Hoy cambiamos nuestras ultimas excursiones, abruptas y montaraces, por serenas estepas terracampinas. Hoy toca disfrutar del equilibrio y de la belleza que nos aportan las interminables llanuras desnudas y minimalistas.

Aunque el día era perruno desde el punto vista meteorológico, el campo estaba pletórico; con cereales esplendorosos, con prados frescos y arroyos por los que se podía ver discurrir, entre espadañas, pequeños hilos de agua que no es poco.

Horizontes terracampinos. Zamora
Tierras ya sembradas a la espera del amor del Sol

Así que comenzamos nuestra rodadura en Villanueva del Campo tomando rumbo norte desde el pago de curioso nombre  —Dónde Predicó el Fraile—, hacia Valderas. Pronto el estado de los caminos nos hizo desistir de nuestros propósitos iniciales para adaptarnos a los barros recientes que se pegaban a la rueda haciendo muy complicado el avance.

Desde el Cerro de San Vicente ya se podía ver Valderas iluminada por un solitario rayo de sol, y alrededor, sobrecogedores horizontes que nos dejan sin aliento.

Cerro Castanar, Roales de Campos
Los árboles también buscan su lugar en estos horizontes

En Valderas cruzamos el hermoso Cea por el Puente Nuevo sin que podamos evitar caer una lágrima por su deplorable estado; las dovelas que componen sus tres arcos escarzanos alternan bonitas piedras rojas y blancas y, sobre ellas, su imposta desgastada y sin pretiles.

Nos acercamos después hasta la ermita del Otero, que encontramos solitaria y muy erguida. Sus alrededores segados están ya preparados para la romería próxima. Finalmente tomamos rumbo hacia el monte de Roales mientras levantábamos alguna avutarda y sorprendíamos a los aguiluchos que algo rebuscaban también entre los trigales.

Puente Nuevo, Valderas
Puente Nuevo en estado lamentable sobre el Cea, en Valderas

El monte, casi salvaje, nos deleitaba con su colorido tapiz entre las oscuras encinas. Los caminos ahora eran firmes e invitaban a rodar sin prisa. Disfrutando de la soledad, de los campos y de los horizontes adornados con bruscos cúmulos que dejaban entrever tormentas en lontananza, algunas nieves en el Teleno y la villa de Valderas desde cualquier lugar.

Quisimos apurar tanto nuestro paseo entre estos vergeles que nos tocó rodar un buen trecho entre lindes hasta que se acabaron los vallados de una finca. Para entonces estábamos, sin querer, en la dehesa de Belvis, ya en el valle del Esla. Algo lejos de nuestro inicio y cerca de Villafer.

Montes en Villafer, León
Montes en el borde terracampino. Muy al fondo el Teleno nevado

Con el viento frío y la constante amenaza de chaparrón dejamos atrás el Esla y buscamos la Vereda Zamorana por el camino de Las Potradizas. Tratábamos de encontrar un puente que permitiera cruzar de nuevo hacia el Sur del Cea.

Al abrigo de unas encinas esta vez el almuerzo fue breve, nos quedamos fríos y, por supuesto, sin siestecilla. El sol se resistía y las pequeñas cuestas del recorrido reconfortaban haciéndonos entrar en calor.

Monte de la Mata, Valdescorriel, Zamora
Charca en el monte de la Mata

En las Potradizas no pudimos evitar la parada. Curioso lugar y curioso nombre. En un altozano con cuatro grandes construcciones en forma de triángulo con patio que por el topónimo quizás fueran para criar caballos. Las bestias aún pastaban en la zona pero de los edificios comidos por el monte apenas queda el recuerdo.

Ya por la cañada varias cigüeñas rebuscaban entre cebadas que casi las tapaba. Más adelante encontramos la laguna de la Vega bien servida de aguas y, entre prados y vacas, llegamos al puente de Roales de Campos. Mientras, un mastín que desde el camino cuidaba el ganado, nos ladraba sin mucha convicción mientras tirábamos fotos.

Valdescorriel, Casas de la Dehesa
Ruinas de las Potrarizas en Valdescorriel

Tras cruzar el rio subimos de nuevo al zócalo terracampino para seguir disfrutando del horizonte blanco y azul sobre mieses altas y verdes mecidas por los vientos. Tierra de Campos pura con trigales altos junto a tierras recién aradas y otras en las que comienza a despuntar el girasol. Y aunque ya las bodegas de los pueblos están hundidas, también las viñas buscan su prestigio junto a las riberas del Cea.

Roales de Campos, Valladolid
Horizonte terracampino en Roales

Ese viento cambiante ahora nos ayudó a plantarnos en Roales de Campos. Y de nuevo por la estepa tomamos rumbo de vuelta hacia Villanueva del Campo. Pueblos sencillos y austeros que nos muestran demasiadas ausencias y muchas ruinas. Pueblos que, como nosotros hoy, también parecen cansados.

Habíamos conseguido esquivar barros y soportado el frio y el viento. A cambio habíamos disfrutado de confines infinitos; suavemente ondulados, horizontes terracampinos de ensoñación a los que nunca pudimos llegar y de caminos rectos que se hacen interminables y se empeñan en ponernos a prueba. Y ¡cómo no! También de mil tonos verdes, salteados de colores puros, casi violentos: como los morados de cantuesos y orquídeas o los amarillos de las aulagas y los blancos de las amargazas.

Horizontes terracampinos junto al valle del Cea
Alameda en el valle del Cea. Roales de Campos. Valladolid

Y aquí tenéis la ruta seguida para encontrar estos horizontes terracampinos. Recomendamos evitar la parte realizada por las lindes o caminos desaparecidos

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