Hoy volvimos a embarcar en el muelle de Vilanova de Gaia para navegar Douro arriba hasta Peso da Régua. Volvimos a reencontrarnos con las placenteras sensaciones de recorrer otra parte nuestro querido río, de flotar sobre sus aguas amansadas y de saborear su vino y sus paisajes. Todo esto en un día radiante de sol de otoño.

A las ocho parte el barco cuando el sol se refleja en los vidrios de las galerías de la Ribeira, cuando apenas distinguimos sus elegantes puentes cegados por el astro y tenemos que mirar hacia el océano que ya no vemos escondido entre los montes de Oporto.

Muelle de Villanova de Gaia
Amanece en Vilanova de Gaia

A medida que navegamos se suceden villas y aldeas entre los espesos bosques de pino y eucalipto que pueblan sus rocosas laderas. Pueblos blancos a los que acompaña siempre la imagen de un embarcadero sobre el río salpicado de chalanas, de lanchas deportivas, de canoas de remo y de otras barcas para actividades más relajantes.

Mientras avanzamos, el estuario deja paso al río que se va estrechando entre paredes verdes.

Arnelas, Vilanova de Gaia
Aldea de Arnelas

Pronto llegamos a Crestuma-Lever, el paisaje se hace industrial: aparece el hormigón, también compuertas y otras estructuras, tendidos eléctricos y un puente que lo cruza todo. El barco maniobra hacia la margen izquierda del río y cruzamos la esclusa que nos eleva trece metros en apenas quince minutos. Se abre la compuerta y el río también lo hace; ha crecido y se ensancha. Sus aguas de esmeralda se amansan de nuevo y sobre la cubierta recorremos el paisaje recogidos con rebeca para protegernos de la brisa fresca.

El Douro navegable en Portugal
Riberas del Douro

Ahora el río se retuerce en meandros cerrados que lo llevan hacia el norte o sur según su capricho. Encontramos pequeñas bahías donde van desaguando sus arroyos y muchas playas en cada recodo. Estamos en un río que nos parece distinto; verde, ancho y.. más poblado que arriba, en la meseta.

Es tan diferente de su paisaje allá y, sin embargo, es el mismo, es nuestro querido Duero.

Pasamos el acogedor encuentro con el Támega entre puentes y monumentos y seguimos navegando por un estrecho y concurrido canal señalizado con boyas rojas a su derecha y verdes a la izquierda.

En Penha Longa el rio vuelve a estrecharse, sus ribazos se levantan y los pueblos desaparecen.

Piedra Longha Marco de Canaveses
El Douro se estrecha al llegar a Carrapatelo

La sensación es ahora más relajante si cabe. Silencio y soledad apenas rotos por el rumor de la motonave.

El barco avanza por el canal cuando aparece otro muro formado por pilares y compuertas que cruza el rio. Se trata de la presa y esclusa de Carrapatelo. Esta, mejor apoyada en los farallones, es bastante más alta. Aproamos hacia la compuerta pero el semáforo está en rojo. Mientras nuestra embarcación espera observamos el alto muro gris y sus infraestructuras aledañas, la central eléctrica y su laberinto de torres alineadas que se radian a todas partes.

Presa y esclusa de Carrapatelo
El barragem de Carrapatelo

La esclusa se abre y sale un crucero. Los barcos hacen sonar sus sirenas estridentes; los pasajes de ambas embarcaciones cruzan por unos instantes su destino saludándose efusivamente y el barco se aleja a la vez que el semáforo nos da paso.

Entrar en la esclusa de Carrapatelo es entrar en un pozo por el fondo. Una vez dentro las paredes convergen en el cielo teniendo como tapadera el puente de la presa. Dentro reina la penumbra y el continuo gotear de la instalación rompe el silencio.

Esclusa Carrapatelo, Portugal
Vaso de la esclusa de Carrapatelo. 35 m de desnivel entre aguas

Mientras un tripulante amarra la embarcación a un costado las puertas traseras cierran y el vaso comienza a llenarse. El barco sube lentamente lo equivalente a diez pisos, a medida que los muros se acortan la luz se incrementa y, una vez en lo alto, el portón delantero desciende como una guillotina dejándonos a nivel del embalse.

El valle sigue siendo el mismo pero el paisaje ha cambiado. Los pueblos se han ido distanciando y los bosques desapareciendo. Ahora las riberas son un jardín de parterres dibujados con viñedos cuyas hojas tornan al ocre, de olivares, de naranjos, de higueras y de limoneros. Entre ellos, de vez en cuando, orgullosa, una blanca quinta entre cipreses o palmeras.

El Douro por Mesão Frio
Comienza la ribera «vinateira»

Pasamos Mesão Frio y llegamos a Régua, ha dado comienzo el Alto Douro Vinateiro, un viaje que contaremos más adelante.

Salimos contemplando un lugar atractivo como es el Muelle de la Ribeira en Oporto y terminamos nuestro viaje en otro lugar excepcional como es el Alto Douro Vinateiro. Dos lugares con el título de Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Y ambos unidos por el río Douro/Duero; poco más podemos pedir.

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