Después de algunas rutas algo más “esforzadas” que venimos realizando, hemos optado por un sencillo y relajante paseo otoñal por los alrededores de la localidad de Herrera de Pisuerga disfrutando de los caminos alfombrados de hojarasca junto a sus ríos y canales.

Comenzamos a pasear junto al pequeño río Burejo, desde la colorida ermita de Santa Marina. El río que viene desde la Peña Cantoral atravesando la comarca de La Ojeda se acerca al joven Pisuerga que llega ancho y calmado tras pasar por el Cañón de la Horadada dejando atrás, en su montaña, prisas y espumas. Varios piragüistas suben y bajan el río con su remar rítmico y ligero removiendo aguas que distorsionan los nítidos reflejos de la arboleda.

Piragüistas en Herrera de Pisuerga

Cruzamos el puente ferroviario de Los Dolores mientras que la riberas nos muestran sus evocadores colores de otoño: ya amarillos en los fresnos, ocres los robles, entre verde y amarillo los chopos. Los frutos también abundan: escaramujos, endrinas y zarzamoras brillan entre las hojas lacias de sus zarzas. Caminamos sobre una frágil alfombra que cruje a nuestro paso.

Un «paso a nivel» entre corrientes de agua.

Pronto llegamos al lugar donde el Canal de Castilla cruza el río Pisuerga. Ha nacido hace unos kilómetros aguas arriba por la ribera izquierda y aquí cruza para ocupar la derecha. La presa de San Andrés iguala los niveles y ajusta los caudales. Antaño, al llegar a este punto las barcazas debían de cruzar amarradas a una maroma para embocar hacia la otra parte del canal. Las bestias de arrastre también cruzaban en barcas para volver a su trabajo en la otra orilla.

Ahora una barca de maroma de forma lúdica rememora aquel el sencillo procedimiento para enseñanza práctica y divertida de jóvenes y no tanto.

Caminamos junto al Canal y lo cruzamos por su segunda retención. El lugar es un museo entre ríos, dispone de un Centro de interpretación del Canal en una casa de la época y del pequeño barco Marqués de la Ensenada que ofrece un paseo relajante remontando la 6ª esclusa.

Observamos la presa por la que apenas se precipita agua. Sus sillares parecen cortados con maquinaria industrial precisa, se han ubicado con mimo y ajustado con extrema precisión. Parece una construcción moderna pero no, va ha hacer ya 250 años desde que se finalizó en pleno movimiento ilustrado. Posteriormente, en 1932, junto a sus estribos de la margen derecha se ubicó la infraestructura que da comienzo a otro canal: el del Pisuerga, que distribuye nuevas aguas para el regadío.

Cruzamos la nueva pasarela colgante. Sus cables se cimbrean a nuestro paso y parece que nos columpiamos sin que tengamos ninguna sensación de peligro. Los pequeños botes con los que se cruzaba hace unos años el río yacen destartalados en la orilla. Disfrutamos del río; entre las espadañas también flotan livianas las hojas secas de la arboleda.

El paso de la 6ª Esclusa

Seguimos caminando junto al Canal y aparecen viejas estructuras para el riego con sillares y engranes de ferrería. La dualidad «riego-transporte» que siempre acompañó al Canal se pone de manifiesto. El camino de siga discurre entre un túnel de álamos que tamizan el sol, caminos llanos y de suelo firme que hacen que te despreocupes del caminar para centrarte en otras sensaciones.

Sensaciones como el rumor creciente del agua al acercarnos a la Sexta. La encontramos cerrada y con su aliviadero en sordina. Es una esclusa rehabilitada para el paso del Marqués de la Ensenada. Cuando nos acercamos lo vemos llegar aguas arriba lleno de excursionistas y esperamos para observar la maniobra. La esclusa se vacía y en quince minutos sigue navegando silencioso de vuelta hacia la presa.

Seguimos junto al canal hasta que dejamos el camino para regresar a Herrera. Cruzamos las vías del ferrocarril y vemos su apeadero cerrado, queremos imaginar que aún parará algún tren. Atravesamos ahora una vega fértil con campos en descanso, las higueras nos embriagan con su aroma pero los higos ya no maduran y, en seguida, llegamos al sólido puente de San Francisco de 13 arcos regulares y barandilla de hierro que nos permite ver y cruzar de nuevo el río Pisuerga.

Y llegamos de nuevo a Herrera para pasear sin prisa y almorzar . Nos entretenemos contemplando su armoniosa fuente decimonónica y acabamos, de nuevo junto al río Burejo, en su coqueto Parque de las Aves.

AQUÍ en wikiloc os dejo el paseo

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