Llegamos al puente de Venialbo al despuntar la mañana. Enseguida preparamos las bicicletas y comenzamos nuestro paseo entre la duda de colocarse el cortavientos o disfrutar del frescor de la mañana.
Nuestra intención era bajar por el amplio valle del arroyo de Talanda hasta encontrarnos con el Duero y regresar pasando por la cumbre del cerro del Viso, el otero de la Tierra del Vino que domina el gran meandro de Fresno de la Ribera.
Por el valle del arroyo de Talanda
Tomamos el Camino del Molino y acompañamos al arroyo. Las sombras de las alamedas son aún mas largas que los propios árboles y, entre los vallados, el ganado pace en calma. Al poco, el camino se nos corta y se diluye obligándonos a subir por una ladera que nos lleva a los montes del sur de Toro.
Pero pronto aparecen estrechos senderos que nos permiten rodar entre las cuestas. Senderos firmes, estrechos y muy entretenidos para la bicicleta. Entre almendros y rocas desprendidas avanzamos con precaución; bajándonos a veces para salvar los pequeños barrancos que forman las regueras. El paisaje es espectacular: a nuestra derecha los farallones verticales de piedra anaranjada de los pagos llamados “El Culo del Mundo” y Las Contiendas y, a nuestra izquierda, más allá del arroyo de Talanda, se extiende una amplia llanura donde sobresale el teso testigo del Viso, centinela del valle.
Parece ser que de estas laderas ya los romanos extrajeron la dorada piedra arenisca con la que construyeron la ciudad de Albocela, más abajo junto al río. Por supuesto después de arrasar el castro indígena situado en lo alto del Viso. Parece que el procedimiento de extracción era primero partir los bloques, después lanzarlos desde lo alto para finalmente transportarlos. Esto nos tienta a pensar que las grandes peñas que encontramos junto a los senderos pudieron ser lanzadas en aquella época… y hasta ahora.
Algunos problemas técnicos en los cambios nos hacen abandonar los difíciles senderos y regresar al cobijo del arroyo; se nota que últimamente hemos hecho poco caso a la bicicleta y bien que nos lo recuerda. Nos acercamos al Duero en las cercanías de Villalazán. La selva cerrada de sus riberas nos impide disfrutar de su amplitud y solamente podemos apreciar el lánguido y estrecho canal que separa una mejana que apenas llegamos a ver.
Avanzamos hacia Villalazán, un pueblo tranquilo de calles rectilíneas que en algún momento de su historia se subió a la terraza del Duero para evitar sus violencias. Después non acercamos a Madridanos, localidad animada y ¡con tiendas!. Encontramos pan y almorzamos en su soleada plaza de la Iglesia.
Cerca encontramos la pequeña localidad de Bamba, esta con “B” a diferencia de la vallisoletana Wamba. En su iglesia custodian la imagen de la Virgen del Viso cuya romería comarcal se prepara para los próximos días a tenor de los anuncios que encontramos por los pueblos que pasamos.
El Teso del Viso
Desde aquí nos animamos a trepar al teso del Viso por una pista asfaltada que hizo relativamente fácil la subida. Desde arriba, encaramados en sus costras de caliza que albergaron algún castro amurallado, pudimos contemplar tierras amarillas del bajo Duero salpicadas de majuelos verdes; por algo estamos en la Tierra del Vino.
Para bajar del cerro nos lanzamos ladera abajo por la parte sur hasta llegar a un rastrojo que nos permitió tomar camino hacia Sanzoles. Ahora, el calor se había convertido en el protagonista.
Al llegar paramos en una fuente junto a la iglesia a reponer los bidones con la precaución de no asustar a la multitud de avispas que a mediodía zumbaban junto al agua. Allí conocimos al Zangarrón, bueno su escultura. Mientras, un comerciante ambulante había hecho la mañana y recogía su tenderete. Pedaleamos entre las calles vacías disfrutando de algunas bonitas edificaciones hasta que nos pusimos de camino de regreso.
Sanzoles está en lo alto del valle del Talanda y Venialbo abajo, junto al arroyo. Así que solamente nos quedaba bajar entre viñas, cereales y algunas encinas como teloneras hasta el pueblo donde comenzamos. Ahora además, las nubes tapaban al Sol haciendo el paseo más placentero si cabe.
Llegamos a los prados y huertas de Venialbo. Recorrimos su calle de La Tajada y encontramos la Fuente de los Caños, algo mermada por la sequía. Seguimos entre bodegas ubicadas en el mismo pueblo hasta que finalmente llegamos a la Plaza de los Negrillos, un nombre evocador de los olmos que allí hubo. Allí teníamos el coche para recogernos y regresar. Encantador paseo, aquí tenéis el track de wikiloc.