El pequeño arroyo Del Henar, cuando brota, lo hace al norte de Cuellar, sobre los 880 msnm entre montes de pinos salteados de carrasca, sabina y enebro que se alternan con tierras de labor, casi todas de regadío.
Su cauce discurre, también a veces, durante 28,5 km. Próximo a sus riberas se ubican, primero el Santuario del Henar —en Segovia— y después las localidades vallisoletanas de Viloria del Henar, San Miguel y Santiago del Arroyo, esta última pedanía de la anterior. Aquí tuerce bruscamente a la izquierda evitando el Raso de Portillo para dirigirse hacia el Cega justo entre los municipios de Megeces y Cogeces de Íscar. En su recorrido ha descendido unos 150 m.
Hoy me propongo recorrerlo en bicicleta desde sus manantiales hasta el Cega. En la primera hondonada del páramo aparece un pozo y al poco otro y luego otros más. Pozos en el mismo cauce y pozos a cada lado. Pozos con huerta, pozos sucios y pozos llenos de ratones muertos; algunos pozos en construcción, y pozos peligrosos. Cada uno esta dotado de un ruidoso motor de gasoil que salpica aceite y combustible a la tierra a juzgar por las grandes manchas oscuras y grasientas que suelen acompañarlos. La insaciable agricultura y la pasividad de la administración dificultan el discurrir del arroyo y la vida de sus habitantes.
El cauce no tiene agua pero su humedad subyacente mantiene una verde y desordenada ribera poblada de carrizo. A medida que su valle se ensancha aparecen chopos y alisos consiguiendo formar una línea contínua. Mientras, los pinares flanquean los cotarros.
Tras recorrer con alguna dificultad los arenosos montes observo que se van abriendo los cultivos a las orillas del arroyo. En la linde de un campo de patatas se levanta un enorme bando de cigüeñas que colman el cielo con un curioso espectáculo; más adelante una corza se levanta junto a un pozo, me mira y me intento acercar a fotografiarla, no se va y me ladra agresiva… ¿tendrá crías junto al arroyo?. Opto por seguir y el ladrido cesa a mi espalda.
Enseguida llego al Santuario de la Virgen del Henar, muy significativo en la comarca y en Valladolid en general. El paraje es bucólico. Praderas de grama salteadas de chopos, castaños, de prunos, olmos y sauces; fuentes y bancos e incluso un bar. Un paisaje poco frecuente por estos lares en la actualidad y que parece fuera de contexto. Algunas familias almuerzan, juegan y disfrutan. Solamente el agua falta por el arroyo vacío que lo atraviesa.
El arroyo ya ha marcado su valle cuando llego a Viloria del Henar. Una agradable y cuidada localidad cuyo perfil se adivina en el páramo por su elevado depósito de agua en lugar de la discreta torre de la iglesia. Sobre el lugar avisto algunos buitres reposando sobre el aire cálido. El arroyo sigue seco y en las riberas se observan algunas labores de desbroce.
Dejo Viloria sumida en sus verbenas y reboladas de agosto y sigo río abajo. El arroyo se encaja suavemente, incluso genera meandros y al volver cada recodo una sorpresa. Primero encuentro viejas minas de blanquísimo yeso, más allá la Fuente del Borbollón con un moderno abrevadero y de caño sorprendentemente copioso. A continuación, las ruinas del misterioso Monasterio de las Huelgas que ahora lo llaman la Ermita. También dispone de fuente; muy apreciada y de la que dicen que jamás se secó. Hoy también soltaba un limpio caño que se colaba entre las ruinas del monasterio para alimentar higueras y nogales asentados entre sus sillares desmoronados. Muy cerca del arroyo una perforadora trabaja en un pozo.
Entro en San Miguel del Arroyo y el Henar sigue sin agua aunque comienza a caer un buen chaparrón. Me refugio en la acogedora terraza de “La Chopera” donde pido un café al tiempo que me recreo con la vista de las dos parras mas enormes que yo he visto y que lo cubren todo. De sus vástagos cuelgan uvas y luces decorativas. Me cuentan que tienen casi cien años y que nacieron de las raíces de otra vecina ya desaparecida.
Tras el chaparrón y el café decido subir a las dunas, me quiero reencontrar con un viejo amigo que os presentaré en la siguiente entrada. Subo al inmenso pinar de «El Negral” entre bodegas. Arriba algunos bidones sobre la arena delatan el renacimiento de la explotación de los pinos resineros, un recurso natural que mantiene de nuevo a varias familias según me han contado abajo.
Tras saludar a uno de mis pinos favoritos bajo por Los Castillejos y me planto en Santiago del Arroyo. Es insólito pero aquí el arroyo renace: ¡lleva un hilo de agua! Llega a los prados y a la laguna. El lluvioso mes de julio mantiene la grama verde y la lagunilla bien surtida. A partir de aquí el arroyo gira con brusquedad hacia la izquierda y en su cauce aparecen varios molinos y la fábrica de rubia del Macho. El valle se ha hundido y los páramos parecen más altos; a mi izquierda el Riscal —donde podemos encontrar el pequeño sabinar— y a mi derecha ¡nada menos que Barcelona! El pago donde debió de situarse aquella aldea de pastores dependiente de la Villa y Tierras de Portillo y que probablemente arrasó Almanzor aquel verano, hace ahora 1080 años.
Sigo encontrando pozos con incansables motobombas; hoy el día es lluvioso pero aun así se riega. Entre la llovizna el fragor de los motores, trasvase de unos pozos a otros o incluso del mismo cauce, tubos por los caminos… y cientos de aspersores bañando patatales, campos de remolachas, zanahorias y girasoles.
Pronto llego al puente de Megeces sobre el Cega. Me asomo al río y compruebo que baja desolador ¿qué podíamos esperar? Al menos lleva un hilo de agua, ¿será este quizás su “caudal ecológico”?
Finalmente me acerco hasta la desembocadura, junto al Molino de Abajo, pero esta vallado. La tapia no es muy alta y puedo asomarme. Entre una salvaje vegetación El Henar, como si de un milagro se tratara, sigue manteniendo el hilillo de agua que encontré aguas arriba y que justo aquí entrega a un escuálido Cega.
Aquí podéis encontrar el track de la ruta (wikiloc)
Muchas gracias por el reportaje.
Parece que hasta el agua de los ríos se marcha de vacaciones en agosto, ¡qué pena!