El Campo estará verde, debe ser primavera…

Así iba cantando Sabina en la radio del coche a medida que me acercaba a Villahoz para comprobarlo y… ¡ya lo creo que estaba verde!.

Paseo por el bonito pueblo (BIC) y llego hasta su fuente que ofende a la sequía manteniendo sus dos caños derramando agua abundante. Lleno mi bidón y comienzo un suave ascenso entre bodegas hacia los páramos.

Fuente de Villahoz, Burgos
Villahoz
Entre el Cubillo y el Arlanza

Rodando por la interminable Cañada de los Serranos los horizontes son muy amplios y los verdes variados: pardos y mates en el monte; brillantes y pastel en las vegas. El páramo es estrecho; a mi izquierda puedo observar el valle del río Cubillo, afluente del Arlanza. A mi derecha es el Arlanza mismo quien me muestra su precioso bosque de galería.

El camino está firme y seco, da gloria rodar por el escuchando solamente el sonido de la goma presionando la tierra. Encinas salteadas, robles que por fin se animan a decorar sus retorcidas ramas y algún latizal de pinos se alternan entre campos de guisante y cebada haciendo ameno un camino ribeteado de aliagas floridas.

Cañada del Monte, Santa Cecilia. Burgos, Castilla y León
Cañada del Monte, Santa Cecilia

Cuando llego a Las Coloradas me dispongo a descender hacia Santa Cecilia. Me resisto y busco caminos que alarguen el disfrute del delicioso momento en el que se encuentra el campo.

Finalmente llego al pueblo. Aquí se siente ya el valle del Arlanza, huertas y palomares junto a su arroyo y un conjunto de bodegas en sus laderas entre las que llama la atención una de ellas que parece transportada desde el parque Güell o quizás sacada de una ilustración de cuento. Y es que se aprecia el cariño y la armonía de la decoración de piedra y azulejos partidos que ojalá respeten las heladas de estas tierras.

Iglesia de Ruyales del Agua. Lerma. Burgos
Ruyales del Agua. Lerma

Sigo mi camino hacia el Arlanza y lo cruzo con precaución por el puente del ferrocarril. Allí dejo sus aguas que bajan limpias y animadas entre cantos grises y me dirijo al cercano pueblo de Ruyales del Agua.

Me entretengo en su iglesia de origen románico sobre un promontorio que domina un caserío rodeado de majuelos, después sigo por la vega del Arlanza.

El río y sus viejos puentes

Pongo rumbo hacia el Oeste, el viento se revuelve un poco y la temperatura es cambiante a medida que las nubes van cegando al sol. Paro en los corrales de Valderruedas y busco la fuente de los Americanos pero solamente encuentro un prado lleno de matas de junco que señalan el humedal desaparecido.

Tordómar. Burgos
Prado junto a la fuente de Los Americanos. Tordómar

Sigo por la cañada de El Sotillo. Saludo a un pastor que conduce su vacada sin prisa, acompañada de varios perros inquietos. Enseguida me planto en el puente de Tordómar. Allí, en el mismo estribo, me recibe un miliario que ya nos avisa de quien anduvo por aquí hace tiempo. Tras el miliario el puente mismo, todo un monumento que presume de ser romano y toda la pinta tiene. Bajo el mismo el Arlanza sigue su camino trenzado de cuérnagos y azudes sin preocuparse de quien lo cruza. Tras el puente y recostado sobre una soleada ladera: Tordómar.

Puente romano de Tordómar. Burgos
Tordómar

Desde el balcón de su iglesia, acompañado de golondrinas que van y vienen, tomo un refrigerio mientras contemplo el pueblo y los sotos del río. Es mediodía y cuando sale el sol el calor aprieta. Decido seguir por el río con la esperanza de rodar al abrigo del calor y del viento.

Talamanca, Villahoz. Burgos
Puente de Talamanca

El Arlanza es hermoso, de buena anchura y riberas homogéneas crea un espectáculo fresco y dinámico. Paso por la vieja central eléctrica, puedo apreciar su escalera de peces cubierta por un vergel, y enseguida llego a otro puente “romano”: El de Talamanca. Otro más de origen romano que permanece firme desde hace siglos ejerciendo su función.

Y… El Cerrato

Sigo mi camino y llego a Torrepadre, allí dejo el río y me encaramo de nuevo a los páramos. Ahora: son los del Cerrato.

Tras la subida el panorama se agranda y los vallejos se alternan con los montes en un momento dulce de primavera. Las tierras se ondulan, las cañadas suben y bajan hasta el horizonte y los colores no pueden ser más variados.

Torrepadre, Cerrato burgalés
Hermosos cerratos en Torrepadre

Los campos vacíos, las viejas tenadas en ruinas y en medio de tanta soledad me cruzo con el guarda del coto que vigila a hipotéticos furtivos que andan al acecho del  corzo.

Mientras un águila nos sobrevuela me explica el porqué de tanta soledad.

– Pero ¿Quién va querer vivir aquí? Si aquí se trabaja por casi nada y en la ciudad se puede vivir casi gratis.

Razón no le falta, hay que tenerlos firmes para cuidar un rebaño hoy en día.

Escuderos, Santa María del Campo. Burgos
Puente de Escuderos

Tras el agradable rato de charla pongo rumbo hacia el vértice La Ahijón para, desde allí, bajar de nuevo hasta el valle por el camino de La Muerta que me deja en otro bonito puente de piedra en Escuderos, en el paso de Torremoronta.

Allí se encuentra su molino de cuatro ruedas abandonado, su ermita y algunas viviendas. Pero lo que realmente allí abunda y sorprende es el nutrido grupo de palomares en lo alto del cotarro.

Escuderos, alto de Santillana. Santa María del Campo
Alto de Santillana en Escuderos

Dejo el Arlanza y vuelvo hacia Villahoz. Me encaramo al Alto de Santillana desde donde puedo observar los pueblos inconfundibles de Santa María del Campo y Mahamud y, ahora con el viento a favor, ruedo sin rumbo, sin prisa, sin ganas de llegar… hasta que, acompañado de almendros,  aparece el pequeño río Cubillo que precisamente se dirige al Arlanza. El camino se pierde y me toca vadearlo, más bien saltarlo mojándome los pies en un paisaje delicioso.

Villahoz, Burgos
Río Cubillo en Villahoz

Cae la tarde y de nuevo en la fuente de Villahoz que sigue con su vigoroso desafío a este dichoso tiempo seco.

 

Aquí, en wikiloc, os dejo la ruta y alguna foto más

Santa Cecilia, Burgos. Bodega azulejada
Un antojo en Santa Cecilia

 

 

 

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