Dejamos por ahora nuestras recientes aventuras aeroespaciales para retomar los caminos de la cuenca del Duero con nuestra querida bicicleta.
Sin madrugar y sin prisa llegamos hasta Fonfría, en Zamora. Allí comenzamos nuestra ruta con la intención de conocer mejor la comarca de Aliste, especialmente el rio del que toma nombre.
El rio Aliste nace en la sierra de La Culebra, cerca de San Pedro de las Herrerías. Desde allí desciende hasta encontrar al Esla en el embalse de Ricobayo, después de recorrer unos 72 km atravesando las comarcas zamoranas de Aliste y Alba.
Nosotros dejamos Fonfría en dirección Vide de Alba por caminos firmes y en pronunciado descenso que nos fueron acercando hasta el arroyo del Nogal. Allí el camino fue desapareciendo; convirtiéndose en un oscuro túnel de vegetación salvaje en el que las afiladas espinas de las zarzas nos dejaron algunos recuerdos en brazos y piernas.
Aún así el paisaje se nos mostraba espectacular en un día diáfano y caluroso. Los pequeños arroyos aún mantenían un digno caudal y junto al arroyo Ramilo aparecieron los restos de un viejo molino que, comido por la vegetación, aún pudo mostrarnos su balsa, su piedra molinera y la cabría entre abundantes zarzas y ortigas que penetraban implacables entre sus lascas de esquisto.
Dejamos el molino y llegamos hasta la parte alta de Vide de Alba. Allí mismo conocimos al río Aliste. Se trata de su último tramo y aparece anchuroso y sin riberas, formando parte ya del embalse del Esla.
Junto al Aliste rodábamos a gusto. A medida que remontábamos el rio se iba estrechando mostrándonos sus antiguos prados y huertas que estuvieron delimitados por cortinas que apenas emergen de un embalse repleto.
Con estas llegamos a Vegalatrabe donde el rio ya mostraba su auténtico aspecto. Sobre un viejo pontón de piedras pasaderas, jalonado de prados donde pastaban sueltos algunos borricos, tiramos algunas fotos ante la mirada vigilante de una cigüeña que no nos quitaba ojo.
A partir de aquí la etapa fue muy fácil por caminos marcados entre las riberas del río. Era todo un placer disfrutar de la sombra y frescor que nos ofrecían los abundantes fresnos, alisos y sauces sobre prados repletos de hermosas umbelas blancas de las zanahorias silvestres.
Aparecieron otra vez las huertas en su momento de esplendor y a continuación llegamos hasta Dómez. Allí, en el Pozo la Olla, como soldados en formación, encontramos los viejos tajamares de piedra de un puente que debió tener su plataforma de madera ya que no apreciamos resto de arco alguno.
Tras visitar la localidad seguimos junto al rio por su margen izquierdo. Ahora el rio se mostraba asimétrico. Su ribera derecha era alta y escarpada, cuando cruzamos el puentecillo de Las Carboneras fue su margen izquierdo el que se elevó. Un detalle que, desde luego, poco preocupaba a quienes se entretenían por allí pescando cangrejos.
Ya en Gallegos del Rio pudimos observar con más calma la arquitectura vernácula que caracteriza a estos pueblos. Combinando la pizarra en muros con el granito tallado con sencillos adornos para jambas y dinteles; algunos edificios ruinosos nos mostraban también sus tabiques de adobe. Llamaban la atención sus calles casualmente ajardinadas con coloridas amapolas reales ceñidas a los muros.
Por aquí se reúne el rio Aliste con el arroyo Riofrío formando un bonito barrio de huertas donde prosperan las verduras salpicadas de higueras y otros frutales. Una mesa bajo la sombra de unos fresnos nos acogió para el almuerzo .
Dejábamos aquí al rio Aliste para emprender el regreso. Con el Sol en lo alto solamente quedaba rodar despacio, buscando caminos que nos acercaran a Samir de los Caños y después a Fonfría. Surcamos campos de cereal maduro salpicados de roble y encina. Terneras, ovejas y cabras buscaban a esta hora la sombra. A nosotros ahora nos tocaba remontar, cansinos, el gran descenso que habíamos realizado horas antes hacia el valle.
Samir de los Caños hacía honor a su nombre y encontramos sin esfuerzo tres de ellos. En los tres nos refrescamos apartando alguna rana y dejando que el agua fría se colara entre nuestras ropas dejándonos una grata sensación de bienestar.
Desde Samir nos dirigimos hasta el vértice Malladica (858) y tomando después el ancho cordel de Zamora a Sanabria llegamos de vuelta a Fonfría.
Afortunadamente el bar de Ángel se encontraba operativo. Lo que habíamos hecho en los caños de Samir por fuera de nuestro acalorado cuerpo, aquí pudimos hacerlo por dentro a base de cerveza con limón bien fría. Mientras, nos contaban los detalles del traslado que tuvo la fuente que da nombre al pueblo, allá por los años 60, cuando las obras de la carretera.
Un buen paseo para disfrutar, aquí os dejo el track