No hace mucho que habíamos visitado el río Cea en un precioso día lluvioso que nos frenó en Valdefuentes, cerca de Valderas. Pues bien, era una deuda pendiente la de conocer el devenir del último tramo del río, hasta su entrega al Esla y nos animamos a pagarla y … a rodarla (AQUÍ EL TRACK, 48 KM)
Valderas
Comenzamos recorriendo una animada Valderas en los prolegómenos de sus fiestas patronales de la Virgen del Socorro. Recorrimos sus empinadas calles hasta lo que queda del Castillo de Altafría desde donde pudimos observar la amplia vista del valle del Cea sobre los últimos retazos de la Tierra de Campos. Aunque ya estamos acostumbrados nos apena encontrar nuestras poblaciones en acusado declive demográfico, urbanístico y económico. Así, casi siempre nos movemos entre tapiales y adobes caídos, edificios abandonados, esqueletos de poblaciones que fueron mucho más de lo que son. Valderas llegó a los cuatro mil habitantes hace cincuenta años ahora la mitad de sus casas están vacías y los hijos de los que se fueron se llaman Jordi, Andoni y alguno se viste de chulapo allá por mayo.
Con este sabor agridulce buscamos el río por la carretera de Villafer y encontramos más de los mismo: fábrica de harinas abandonada, la traza del ferrocarril que hubo a Palanquinos y un hermoso puente de hierro sobre el Cea que no ha sido necesario ni reforzar ni sustituir en más de cien años.
Por el Cea
El Cea es un río que nunca nos defrauda. Nos gusta. Siempre lleva un caudal apreciable y nos agrada que siga siendo un río, con sus meandros, playas, cuérnagos, riberas… Desafortunadamente la mayoría de los ríos de tierra de Campos se han convertido en zanjas que cultivan espadañas y carrizos con el escaso caudal que llevan. En aras de una seguridad que debió de ser resuelta de otra forma, han perdido su ribera, su cauce, sus prados y hasta su agua.
Tras unos comienzos aparatosos por riberas impracticables, campo a través y saltando las enormes zanjas de algunos arroyos encontramos caminos agradables al sur del río que nos permitieron disfrutar en un día caluroso de agradables choperas, puentes y molinos.
Atravesamos el término de Roales de Campos —una isla de Valladolid—, y pasamos a Zamora donde rápidamente con cierta ayuda en forma de viento de cola nos plantamos en Las Casas del Obispo y Castrogonzalo. Allí teníamos previsto acercarnos hasta el encuentro del Cea con el Príncipe Esla. Y todo esto con la imponente vista de Benavente en el horizonte del Oeste
Castrogonzalo
De su historia y su Mota hay mucho dicho. De lo que no hay tanto es de la amabilidad y simpatía de sus gentes, los gundisalvinos. Como solemos hacer al llegar a alguna localidad preguntamos por la fuente para rellenar el bote; parece ser que no había fuente pública. Sin más, una de las vecinas se acercó hast su casa y nos regaló de su nevera una botella fresca de agua mineral al tiempo que otra nos ofrecía sandía fresca y otra hacernos unos bocadillos… Más adelante recorriendo las riberas adornadas de huertas, unos agricultores nos proveyeron de soleados tomates rojos que realzaron más tarde nuestras fiambreras. Muchisimas gracias vecinos de Castrogonzalo, está claro que la hospitalidad es vuestro fuerte y nosotros os lo agradecemos de nuevo.
Recorrimos la ribera y el lugar de encuentro de los ríos. Lamentablemente es un lugar perdido, selvático; sin senda. Aún así conseguimos llegar al sitio; incluso mi compañero se aventuró en el río pero no fué posible ver con claridad una confluencia tan importante. Salimos como pudimos con la ropa y las piernas como colaboradoras desinteresadas en la difusión de semillas maduras que se resistían a abandonarnos.
Con la hora y el calor al llegar al puente de Piquillos, el último del Cea, almorzamos entre los chopos.
Y el regreso por la Zamorana…
Nos despedirnos del Esla en las proximidades del Caserío de Morales de las Cuevas. Parece que en este lugar arqueológico, con ermita y eremitorios, se ubicó la ciudad de Brigecio, un importante asentamiento romano y después visigodo.
Nos acercamos a la antigua central hidroeléctrica de Fuentes de Ropel, de nuevo entre islas, puentes y molinos del Cea. Nos sorprende una ruta cervantina que desconocemos; según sus autores nos encontramos en el lugar donde Don Quijote y Sancho con sus bestias fueron colocados por la imaginación de Cervantes para que una manada de toros bravos y cabestros los atropellara brutalmente dejándolos “cansados y polvorientos”… una vez más.
Y así me sentí yo más o menos al cruzar el puente medieval. Cansado y agotado por el calor y el esfuerzo. No tenía un buen día.
Tras cruzar como pudimos un brazo de río y llegar al puente de la Zapatina tomamos la Cañada Real Zamorana, todo un clásico, justo al norte del río.
La cañada se perdía por momentos y las Lagunas de la Vega eran una mancha verdosa sin agua, tampoco había sombras y el viento aunque suave era frontal. Perdonamos, a nuestro pesar, visitar la ermita del Otero y de nuevo nos encontramos en Valderas por el otro lado del río.
La vuelta se me había hecho larga y penosa; hay días así.
Finalmente visitamos el viejo Puente Nuevo; alguno se bañó… Otros como Don Quijote, en su aventura de los toros, buscábamos una fuente reponedora que encontramos en forma de bar en la plaza.
Esta ruta entiendo que de puede hacer en bici, me parece muy interesante.
Sí Enrique, la ruta está hecha en bicicleta
Evidentemente en Barcelona, Madrid u otra de las grandes ciudades de España, el palacio de los Osorio estaría restaurado y cobrando unos buenos euros por verlo por dentro o quizás por ver alguna exposición traída de algún lugar cercano. Tienen razón ustedes Valderas no es ni su sombra y en breve bajaremos de los 1200 habitantes pues su población estáuy envejecida…..