Comenzamos nuestra ruta cuando el sol se levanta en Villoldo, junto al Carrión. Nos amenazan con “ola de calor” y buscamos la fresca. Tan fresca que comenzamos por ponernos el cortavientos al recorrer la llana y vacía estepa por el Cordel Cerverano hacia Villalcazar de Sirga.
Entre una tenue calima rodamos en silencio rodeados de campos inmensos de cereal ya maduro. Las coloridas cunetas nos embriagan con su mixtura de suaves fragancias matinales y alguna perdiz que se levanta nos distrae de nuestras cosas. Esto es lo que se espera de nuestra Tierra de Campos y aquí lo disfrutamos pero cuanto más rodamos por ella más apreciamos los variados matices geográficos que nos ofrece dejando de lado ideas preconcebidas de tierras llanas, secas y aburridas.
Al llegar a Villasirga, —como también es conocida— recorremos sus calles vacías y aseadas. Solamente algunos peregrinos inician su andanza y nosotros recorremos sus monumentos, que no son pocos. Un sol lateral ilumina la antigua parroquia de San Pedro, de piedra y tapial, una hermosa ruina como tantas en Castilla.
La ribera del Ucieza
Desde Villalcazar nos acercamos hasta La Virgen del Río, junto al río Ucieza. La ermita sobre una pequeña mota nos parece más bien un santuario monumental de sencilla arquitectura desordenada pero de gran sentimiento y devoción en la comarca.
Nos acercamos al terracampino Ucieza y observamos que baja con bastante agua para la estación, y es que ha debido llover lo suyo semanas atrás por estos campos. Decidimos acompañar al río hasta San Mames de Campos, un paseo a la sombra ribereña, muy agradable a ratos pero que se complicó a medida que el camino se enyerbó de forma salvaje con hinojos, jaramagos, zanahorias y todo tipo de cardos dejándonos las piernas en carne viva y las bicicletas enredadas.
Optamos por abandonar el río por una linde junto a una vieja noria con alberca que nos contó cómo regaba las huertas que aquí había antes de las concentraciones y quizás, mucho, mucho antes, antes aquel anegado poblado de Tablares del que cuentan que solamente se salvo milagrosamente la virgen que ahora preside la ermita.
Y llegamos a la fuente de San Mames para refrescarnos y luego a su diminuta y sencilla ermita de San Juan acompañada de un viacrucis que nos muestra el calvario del abandono.
Hacia Carrión
Por la Calzada de los Blendíos, junto a la mota de San Cristóbal (857), llegamos a Carrión de los Condes cuando su actividad peregrina era ya notable por sus calles y monumentos. Nos acercamos hasta el Mirador de Belén para observar la imponente y ancha vega del río Carrión e hicimos acopio de un excelente pan en el horno de La Peregrina y con estas nos bajamos hasta el río.
Aquí en Carrión, el río de mismo nombre es especialmente bello. Encontramos en el Plantío su amplia alameda pulcra y vacía, también sus playas fluviales. El río baja limpio, transparente y veloz. De esto último puedo dar fe al haber probado el espectacular descenso en piragua que se ofrece desde aguas arriba y en el que tuve ocasión de volcar varias veces e incluso perder el remo. Algo emocionante, sin duda, que creo no repetiré aunque tampoco lo diré muy alto.
La vega del Perionda y alguna sorpresa
En San Zoilo dejamos Carrión de los Condes para dirigirnos hacia Calzada de los Molinos. En esta zona de vega encontramos más arboleda, las acequias cargadas reparten la vida entre los campos y en el arroyo encontramos varios molinos. Nos acercamos al de aguas arriba del pueblo. En el que llaman aquí río de la Perionda y que en algún otro lugar encontramos como cuérnago del río Izán.
En todo caso se trata de un arroyo caudaloso que llegó a mover varios molinos, algunos transformados más tarde en fábricas de luz.
Y fue aquí en La Fábrica donde se demostró que el mundo es un pañuelo. En este apartado lugar dentro de Castilla —¡Qué ya es decir!— ya que Castilla está de por si suficientemente apartada. Nos cruzamos con dos paseantes desconocidos y nos saludamos por cortesía; fue solamente por la voz que reconocí a mi buen amigo Jose María, al que hacía tiempo que no veía y que en principio no pude distinguir ya que el vestuario de ciclista o paseante desfigura nuestra forma habitual de reconocernos, amén de mascarillas.
En fin, tras el asombro, y a pesar de lo joven que aún era la mañana apareció por allí un buen porrón de cerveza con gaseosa helada que en inmejorable ambiente fue despachado sin que pudiera llegar a templarse.
Un fuerte abrazo Josemari y compañía, ¡qué ratillo más agradable!
¿Y qué fue de la ola de calor?
Seguimos nuestro camino hacia el molino de Gerones que debió compartir molienda y electricidad a la vista de sus restos en los que vimos como su azud ha sido derribado suponemos que para dar mejor continuidad al arroyo que brinca sobre los restos de hormigón.
Nos dejamos llevar por las sombras de las choperas entre más molinos, algunos inaccesibles, hasta Torre de los Molinos. Allí dimos cuenta de la tortilla y ensalada e incluso pudimos tomar café a la sombra de una agradable acacia.
Siguiendo acequias y caminos llegamos a Villoldo cuando la calor comenzaba a sentirse. Buscamos pero no encontramos un lugar para un chapuzón; la ribera está por aquí cerrada, muy complicada. Así que de regreso un pequeño alto en el puente de Manquillos permitió que la corriente del Carrión nos refrescara.
Nos quedamos con la duda. Estas supuestas y mediáticas “olas de calor” acompañadas de «alertas» ¿no son algo exageradas?
A nosotros nos parece un simple día de verano de los de toda la vida….
Y Aquí el track de wikiloc, unos «prudentes» 50 km
Magnifica descripción de mi tierra adoptiva por mis esponsales con mi chica,Merche.Conozco todos o casi todos esos paisajes.No obstante los volveré a patear y esta vez con un deleiten y atención especial.Enhorabuena 👍🏻👍🏻
Gracias Jose Maria…¡y que nos encontremos de nuevo!