Hoy nos pusimos en marcha en el Santuario de la Virgen del Brezo para hacer un recorrido precisamente por esa sierra: la del Brezo. En un día, cálido y luminoso, sin viento, ¡no podía ser mejor para estar en el campo!

La Sierra del Brezo emerge entre los nacimientos del Pisuerga y del Carrión, su mayor altura la ostenta el Pico del Fraile con 2025 m de altitud. A su vez sirve de monumental estribación a la cordillera Cantábrica con la Meseta Castellana. En ella encontramos preciosos bosques como la Tejeda de Tosande o los grandes rodales de pino silvestre de Velilla de Río Carrión. En sus faldas del Sur nacen ríos menudos como el Burejo, el Boedo y el Valdavia que se entregarán más al Sur al Pisuerga (el Boedo primero al Valdavia o Abánades).

El paseo, de 43 kilómetros y en los que superamos el kilómetro de desnivel, resultó muy exigente. Mas las magníficas vistas sobre las cumbres clásicas de la Montaña Palentina, los embalses del Carrión y la calma con la que nos lo tomamos —que todo hay que decirlo—, superaron de largo las dificultades.

Comenzamos trepando entre manchas de pinares, algunos abedules y robles perezosos hasta las divisorias más altas que nos permitieron contemplar la generosidad de la meseta hacia el Sur que se perdía en una lejana calima y los paisajes montañosos hacia el Norte. Más allá de los hondos valles aparecían las elegantes peñas, con algo de nieve aún, del Curavacas, el Espigüete y hasta el Tres Mares.

El camino nos permitió recorrer un buen tramo de cordales desnudos de arboleda pero con abundante gayuba y brezo. Brezos que, poco a poco, van abriendo sus múltiples florecillas y pronto teñirán de morado la sierra a la que dan nombre. Rodábamos entre collados que nos permitían vistas alternativas de los embalses de Requejada (Pisuerga) y de Camporredondo (Carrión) y, muy abajo, los diminutos pueblos de Rabanal de las Llantas y San Martín de los Herreros.

Iniciamos el descenso hacia el embalse de Camporredondo de Alba. Las calizas desnudas fueron dando paso a prados; junto al alegre arroyo de Valderrianes pastaba tranquilo el ganado acompañado por una buena manada de cérvidos que al vernos se pusieron rápidamente en fuga laderas arriba.
Llegamos a La Lastra y siguiendo camino hasta el borde del embalse, ahora rebosante de aguas tranquilas y limpias donde conseguimos algún reflejo fotográfico con la compañía del canto, persistente, de una pareja de mirlos, muchas lagartijas y algunos alevines bajo las aguas.

Subimos de nuevo para llegar hasta el arroyo de la Cárcava. Junto a el, descendimos hasta Camporredondo de Alba. Allí, junto al Carrión, en la cola del embalse de Compuerto, hubo tiempo… y bar, hasta para un café reconfortante.
De nuevo había que trepar con la bicicleta. Con calma, con paciencia, con el cielo agradablemente nublado y con la ayuda de buenas pistas fuimos poco a poco subiendo entre un cerrado bosque de pinos silvestres.

El ascenso resultó muy entretenido. Parando en las revueltas a contemplar el paisaje montañoso a nuestras espaldas o bien vadeando los arroyos que bajaban brincando espumosos. Así hasta que llegamos al sobrecogedor despoblado de Valsurbio.
Cuatro casas restauradas contrastan con la desolación de la aldea abandonada hace más de cincuenta años. Un cartel amenaza a los saqueadores de piedras cuando ya apenas hay piedras y los restos se confunden con el cerrado paisaje. La iglesia aún conserva la su débil espadaña vana, pero el resto, apenas se distingue entre la espesa vegetación del lugar.

Dejamos el lugar entre el rumor del arroyo que cae violento entre numerosos manantiales. Vamos pensando en los recuerdos de aquellas vidas entre grandes nevadas y el acoso de los lobos mientras afrontamos las últimas cuestas que nos llevarán hasta la Cruz de Valsurbio. Desde allí, ya en vertiginosa bajada, pasamos por el refugio de Cristo Sierra y regresamos al Santuario.
Vaya, la Sierra del Brezo, ¡magnífica jornada de bicicleta!, aquí os dejo el track de wikiloc