Las últimas lluvias caídas decidieron esta vez el lugar para pedalear. Con ánimo de eludir los barrizales que solemos encontrar en otros lugares en Tierra de Pinares suele ser diferente; sus gravas y arenas filtran con avidez y dan a los caminos una textura que permite el movimiento.
Nuestros propósitos en cuanto al barro solamente se cumplieron en parte. El último tercio de la ruta con un camino desaparecido y subiendo a los paramillos entre Cuellar y Vallelado acabó con ciclistas y bicicletas rebozados.
El río Cega
El río Cega, que nace en el norte de la Sierra de Guadarrama, llega al Duero después de cursar 150 km. Pues bien, unas dos terceras partes de este recorrido lo hace tajando con facilidad la arenosa comarca de Tierra de Pinares. Un verdadero mar de pinos que embebe su cauce y ribera sin que apenas podamos apreciarlo a no ser que nos acerquemos.
Se trata de un río delicado. Muy afectado por la contaminación agraria y el abuso de los regadíos. Por si todo esto no fuera suficiente ahora asume la responsabilidad de la recarga del acuífero del Cerracillo, otro mar subterráneo situado bajo el mar de pinares y que, desgraciadamente para el río, es el soporte económico de la comarca.
Al encuentro del río
Comenzamos en Valledado buscando el Cega. Lo encontramos en el Puente del Pino, en Mata de Cuellar donde además encontramos un palomar en ruinas que se resisten a abandonar algunas inquilinas.
La mañana muy fresca, de hecho los charcos se encontraban aún helados y el barro sólido. El sol no reunía el suficiente valor para salir de entre la niebla y su luz se adivinaba ahora entre las copas de los negrales.
Seguimos un tramo paralelos al río. Su ribera hundida y ya sin hojas nos muestra un buen caudal, rápido y transparente, propio de este mes.
Como queremos ver el Molino de la Minguela cruzamos de nuevo el río con la esperanza de poder vadearlo por su presa posteriormente. Encontramos un edificio enorme que debió de llegar a fábrica de luz, el paraje es delicioso con los restos del puente sobre su caz y otro sobre el río que debió de ser importante. Ahora solamente quedan sus robustos pilares y por tablero nada salvo unos viejos raíles de ferrocarril robados a alguna vía abandonada.
Imposible de cruzar. Tampoco fue posible el vadeo por la presilla y hubo que recular de nuevo hasta la margen izquierda por la carretera de Chañe.
Resultaba agradable rodar junto al profundo barranco que suelen formar estos ríos de Tierra de Pinares. Al poco, cuando ya vamos a abandonar la ribera, el ruido de una presa nos atrae. Resulta ser el azud de dónde tomaba agua el molino anterior; una enorme barrera de buena cantería que debió de tener unos cuatro metros de altura. Ahora en desuso, se encuentra afortunadamente quebrada en su mitad. Queremos imaginar que para permitir la continuidad del río y el paso de las truchas, bogas y bermejuelas que intentan habitar el río.
Pinos y puentes
Abandono la ribera campo a través en busca de una pista forestal cercana; se trata de una auténtica autopista para bicicletas trazada casi con tiralíneas. Aquí es el pinar, en plena explotación, el que toma el protagonismo. Así, vas encontrando entresacas madereras, aclareos y sobre todo el sangrado de la miera que, de nuevo, ha resurgido económicamente. Por desgracia, entre los pinares, también encontramos infinitos tubos de riego que salen directamente del río.
Topamos con el Pino Pina, un curioso resinero con cierta malformación. Por su rareza ha conseguido su lugar entre los árboles singulares de la provincia de Segovia, ganándose una placa explicativa a modo de condecoración.
Cansados de la pista (algo monótona) nos acercamos de nuevo al río para buscar el Molino de los Barrancales. En su lugar una finca en explotación nos impide el paso. Entre el pinar conseguimos llegar hasta el río; no encontramos el molino pero si las ruinas de un puente que seguramente perteneció al conjunto de la instalación. Por él cruzaba el antiguo camino de Chañe a Cuellar. El puente muestra dos arcos a la vista de los tres que parece debió tener. El arco central conserva solamente una parte de sus dovelas haciéndolo intransitable o cuanto menos peligroso.
De nuevo por la pista llegamos hasta los polígonos de Cuellar. Contemplamos el viejo Puente Segoviano e incluso recorremos unos centenares de metros por la Senda de los Pescadores; aunque volvemos ya que no parece ciclable con las ruedas resbalando peligrosamente entre la hojarasca embarrada. La realizaremos mejor caminando en otro momento.
Hacia el llano de Torregutierrez
Con Cuellar a la vista en lo alto de su páramo iniciamos el regreso de nuevo buscando el río. Visitamos el Puente del Velosillo y nos internamos en un magnífico paraje de ribera. Llegamos al encuentro del Cega con el arroyo Cerquilla que bajaba bien despachado. Un puente de piedra de buena factura, aunque semiabandonado, nos permitió el paso de nuevo hacia los pinares donde nos observaban estáticos algunos corzos curiosos.
A partir de aquí abandonamos los pinares como pudimos. Entre caminos desaparecidos por las rejas de potentes tractores hubo que hundirse en las tierras y — la verdad— no era el día… Aún así encontramos nuevas pistas que nos animaron a subir hasta los páramos de la derecha del asimétrico valle del Cega: por un lado llano y por el otro remonta.
Así pudimos, ya cargados de barro, disfrutar de unas vistas amplisimas: a un lado Torregutierrez y siguiendo por los cantiles de esta pequeña sierra; al otro, el inmenso mar de pinos con las costas que forman las sierras segovianas al fondo.
A partir de aquí nos dejamos caer hasta San Cristóbal de Cuellar por una bajada de yeso imposible. Desde allí, siguiendo las aguas del Horcajo, de nuevo hasta Vallelado. Aún hubo que rodar algunos metros por asfalto para soltar algo los pegajosos légamos.