…/… Primera parte de esta entrada
Hace un par de semanas os habíamos contado nuestra dura ascensión hasta la Laguna de la Cebollera y su “épico” descenso que nos dejó en Molinos de Razón siguiendo, desde allí camino, pero ya de forma más tranquila y sosegada.
Se trataba ahora de visitar el verde Valle del río Razón y algunos de sus pueblos que, en otros momentos, fueron conocidos por la manufactura de la exquisita mantequilla soriana. De aquello queda ahora la belleza de sus paisajes y el blanco del cuidado caserío de los pueblos, con algunos recuerdos de ostentosos indianos que regresaron.

Dejamos Molinos de Razón saliendo junto a su pequeña ermita adornada con rosales y adosada a una casa del cura más grande que la ermita misma y seguimos por el camino que conduce a su cementerio y a la iglesia de San Vicente Mártir. Después llegamos a un camping y enseguida a Valdeavellano de Tera, cabecera de la comarca y por el que, curiosamente, no pasa el río Tera. Paramos en su iglesia y en su fuente donde repusimos agua bajo la mirada fija de una vaca de poliéster que nos quiere recordar aquello de la mantequilla. Finalmente visitamos su singular roble de Prado-Casa, junto a un parquecillo con una fuente.

Sin alternativas campo a través, tomamos la carretera hasta el pueblo siguiente: Rollamienta. Tras recorrer algunas de sus callejas nos colamos entre robles, fresnos y prados para bajar hasta las riberas del río Razón. Allí se conserva, aunque en deplorable estado, un viejo puente de piedra por el que pasaba el camino, bajo sus arcos, el rio discurría despacio entre una cerrada galería.

Aunque habíamos subido ya bastante nos animamos a llegar hasta el despoblado de Azapiedra que nos mostró su esqueleto entre la vegetación que lo devora. La tarde iba cayendo y el cansancio avanzaba. Paramos en la ermita de San Martín y seguimos hasta Villar del Ala. Aquí nos llamo la atención su curioso y acogedor cementerio entre los muros caídos de su antigua iglesia. También pudimos contemplar la iglesia nueva, incluso por dentro; alguien no la mostró con el especial cariño con que enseñamos las cosas que amamos. Salimos, pues, bien informados sobre sus pinturas, sus retablos e incluso de los problemas que existen para su mantenimiento, los cuales hacen que parezca un “milagro” que aún se mantengan en pie estos edificios.

Salimos del pueblo pero hubo de parar enseguida. Un mirador nos ofrecía un hermosa vista del valle al atardecer que no pudimos despreciar. Cuando tomamos las fotos de rigor seguimos, ahora por la carreterilla, hasta la última visita del recorrido de hoy: Aldehuela del Rincón una pedanía del pueblo donde habíamos comenzado, con hermosas casas indianas y además, un bar abierto.

Aún nos quedaba una sorpresa antes de llegar a Sotillo del Rincón. Esta era su ermita del Humilladero junto a la carretera. Jalonaban su entrada dos preciosos cruceros y, dentro, un antiquísimo cristo de gran devoción entre los paisanos.

Y sin más… y sin menos, con el Sol ya escondido, llegamos a Sotillo para recoger. Aquí os dejo el track por si alguien se anima.