El río Luna se forma en la confluencia de los arroyos de la Mora y Valmayor, en Quintanilla de Babia. A pesar de que su corto trayecto, de apenas 80 km entre moles calcáreas de la vertiente sur de la cordillera Cantábrica, su discurrir es tranquilo por un amplio valle de artesa. Su cuenca colma además los embalses de Barrios de Luna y de Selga de Ordás, llegando finalmente hasta Santiago del Molinillo donde se une al Omaña para formar el formidable río Órbigo.

Durante el viaje hemos visto como el río se trenza con la autopista sin que apenas lo podamos ver hasta el embalse. Tras cruzar el puente de Fernández Casado tomamos una carretera local hasta Sena de Luna. Allí comenzamos ansiosos nuestra ruta en bicicleta río arriba; remontando su hermoso valle sin prisa, en una jornada cálida y luminosa.
Buscamos la cola del embalse por un camino segado que nos va mostrando las praderías de sus vegas y los restos de Arévalo, un pueblo que quedó varado al borde de las aguas. Llegamos hasta el puente del camping y nos encontramos con el río donde forma una playa artificial sin bañistas. Comenzamos aquí a disfrutar de sus brillos y rumores pero no nos atrevemos al baño helado.

A partir de aquí remontamos el valle; a veces por caminos complicados y a veces tomando la concurrida carretera cuando no vemos alternativa. Pasamos por Rabanal de Luna y paramos junto a la antigua y sencilla ermita de Pruneda; después por Truébano y Villasecino, ambos de Babia; entre sus cotos el río hacía las delicias de algunos pescadores. Allí dejamos la carretera y al río para colarnos junto a un arroyo y contemplar la solitaria ermita de Lazado entre prados y rosas.

Ponemos rumbo a Riolago de Babia. Subimos y bajamos, cruzamos varios arroyuelos. El horizonte es cercano; las montañas calizas se muestran claras, peladas a veces, otras salpicadas de sabinas y pinos, abruptas e imponentes. Picoteamos de algunos guindos que, junto al camino, nos ofrecen sus pequeños frutos maduros y sabrosos. En el pueblo encontramos pan y agua fresca en su bonita fuente, pero nada más, lo que parecía que hiciera peligrar nuestro almuerzo… ya veríamos.

Seguimos hasta Huergas de Babia y allí nos encontramos de nuevo con el río Luna, mas menudo y recogido a medida que remontábamos su cauce. Pasamos junto al cerro de la Molinera hacia Mena de Babia donde encontramos al arroyo del Monte retenido, formando una graciosa piscina natural donde bebían sus aguas frías decenas de aviones en frenéticos vuelos rasantes. Otra tentación para el baño que también desaprovechamos. Dejamos Mena y su su ermita sobre un alto y seguimos camino hacia Quintanilla de Babia rodeando por Peñalba de los Cilleros.
¡Qué hermoso paseo! ¡Estábamos en Babia! Relajados pero muy atentos, a lo que vemos y a lo que sentimos por estos caminos que antaño recorrieron pastores y mineros y ahora son delicia de ciclistas y paseantes.
Llegamos a Quintanilla de Babia junto al arroyo de Valmayor y justo antes de llegar hasta el pueblo, entre prados adornados con la hierba de Santiago, apareció el arroyo de la Mora para fundirse con el anterior. Ahora unidos, a partir de aquí, eran ya el río Luna.

Por allí andaba un amable paisano a sus quehaceres. Le preguntamos por el río y entramos en agradable conversación. Nos confirmó que ese era el lugar del nacimiento del río Luna. Sí, el maestro del pueblo solía llevar allí a los niños y para comentarles que aquel era precisamente el lugar donde comenzaba el río. Nos contó más cosas y nos orientó en el camino que pretendíamos seguir y, sobre todo, nos indicó algunos lugares donde encontraríamos alimentos para acompañar a nuestra triste barra de pan.
Decidimos seguir junto al arroyo de la Mora y remontar el valle hasta la laguna de la Miranda para comenzar el regreso por Piedrafita. Por un buen camino y con paciencia subimos hasta el valle ancho que nos mostraba los restos mineros que la naturaleza va ocultando. Un hermoso valle glaciar en el que encontramos brañas donde pastan caballos y vacas, antiguas morrenas y la Laguna de la Miranda cuyas aguas claras dejaban ver su fondo profundo y limpio; una hermosa laguna natural que comparten las comarcas de Babia y La Laciana.

Dejábamos la cuenca del Duero y entrábamos en la del Miño. Recorríamos el lugar donde se desarrolla la pugna geológica que el sosegado Luna mantiene con el bravo Sil que, abusando de la energía que le proporciona su profundo valle, va robando las fuentes más altas al Luna mermándole sus aguas.
Aquí os dejo el recorrido, en la próxima entrada comentamos el regreso.