Las olas de calor se suceden. ¿Qué otra cosa cabe esperar estando en julio?.
Para rodar buscamos la fresca de la mañana y buscamos también las aguas, nada menos que por la Tierra de Campos, entre los regadíos del Pisuerga.
Comenzamos desde Piña de Campos hacia el noreste. La madrugada es fresca y ventosa: hay que ponerse el cortavientos.
El río Ucieza discurre lento, escaso, infestado de carrizos. Por su valle plano derecho hacia el Carrión.
Pronto entramos en una frenética zona de regadíos. Pívots y aspersores lanzan aguas sobre alfalfas y girasoles. El viento lleva las aguas hacia el camino embarrándolo y por encima cruzamos nosotros “disfrutando” de un frío que no está al alcance de cualquiera.
Tomamos un trecho del camino de servicio junto al Canal del Pisuerga y, desde el, podemos observar los majestuosos perfiles de San Hipólito de Támara y, más allá, el de San Juan Bautista en Santoyo y, detrás de ambos, los cerratos de Astudillo que ponen fin por el sureste a las llanuras terracampinas.
Es tiempo de siega y, a esta hora de la mañana, el ambiente se llena de la fragancia húmeda que despide la mies recién cortada. Ahora cambiamos nuestro rumbo hacia el Norte en la dirección de Boadilla del Camino. Seguimos contra el viento pero el Sol va subiendo: hay que aligerarse de ropa.
Tras recorrer las calles de Boadilla cruzamos el arroyo de La Espineda y, junto a la Fuente Vieja tomamos a la inversa el Camino de Santiago. Numerosos caminantes y ciclistas se sorprenden de vernos rodar en sentido contrario, pero nosotros, por el momento, no tenemos necesidad de peregrinaciones que apacigüen nuestro espíritu. En el collado de Otero Largo aparece a nuestro frente el acogedor valle del Pisuerga. A nuestra espalda algunos peregrinos contemplan atónitos la estepa terracampina: ocre, llana y desolada. Por ella aún tendrán que caminar cien kilómetros.
Los aspersores riegan con potencia a medida que nos acercamos al Pisuerga. No podemos evitar una nueva ducha, pero ésta ya no molesta. Enseguida aparece Itero de la Vega, lo encontramos con ambiente jacobeo y lo paseamos. Finalmente nos acercamos al Pisuerga por una bonita vega en la que los rayos del Sol se cuelan entre las choperas creando mil reflejos. Nos entretenemos en el puente Fitero. Por el los peregrinos siguen apareciendo, visitamos el albergue de la ermita de San Cristóbal y finalmente encaramos hacia el otro Itero, el del Castillo.
De nuevo tomamos el rumbo Norte, seguimos por la vega izquierda del Pisuerga cuando el Sol va levantando sin que el calor aún abrume. Y Así llegamos hasta Palacios de Riopisuerga donde encontramos buenas parvas de cebada y trigo oreándose sobre las eras. Parece que está siendo un buen año para el cereal.
Dejamos Palacios entre campos de deslumbrantes girasoles y cruzamos de nuevo el rio por el puente de Lantadilla. Sobre un cerrillo aparece y nos sorprende su impresionante iglesia de la Asunción.
Tras callejear nos colamos entre las riberas del río que, a pesar de la sangría a que es sometido por los regadíos, bajaba ancho y hermoso entre espléndidas riberas. Bajamos y subimos pasando por la moderna ermita de Lantada y tras llegar de nuevo al pueblo nos encaminamos hacia el Oeste. La temperatura seguía subiendo pero ahora el viento se nos aliaba y volábamos sobre el polvo por los caminos.
El río Vallarna, como el Ucieza, apenas dibuja un valle y discurre desparramado, también entre carrizos, para encontrarse con el Pisuerga.
Buscábamos el Canal de Castilla con el fin de protegernos de la fuerte solana bajo su arboleda y, ligeros, alcanzamos Requena de Campos. Allí tomamos el Canal, pero para nuestra decepción, este tramo carece del característico arbolado que suelen ofrecer sus sirgas dejándonos expuestos aunque al menos contábamos con la ayuda del viento.
Rodamos hasta Boadilla y de allí aparecimos en la ermita del Otero, ya en Frómista, donde hubo un pequeño descanso al fresco aprovechando que regaban el lugar. Un vértice geodésico se escondía entre la chopera y la ermita; parece que ya solamente sirven de referencia a ciclistas despistados.
Para el regreso no había mejor opción que el canal. Sus riberas de nuevo aparecían arboladas y sus monumentos se sucedían en forma de esclusas, alcantarillas y acueductos; como el del río Ucieza, uno de los más importantes del Canal.
El rio Ucieza, y el Vallarna. El Canal de Castilla y el Canal del Pisuerga. El Pisuerga mismo y varios arroyos, docenas de acequias, pozos y fuentes… Un verdadero día de aguas para estar en Tierra de Campos.
Aguas y con ellas regadíos del Pisuerga que no parecen suficientes para atraer, ni siquiera fijar a la población que se fue.
Casi sin darnos cuenta estábamos de nuevo en Piña, refrescándonos a gusto en una de sus fuentes para poner fin al paseo. Esta vez más largo de lo habitual: aquí os dejo el track.