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… Después del relajante café en la plaza partimos de Almazán dejando atrás su muralla y siguiendo la ruta por la ribera izquierda del Duero, sabiendo que no habría puentes hasta Andaluz, donde teníamos el coche. ¡Aún quedaba un largo camino!
La vuelta consistía en recorrer algunos pueblos al Sur del valle del Duero junto a la Sierra de Bordecorex para llegar hasta donde habíamos comenzado.
Remontamos hasta la pequeña localidad de Covarrubias. Los bosques habían desaparecido y, a la vista del estado de sus tenadas en el campo, parece que el ganado también. Ahora predominaban los cultivos cuyos rastrojos verdeaban por la otoñada provocada por las últimas lluvias.
Quedaba camino pero el tiempo era espléndido y había ganas de dar pedales. Así que encaramos hacia Barca con rapidez. Entramos por la ermita de la Soledad donde nos aconsejaron beber de su fuente y así lo hicimos. Recorrimos después sus calles, visitando el pórtico de su iglesia y la picota para salir finalmente hacia Ciadueña. En el camino paramos a curiosear el moderno humilladero con la virgen del Pilar sobre una barca de chapa.
Llegamos a Ciadueña, el pequeño pueblo junto al Duero que antaño tubo una barca para cruzar el río y hoy apenas tiene nada. Recorrimos sus callejuelas disfrutando de su arquitectura rural pero nuestras ruedas, despistadas, pisaron algunos abrojos. Hubo que dar aire a las ruedas y … bueno, afortunadamente el líquido de las cámaras hizo su trabajo.
Remontamos las suaves ondulaciones del valle y llegamos hasta Velamazán. Desde su «vela» pudimos contemplar un hermoso y profundo paisaje de vallejos salpicados de palomares. Las ruedas aguantaban bien y seguimos, tomamos dirección hacia el Duero en un largo camino hasta llegar, ya tarde, a Fuente Tovar. Una amable vecina nos invitó a tomar unas dulces uvas de su parra que nos revitalizaron. Mientras, nos explicaba como se vive la soledad en el pueblo casi vacío; la dureza del invierno que contrastaba con la belleza de sus paisajes, de sus discretos monumentos, de su fuente y lavadero…
– Que raro se nos hace no ver viñas junto al Duero.
– Antaño debió haberlas, aún hay un pago se llama de las Viñas, pero hace tiempo que ni viñas ni restos de bodegas.
Pero venimos observando que en numerosas viviendas de todos estos pueblos las parras cuidadas decoran el pórtico de su zaguán.
Nos hubiéramos quedado un rato más de charla pero el sol caía y había que regresar. Rodamos hacia el Duero y al toparnos con la Pedriza Rubia tomamos la Cañada Real Galiana que atraviesa una deliciosa hoz estrecha y rocosa que nos pone rumbo a Andaluz. Y así llegamos de nuevo al Duero cuando el sol hacía rato que se había escondido y comenzaba a refrescar.
Cruzamos el puente medieval de seis ojos y fuertes tajamares contra los que se rompía un Duero brusco y achocolatado. Un puente viejo, con sus petos desdentados y comido por la maleza pero que nos permite cruzar el río para regresar al portillo de Andaluz cuando cae ya la noche.
Hoy nos hemos apretado más de 80 km pero… !Cuanto nos queda de ver por aquí!
Soy descendiente de personas nacidas en Santa Maria del Prado, y de Andaluz.