento era inmisericorde, un modestísimo vaso con un sopicaldo caliente animó las vistas que en ese momento se vislumbraban. Silencio, paz, todo se henchía de colores que el sol del momento dejaba ver. Una moto, cargada con un avezado conductor, era lo que interrumpía el ruido que las corrientes de aire dejaban a su paso. En la inmensidad de la orografía se podía ver hasta Villabrágima, siempre cabe la reflexión de la facilidad que se tenía que dar entre los pueblos para comunicarse en la lejanía. La torres de las iglesias, grandes y ubicadas en los altozanos de los pueblos daban lugar a la posibilidad de comunicarse, con señales luminosas, a mucha distancia. Otra deducción es, la posible competencia entre los señores de los diferentes pueblos, en construir (con sus contribuciones) iglesias muy suntuosas en lo arquitectónico para su propia gloria en el más allá,

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