En esta ocasión decidimos dar un paseo, otro más, por los páramos y vallejos entre los ríos Odra y Arlanzón. Para ello nos acercamos hasta Vizmalo, una pequeña población Burgalesa que encontramos llena de actividad. Con tráfico curioso y abundante en sus calles entre las que pululaba diversa maquinaria. Enseguida pudimos ver la estación móvil de la ITV chequeando los vehículos agrícolas.
Tras contemplar algunos de sus edificios y la iglesia pusimos rumbo hacia los páramos del Norte. El paisaje se abría más si cabe a medida que subíamos entre cereales, aún verdes, y amapolas. Arriba en el páramo la luz castellana se volvía intensa y agresiva; y en el horizonte, antaño despejado, se desplegaba un bosque de aerogeneradores blancos que giraban azuzando el aire bajo sus palas.
En el Mojón de la Monja tornamos hacia el Este por la Cañada de las Vacas tristemente dañada por las zanjas que requieren estas instalaciones. Por ella nos acercamos hasta Vallunquera otro pueblecito que, sin la novedad de la ITV, se mostraba tan tranquilo como acostumbramos a encontrar los lugares por donde pasamos. Contemplábamos su vieja iglesia de San Cristóbal, junto al Camposanto, cuando daban las 12 en las campanas de su torre.
Desde allí seguimos parameando sin bajar a los valles, contemplando Castrojeríz y Villaquirán de la Puebla desde los cantiles. Así hasta que por el vallejo de Valdelar decidimos caer a Tamarón. En el histórico lugar de batallas entre castellanos y leoneses nos sorprendió su monumental fuente en la plaza, allí mismo repusimos agua y almorzamos junto al arroyo.
Y junto al arroyo de las Penillas de San Bol llegamos hasta Villaldemiro y ya, por el valle del Arlanzón, a Villaquirán de los Infantes después. Se sucedían fuentes y arroyos entre campos iluminados y, en el horizonte, hermosos parajes que ya hemos visitado como Pampliega y Torrepadierne.
Pueblos que cuando los recorremos nos dan testimonio de su pasado esplendoroso; de su antigua grandeza. Ahora sus imponentes iglesias y casas solariegas muestran un abandono secular y un vacío de gentes ya imposible de remontar.
Los aerogeneradores seguían salpicando el paisaje, aunque, quizás sea por la costumbre ¡ya ni los vemos!.
Seguimos camino dejando el valle del Arlanzón para subir de nuevo a los páramos a la altura de Villazopeque. Allí tomamos la cañada por el Barco de la Guanseca hasta asomarnos a Los Balbases Una Villa señorial que se refleja a si misma a ambos lados del arroyo de la Garzoña generando dos barrios, el de San Millán y el de San Esteban en competición por ver cual tiene la iglesia más esplendorosa, cada una en su promontorio.
Salimos en dirección de Vizmalo pero aún hubo tiempo para más. Nos acercamos a la ermita de la Virgen de Vallehermoso. Un lugar delicioso con amplias vistas, pozo, un enorme moral y muchos almendros ahora repletos de jugosos almendrucos. Y de nuevo la luz que lo inunda todo y que casi ciega… incluso con las nubes.
El camino se nos había hecho hoy especialmente agradable. Ahora rodábamos favorecidos por el viento y sin prisa mientras la brisa mecía con suavidad las espigas. Y, por fin, entre las laderas del páramo, apareció de nuevo Vizmalo al atardecer. Junto al caño y su lavadero pudimos refrescarnos y sin más recoger nuestros polvorientos bártulos.
Aquí os dejo el track del paseo… no se, ahora, a la hora de repasarlo y de revisar las fotografías me envuelve la sensación nostálgica de rodar entre un campo… ARQUEOLÓGICO