… viene en la entrada anterior
El Arlanzón abandona Pineda de la Sierra entre agradable olor a leña quemada y el canto de algún gallo. Su valle se amplía y él, se va sosegando. Encontramos algunas cabras pero es la ganadería bovina la que predomina. La mañana es algo fresca y muy nublada pero nos disponemos a acompañarlo en bicicleta.

Pronto su naturaleza se ve quebrada y su agua deja de correr; se reúne y se remansa. Es necesario regular su caudal, también es necesaria agua almacenada y su energía. Y así, sus aguas se acumulan en el viejo Embalse de Arlanzón, construido durante la II República con el fin de regular el caudal del río.

Algo más abajo, un nuevo embalse: el de Urquiza. Éste se construyó recientemente y junto con el anterior dan solución al agua que necesita la ciudad de Burgos y su alfoz, además de regar muchas hectáreas por la comarca de Juarros. Bajo sus aguas tres pequeños pueblos reposan para siempre: Urquiza, Villorrobe y Herramel.
Ambos embalses muestran una amplia cicatriz en forma de ancho anillo pelado a su alrededor de su contorno debido al largo periodo sin lluvias.

Ahora el río ya está domesticado y no será el responsable de las violentas inundaciones que relata la historia. Es así como llega hasta otro precioso pueblo de piedra roja y arenisca, Villasur de los Herreros, encauzándose hacia Burgos por la comarca de Juarros después de haber descendido 700 metros desde su fuente más elevada.
Nosotros regresamos a Pineda, la vía verde que remonta suavemente el valle nos llevará entre acogedoras trincheras llenas de hojarasca y puentecillos que salvan los arroyos por el corazón de la sierra.

La ruta:
En coche hasta Pineda de la Sierra, agradable cafetito en “Los Claveles”, Ibéas de Juarros
Alojados en Pineda de la Sierra (La Casona) hicimos dos rutas que podéis ver en los tracks:
-La primera de 48 km en bicicleta, rodeando los pantanos y regresando por la vía verde.
-La segunda, mixta, 20 km en bicicleta, de Pineda al Manquillo, y 8 km caminando hasta el manadero.
Vuelta a Valladolid desde Pineda con parada chocolatera -casi a cenar- en “la Trapa”.

Un lugar precioso para repetir