Lleva varios días lloviendo pero hoy se ha abierto una pequeña ventana que me pilla en Pinillos de Polendos y por la que me asomo de nuevo al campo.
Desde el pequeño pueblo comienzo a caminar, cruzo el arroyo de Polendos y remonto su valle hasta los altos de El Campillo. La sierra, tan cercana, no se aprecia oculta entre las nubes así que me centro en donde piso; el suelo está empapado y reblandecido y resulta molesto caminar atento para evitar los peores charcos y barrizales.
Covatillas
Llego por fin hasta el cantil del Cañón del Pirón y comienzo a descender hasta el río por la Cuesta de Covatillas. En las laderas el barro casi desaparece bajo la hojarasca de encinas y quejigos que comienzan a hacer su montonera de bellotas entre la que surgen setas variadas.
Llego al río y me encuentro con el precioso puente medieval de dos ojos asimétricos que genera un paisaje de ensueño sobre un rio que discurre plácidamente arrastrando las hojillas amarillas de los fresnos. A otro lado del puente vemos el ruinoso caserío con sus viviendas, sus cuadras y su palomar resignado al abandono.
Nada más girar a la derecha aparece la curiosa fuente de Covatillas cuyo manantial es retenido por un pequeño azud que suelta las aguas a través de las bocas de unas elegantes cabezas de león entre musgos, hiedras y nogales.
La Ermita de Santiaguito
Paso una estrecha portezuela y sigo junto al río, disfrutando de sus reflejos y de sus prados. A veces me elevo sobre la ladera del cañón y otras tengo que pasar entre el ganado que me mira con curiosidad.
El cañón del Pirón es imponente, cuesta imaginar como un rio tan menudo pueda haber excavado tanto.
Aparecen algunas cuevas en el cantil y, enseguida, la ermita de Santiaguito.
Se trata de una ermita rupestre, seguramente un eremitorio. Una pared de tosca mampostería cierra un amplia cueva sin que apreciemos apenas detalles religiosos salvo si miramos a través del pequeño ventanuco de la puerta y observamos su altar y la puerta de lo que parece la sacristía.
No es posible seguir más allá y tampoco parece fácil trepar hasta la cresta y más yendo solo; así que decido volver sobre mis pasos. El Pirón me permite vadearlo y cruzo a la otra orilla donde encuentro buen camino. El paseo no puede ser más agradable con algún amago de lluvia y otros de sol.
El molino de Covatillas
Llego hasta el caserío de Covatillas y sigo hasta el viejo molino por la orilla derecha del río entre algunos chopos que fueron mochos.
El molino y otros edificios auxiliares aparecen cubiertos de hiedra y sin techumbre. Curioseo el lugar y trato de encontrar el camino que me lleve a Peñarrubias de Pirón pero ese camino está al otro lado del río y del puente del molino solamente aparecen sus viejos estribos entre una ribera salvaje.
Pues, o vuelvo o cruzo…
Volver no me agrada así que trato de cruzar. Ajusto bien las cosas que llevo para no perderlas y calculo los pasos… una rama, una piedra que se mueve, un poco de agua, algo de decisión y un salto final. ¡Vaya, lo conseguí!
Retomo el camino y el paseo vuelve a la calma. Llego a Peñarrubias donde me sorprende una colección de tractores impolutos en formación cual escuadrón de caballería. Al fondo su ermita románica de La Octava recibe un gracioso rayo de sol.
Y regreso. Remonto el valle por el camino a Peñas Mesina ahora rodeado de buenas sabinas que crecen entre caprichosas rocas calizas. De nuevo en el páramo; parece que el suelo está algo menos blando, más cómodo. Ahora las nubes, que abren un poco, me dejan ahora contemplar bien el horizonte de la enorme campiña hasta que regreso de nuevo al arroyo verde de Polendos.
Aquí os dejo el track del paseo (ojo a los vadeos del río)