… relacionado con la entrada CANAL DE TORDESILLAS I
Este segundo recorrido por el canal de Tordesillas comienza en el famoso puente medieval de la villa. Al igual que hace un par de semanas no alcanzo a ver la otra orilla del río por la jodida niebla. La temperatura es aún más baja. No importa, haré una ruta sencilla y entretenida que me llevará hasta donde vierte el canal las pocas aguas que le sobran. Parece que la bicicleta se queja, está perezosa. El freno trasero renquea…
Algo más sobre el canal
Comentábamos en la entrada anterior que el canal se inauguró en 1923. Pues bien, tras 90 años de actividad ha dejado de funcionar tal y cómo fue concebido. Sobre una vega en la que hasta el siglo XIX solamente se regaban pequeñas fincas con agua de pozos dotados de norias movidas por sangre, el canal de Tordesillas logró llevar el agua a una vega fértil y agradecida. Su sistema básico de funcionamiento era por gravedad; por la pequeña energía potencial que adquiría el agua al estar más alta que las tierras que irrigaba. Se regaba a manta en toda la vega y aquel gran avance de hace un siglo es hoy en día obsoleto e ineficiente.
La infraestructura se ha abandonado. Mejor dicho, se ha sustituido por otra totalmente nueva, enterrada bajo los caminos y «a presión». Ahora los agricultores tienen el agua a las puertas de sus fincas como en casa tenemos la luz, el agua o los gigas. Disponen incluso de un contador para control y pago por consumo. Por ello ya no será fácil encontrar riegos a manta y sí aspersores, pivos y otros modernos sistemas. El río debería verse también beneficiado: menor sangría y menor contaminación por arrastre de fertilizantes. En fin, ¡que así sea!
Aceñas por doquier
Desde el puente de Tordesillas bajo entre empinadas callejas a la ribera para encontrarme con el primer punto de interés: Las aceñas del Postigo. Sus tajamares y espaldones no han cedido ni un milímetro desde su construcción. Si tu imaginación coloca tres ruedas con palas girando, puedes adivinar el dinámico paraje que tuvo que albergar siglos atrás lleno de actividad industrial. Yo sigo en busca del reinicio del antiguo canal. Esta parte es de sección más estrecha y está algo más abandonada si cabe. Más adelante las bombas auxiliares de San Vicente muestran un incipiente abandono.
Entre campos arados y acequias sigo avanzando con lentitud. Tengo que desistir de visitar las aceñas de Osluga, que dejaré para otra ocasión más soleada. El barro me impide el movimiento en bicicleta; pero no hay problema, en cuanto recupero la movilidad me encuentro otras en un agradable paraje junto a las islas de los Muertos: las aceñas de la Moraleja. Y es que, en algún sitio había que moler las cosechas de nuestros campos. Estas últimas llegaron a ser fábrica de luz en el siglo XX.
Pero hay más, enfrente deberíamos de avistar las de Zofraguillas y de los Herreros. No es de extrañar, en el tramo de río paralelo al canal he contado 9 azudes, todos ellos aprovechados en su día convenientemente, incluso alguno en la actualidad.
Torrecilla de la Abadesa
Cruzo Torrecilla observando cómo el canal se encuentra tapado en su recorrido recogiendo a la vez aguas de escorrentía, la niebla es tan cerrada que no llego a ver la torre de su iglesia pero hay más cosas: dos chozos de adobe bien conservados me sorprenden en sus eras. Ruedo ceñido al canal, así no hay perdida, hace rato que me encuentro en la Reserva Natural de las Riberas de Castronuño pero hoy no es día para avistar pajarracos.
Y Torre Duero
A medida que avanzo observo como la terraza del Duero se aproxima al río haciendo la vega más estrecha. Arriba, pagos como el Castillo y la Guarda nos hablan de despoblados medievales ya desaparecidos. Y abajo, al lado del arroyo Valdepino, un rebaño entero de churras me observa con asombro. Al llegar a Torre Duero me encuentro con el clásico cruce de caminos en el que ya no puedes continuar; señales, vallas, prohibiciones… ya no puedo seguir por el canal de Tordesillas y estoy al lado de su desembocadura. Al menos me encuentro con personas amables… Tras visitar su curiosa iglesia mudéjar ~siglo XIV según me cuentan~ entre caballos de pura raza y viñedos en reposo emprendo un prudente regreso solamente con el freno delantero de la bicicleta.