Para los que seguís este cuaderno ya conocéis que hay una sección en la que un pequeño grupo de amigos solemos realizar una excursión gastrocultural sencilla y sin más pretensión que dar un paseo, conocer algo y reunirnos para comer, charlar y aprender.
Y aprendemos a remontar despacio una cuesta
Haciendo un esfuerzo y en varios coches (por la dichosa pandemia) nos acercamos a conocer el Castillo de Castilnovo, en las cercanías de Sepúlveda. Nos encontramos ante un castillo-mansión cargado de tesoros y con el encanto que tienen los “Chateaux de la Loire” tan conocidos en Francia aunque en esta ocasión en la misma Castilla y al lado del pequeño arroyo San Juan, afluente del Duratón… cuando lleva agua.
Conducimos despacio por la SG 202, saboreando el paisaje otoñal. Encontramos el Valle del Duratón cambiando su pardo veraniego al tímido verde invernal producido por las primeras lluvias de otoño. Pasamos Aldealcorvo y a medida que la carretera se eleva mi copiloto me indica: -Prepárate ahora, al acercarnos a la cresta a medida que el horizonte se eleva verás aparecer los torreones, después las puntas de los álamos y finalmente el valle del río San Juan. Me insiste en que vaya despacio.
Y así va sucediendo. Son momentos deliciosos; una sinfonía de color y de forma en movimiento al que se unen las nubes que también pintan el cielo cargadas de volumen por la iluminación, casi lateral, del frío sol mañanero.
El castillo de Castilnovo
El curioso castillo se encuentra ubicado y habitado dentro de un entorno privado y la visita debe de ser concertada.
Su historia se pierde en los comienzos de la invasión musulmana en los que pudo ubicarse una atalaya defensiva. Más tarde, en la edad media, pasó por diversas vicisitudes y dueños entre los que se encontró el poderoso condestable D. Álvaro de Luna. Tuvo también prisioneros ilustres como los delfines de Francia, hijos de Francisco I prisioneros en la batalla de Pavía. Llego a pasar a un pintor romántico de la corte de Isabel II para finalmente vendido y comprado llegó a parar a la familia Gárate, sus actuales propietarios. Como cualquier edificio de esta edad ha ido pasando por periodos de abandono y otros de reforma habiendo llegado a nuestros días en un espectacular estado de conservación y con una cierta armonía en cada uno de los estilos que nos muestra entre el que destaca el gótico-mudéjar.
En su interior pudimos disfrutar de un sosegado paseo, casi en familia, escuchando las explicaciones de Rosa, su administradora. Así se fueron sucediendo sus patios, corredores, sus torreones y sus estancias entre curiosas colecciones de soldaditos de plomo, de abanicos, de armas blancas, de materas, de pintura y escultura, de… creo que no podré recordar todas. El castillo también acoge la sede de la Fundación Hispano-Mexicana Castilnovo por lo que también pudimos visitar una colección iconográfica de la Virgen de Guadalupe y otra exposición sobre las artes de la charrería mexicana.
Bajo el castillo, una elegante biblioteca con los nombres propios del Marqués de Lozoya y de Mateo Alemán conserva el olor y el encanto del papel de calidad, de los muebles de nogal, de despachos presidenciales y de recuerdos, muchos recuerdos…
Pudimos también dar un paseo por el entorno natural, como de jardín inglés. Un monte de sabinas y carrascas desciende hacia el río hasta fundirse con el bosquete de galería en el que la arboleda va amarilleando. Entre las alamedas llega un arroyo desde Villafranca que alimentaba a un molino, ahora perfectamente conservado, y que su dueña tuvo la amabilidad de mostrarnos.
En suma: más de tres horas de visita a Castilnovo que se nos pasaron volando. Y así fue, al terminar, cuando ya hambrientos acudimos a almorzar a Villafranca. Una comida bien atendida al agradable abrigo de un hogar encendido y de una buena conversación repasando lo experimentado.
Y vuelta por Sacramenia.
De regreso hubo café y paseo por Fuentidueña, una localidad que nunca defrauda. De nuevo visitamos sus murallas, su hospital, sus bodegas… y también su necrópolis.
Leemos sus carteles que indican que en los enterramientos medievales se colocaban a los difuntos hacia arriba y con la cabeza hacia el Este… y bueno comprobamos los puntos cardinales, comprobamos el ábside de la iglesia y comprobamos las oquedades para las cabezas de los difuntos; incluso la brújula del móvil. Para nosotros que estas están orientadas justo al contrario, es decir, hacia el Oeste.
Aún hubo tiempo para más. En Sacramenia visitamos la tienda de queso y yogures artesanal al pie del cerro de San Miguel donde hicimos un pequeño acopio de algunos de sus productos. Y de vuelta por el valle del Duratón disfrutar despacio, al igual que a la ida, de un emotivo atardecer sobre laderas de rojos viñedos que culminaron con la aparición del castillo de Peñafiel iluminado sobre el valle del Duero.
Aunque somos algo exigentes esta vez no quedó mas remedio que poner el “10” a nuestro apasionado organizador.
Soy uno de los participantes de las excursiones, toda son estupendas en sus paisajes , restos arqueológicos, monumentos, comidas y tertulias, pero lo que mas valoro es la sencillez y el compañerismos de los integrantes, haciendo una mención al amigo Eliseo organizador de partes de las excursiones . Destacando sobre todo al escritor de este block que de una manera sencilla , humilde, expone y describe los lugares visitados
Siempre hay que utilizar una balanza donde en un platillo ponemos: amistad, respeto y cariño, en el otro platillo ponemos: egoismo, envidias y falta de empatía; todo lo que ponemos en el primer platillo tiene que pesar mucho y por lo tanto la balanza se tiene que inclinar en ese momento. Perdemos mucho tiempo a lo largo de nuestra vida y una forma de recuperarlo es viendo la belleza del entorno natural y la belleza de los momentos donde se puede disfrutar.
Acabo de comer un yogur artesanal de Sacramenia. Tenía una leche de oveja, cuya suavidad me recordaba a los flanes que comía cuando mi madre (con menos años) me hacía con toda la delicadeza del mundo. Tenía unos matices dulces con sabor a limón. Ambos, leche y limón se mezclaban en las proporciones justas para desear comerse otro ya así para con satisfacción. En la economía de subsistencia, los pueblos derramaban su ingenio en las comidas. El conocimiento de los productos, que salía de las entrañas de la tierra, se mezclaban con gran mimo y al final la comidas no sólo alimentaban sino que transmitían la sensaciones del entorno donde eran hechas.
Estoy convencido que los pueblos perduraran si tenemos gentes capaces de ilusionarse y emprender aventuras dentro de ellos, a pesar que los tiempos actuales no están para ello.
No es menos cierto que para la película “CEREMONIA SANGRIENTA” se grabaron exteriores en el castillo de CASTILNOVO. Doña Lucía Bosé derramó belleza, clase y estilo de su buen hacer como actriz.
En los castillos no es difícil mirarles e ir leyendo en sus piedras el paso del tiempo, ver los estilos arquitectónicos, las grandezas y las miserias de los tiempos pasados. En la época medieval las paredes eran verticales en los castillos, vino después el siglo XVII y en las fortalezas defensivas de la frontera las paredes se construyeron inclinadas. Había en las cercanías piedra y ésta era un material que se incorporaba en la construcción, en contraposición de donde escaseaba y era el ladrillo el utilizado. Por la ubicación podía deducirse el carácter de la construcción : defensivo o recreo. En CASTILNOVO se encuentran todos los matices posibles que perduran y perdurarán en el paso del tiempo; siempre dependerá del cuidado y del mimo que le dediquemos. El modelo cultural, que hace tiempo que hemos perdido, haría posible que en nuestra historia fuera recordado CATILNOVO y otros tantos que hay por el territorio nacional.