Las lluvias no cesan, después de más de un año sin apenas catarlas han aparecido con persistencia. Nuestra cuenca de nuevo se ve regada en pleno invierno con una lluvia fina y penetrante, pero también con nevadas constantes y granizo. Así las cosas, en cuanto el sol se muestra, los ríos se llenan y corren veloces.

Durius Aquae: Cañón del río Lobos
Panorámica del Gran Cañón

No podíamos por menos que aprovechar el momento para visitar otro de nuestros ríos, en esta ocasión el Lobos. Este río nace en Malomar, en la Comarca de la Demanda. Toma un rumbo sur disolviendo y arrastrando la cal hasta tallar uno de las cañones más hermosos de la península. Cuando este cañón se abre, el río se despista y se cuela entre laberínticas simas kársticas para salir a borbotones unos metros más adelante. Este descuido es suficiente para que pierda su nombre lobuno y lo convirtamos en Ucero; nombre con el que se entregará al Duero.

Nafría y las alondras

Así pues, comenzamos en la población de Ucero nuestra caminata con la alegría de ver el río rebosante y los caminos accesibles. Optamos primero por ascender hasta la sierra de Nafría. Entre colmenas, caleras, sabinares y restos de nieve caminamos cuesta arriba por la senda de las Gullurías.

Durius Aquae: senda de las Gullurías
Pinos, nieve y sabinas por la senda de las Gullurías

Llegamos hasta el mirador que da nombre a la ruta. Desde aquí podemos observar el magnífico cañón desde más de cien metros de altura. Nos enteramos por un cartel que gulluría es como llaman por aquí a la alondra totovía, un bichejo de agradable y peculiar canto.

Desde allí descendemos cómodamente hasta el fondo del valle. Seguimos el río Lobos contracorriente y al poco nos encontrábamos en la concurrida ermita de San Bartolomé. Se nos hace extraño caminar entre tantas personas, pero es que se trata de uno de los parajes más visitados de la cuenca y al que se puede acceder en vehículo hasta las cercanías por el fondo del valle como más tarde comprobamos al regresar por la puerta del parque.

San Bartolomé

El paraje de la ermita es uno de los que está casi todo dicho. Su pasado templario es suficiente para darle la aureola de mágico, de misterioso y a la vez colmarlo de leyenda. Así tenemos que asumir que si la ermita se encuentra ahí, en ese lugar, es gracias a que aquel apóstol que nunca llegó a Hispania saltó con su blanco corcel desde lo alto de los cantiles para que, al caer, su espada indicara el exacto lugar de construcción.

Durius Aquae: ermita de san Bartolomé
San Bartolomé en el paraíso

La verdad es que antes que el apóstol, otros humanos ya encontraron es este paraje un lugar práctico para instalarse. Bien protegidos por amplias cuevas de la intemperie y por rocosas elevaciones de las crecidas del río. Ahora para nosotros, acostumbrados a nuestras ciudades, tan enormes y diferentes y sin temor al oso, o al lobo, nos parecen pastoriles parajes de ensueño.

Nos acercamos río arriba hasta cerca del Colmenar de los Frailes y tras disfrutar de las evoluciones de algunos buitres exhibicionistas comenzamos el camino de vuelta. Esta vez junto al río por el lecho del cañón. Los pinares son altos, majestuosos y el olor a lluvia nos provoca una agradable sensación de felicidad. Un breve chubasco de nieve, granizo y agua nos sorprende y nos hace disfrutar, más si cabe, de este nuevo húmedo punto de vista.

Durius Aquae: Pinar en el lecho del río lobos
Hermoso pinar en el valle

Cuando llegamos a la poza de Valdecea, dónde hay un área de descanso, nos damos cuenta de lo enorme que baja el río Lobos. Bancos, mesas y barbacoas son zarandeadas por las aguas que reclaman su lecho.

Y el Ucero

El agua baja limpia y rápida. Más adelante el manadero del Ucero surge discreto ante la crecida del Lobos; además se le une el río Chico y el cañón se abre hacia el Duero. Tratamos de llegar a la confluencia con este último río pero no es fácil. Choperas inundadas, el barro y las zarzas nos dificulta acercarnos y cuando lo conseguimos el paraje nos decepciona.

Durius Aquae: Castillo de Ucero
Castillo de Ucero

Tras una breve visita y café en la Casa del Parque subimos hasta el Castillo de Ucero. Aunque en ruinas, nos muestra un pasado más glorioso y bonitos detalles arquitectónicos sobre todo en los restos de su torre. Las vistas son impactantes; sobre soleados farallones naranjas un cielo tenebroso nos cuenta que en los páramos llueve con ganas. Y hacia el sur, más claro, el valle del Duero reverdece en calma. Hubo un tiempo en que la población, Ucero, se encontraba al abrigo del castillo y murallas hasta que por la evolución de las armas los pétreos paredones ya no proporcionaban ventaja alguna. Así se asentaron en la nueva villa al lado del agua ahorrando el tener que subirla hasta arriba.

Volvemos al «nuevo» Ucero, donde dejamos el coche. Ha sido una buena caminata y se agradece quitarse botas y barros.

Y aquí tenéis el track de Wikiloc

La ruta se hace cómoda para un día de coche y caminata. La ida fue por Burgo de Osma por lo que pudimos disfrutar de su perfil con el río rebosante y la vuelta por el puente de los Siete Ojos y después Peñaranda de Duero

Durius Aquae: ruta de las Gullurías
Ruta realizada, 18 km.
Tronco de sabina
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2 thoughts on “Paisajes del Duero: el «Gran Cañón» del río Lobos.

    1. Efectivamente Ruth, es un paraje espectacular para iniciar a los niños a caminar y disfrutar del campo. Aunque la ruta que propongo yo diría que al menos deben de tener diez años y por supuesto acompañados. Saludos

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