En nuestro post anterior, tras un bonito paseo hasta las fuentes del río Luna, nos habíamos quedado contemplando la coqueta laguna de la Miranda. Rodábamos entre Babia y La Laciana y comenzamos a descender con precaución, por una vieja pista asfaltada aunque rota, hacia el Santuario de Carrasconte. Desde allí regresaríamos hasta Sena de Luna recorriendo la vertiente norte del río Luna entre pedanías del municipio de San Emiliano.

Llegamos a Piedrafita de Babia y allí encontramos, tal como nos había indicado nuestro amigo de Quintanilla, el “centro comercial” El Corte Inglés de Babia: tienda, bar, mercería, ferretería…. detenida en el tiempo y que solamente por contemplarla merece la pena el viaje. Allí, la señora que lo regentaba, nos preparó una tajadera con algunas cosillas para almorzar, cervezas bien frías y deliciosos cafés ilustrados con unas gotas de orujo. ¡Con lo preocupados que habíamos estado ante la posibilidad de hacer jornada de vigilia!
Cuando pagamos la señora nos pregunta: —¿Os ha prestado? — Ya lo creo, señora, que nos ha prestado.
(Por si habíamos olvidado por donde andábamos)

Ya reanimados, seguimos nuestro paseo rio abajo. Ahora por un tramo de carretera que tenía un tráfico endemoniado y en la que abundaban los grupetos de motoristas disfrutando de su trazado sinuoso. Fuimos visitando los pueblos que nos íbamos encontrando. Pueblos sencillos en los que conviven su actividad ganadera con el turismo rural. Pueblos de iglesias modestas, con trazas románicas y realzadas con espadañas a piñón que emergen entre los negros tejados de pizarra.

Tras pasar por Cabrillanes y San Félix de Arce, llegamos a Huergas de Babia. Allí abandonamos la carretera para trepar hasta Robledo de Babia por un bonito y duro camino salteado de robles; era la hora del calor y algunas gallinas, sueltas, se protegían del sol bajo un remolque. Luego Cospedal de Babia donde contemplamos los restos de su iglesia de san Antonio y además mantuvimos una dura pugna con un cerezo que, junto al arroyo, defendía a ultranza las cerezas maduras que lucía en lo alto. Más allá, en La Majúa, nos entretuvimos en un bonito puente sobre el arroyo del mismo nombre.

Con la inequívoca referencia de la desnuda y colosal Peña Ubiña, que nos guiaba entre prados y predios, llegamos hasta San Emiliano, que es cabecera de su hermoso valle. Un pueblo con ambiente, tráfico abundante y terrazas repletas. Por allí pasa el río Torrestío, importante afluente del Luna, que además, recoge al arroyo de La Majúa que vamos acompañando. Numerosas cigüeñas se asoman curiosas desde sus nidos en los promontorios rocosos que surgen en el mismo pueblo.

Descendemos hacia el valle del Luna acompañando al río Torrestío hasta que lo dejamos para tomar un camino precioso que prometía mucho pero nos lo hizo pagar. Comenzó guapo, jalonado de arboleda y en ocasiones inundado pero, poco a poco, se fue desvaneciendo convirtiéndose en una trocha alta y complicada que tuvimos que trepar con la bicicleta como acompañante. A cambio nos obsequió con una bonitas vistas del valle y de sus prados inundados artificialmente con las aguas del río. Llegamos, por fin a Villafeliz de Babia y de allí a la carretera por la que habíamos comenzado hasta nuestro destino en Sena de Luna.

Cuando paramos en el camping a tomar una cervecita con la imponente panorámica de La Serrona como telón de fondo, vemos que hemos recorrido más de 72 km. ¡No está mal! Aquí os dejo la ruta de wikiloc.