Amanece lloviendo. Toda una noticia.
En este día agradablemente gris vamos a seguir al Carrión río arriba. Nos acercamos a visitar la villa romana La Olmeda.
La reunión fue en la terracampina localidad de Paredes de Nava. Desde allí, tras saludar a Jorge Manrique —quien también gustaba de los ríos—, nos dirigimos hacia la hermosa villa de Saldaña. Antes hacemos acopio de algunas pastas, almendrados y roscos de miel en el convento de las Brígidas. Alguien echó en falta el tradicional saludo de las hermanas: “Ave María Purísima”. Pero es que, inevitablemente, el mundo es cambiante. Tampoco encontramos ya torno alguno; en su hueco, una reja permite el contacto visual —natural— con las religiosas, antes imposible.
Tras un breve recorrido con el coche entre las frondosas choperas que jalonan el paso del río Carrión cuando entra la Tierra de Campos, nos plantamos en Saldaña. Allí disfrutamos de un agradable almuerzo y después de un breve paseo nos acercamos hasta la villa romana en término municipal de Pedrosa de la Vega.
El yacimiento de La Olmeda es sorprendente. Desde mi punto de vista por tres razones: En primer lugar por la historia de esfuerzo, tesón y filantropía protagonizada por su descubridor: Javier Cortés. El impresionante yacimiento en si mismo sería otra de las razones. Y finalmente por la correcta puesta en escena llevada a cabo por la Diputación de Palencia (algo desgraciadamente poco frecuente en administraciones).
La visita a la villa romana
Para los que nuestros conocimientos de historia se limitan al bachillerato, algo de lectura y muchos paseos, estas visitas las tenemos que acompañar de sensibilidad e imaginación. Nos hacemos muchas preguntas y un gran esfuerzo por comprender cómo y porqué pudo edificarse aquel suntuoso palacio probablemente en el medio de la nada. Y ello a pesar de la ayuda de la cabeza parlante de Marcianus, el mayordomo de la casa, que te recibe a la entrada dándote un buen susto.
El paseo entre las diferentes estancias, suavemente iluminado, invita a poner en escena mentalmente la vida de aquellos hombres, muy ricos, acompañados de un séquito de esclavos. También imaginas el significado que debió de tener el lugar para las tribus romanizadas de la comarca, fueran vacceos, cántabros o astures, ya que parece que por esa zona estaba la raya… si es que la hubo. La arquitectura es impecable; su armoniosa distribución tuvo que ser modelo de monasterios o palacios. Algo tan esplendoroso debió de disponer del mejor mobiliario y ajuar; en esto son los infinitos mosaicos los que dan fe, pues sin duda el conjunto debía de estar todo el a la altura.
La visita al museo en Saldaña
Por razones comprensibles una buena parte de los objetos hallados en la villa romana se exponen en Saldaña. Provisionalmente en una acogedora casona del S XVI, a la vez Oficina de Turismo de la localidad. Así mientras se adecenta la iglesia de San Pedro, que será la sede definitiva del Museo.
Las explicaciones de Raquel, nuestra guía, no solo nos amenizaron el paseo sino que nos contagió de su entusiasmo y conocimiento de los pormenores del yacimiento. No esperaba yo que esta pequeña visita pudiera aportar nada nuevo después de lo visto en la villa, sin embargo es totalmente recomendable y complementaria. Tanto como la visita más detallada a Saldaña y su comarca que tendremos que dejar para más adelante.
El turrículo
Así aprendimos que la terra sigillata era la lujosa porcelana de la época y que las teselas de colores vivos se conseguían con vidrios. Además: monedas, ajuares, hebillas… y una parte de un turrículo con la inscripción VINARI LETARI. Pero ¡que coño es un turrrículo! Pues podríamos decir que un simple cubilete para jugar a los dados. Lo que llama la atención es su filosofía: Cazar o beber, alegrarse, jugar, reír… esto es vivir. Algo así como una explicación detallada del Carpe Diem de Horacio para torpes. Con esta holgazana interpretación de la vida, no es necesario buscar muchas explicaciones más del porqué la villa desapareció durante quince siglos así como el Imperio mismo.
De regreso la parada de rigor. Parece que no podemos evitar un alto en La Trapa y saborear un cálido y dulce chocolate, esta vez con menos tertulia… A alguno aún le quedaban compras que hacer en el “Black Friday”.
¿Nos degradamos también?¿cómo los romanos? y… ¿acabaremos como La Olmeda? …Quizás.
Eso sí, nuestro día bien aprovechado sin duda
¡Enhorabuena por los contenidos!
Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
un cielo gris, un horizonte eterno,
¡y andar … andar!
Moviéndose a compás, como una estúpida
máquina, el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro
dormía en un rincón.
El alma que ambiciona un paraíso,
buscando sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando porqué.
Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar;
gota de agua monótona que cae
y cae sin cesar.
Así van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy mismo que ayer…y todos ellos
sin goce ni dolor.
¡Ay! a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir…
Amargo es el dolor; pero siquiera
¡padecer es vivir!