En esta ocasión nos desplazamos hasta Montejo de la Vega de la Serrezuela. Habíamos planeado un ruta corta en bicicleta recorriendo el parque natural de las Hoces del río Riaza y después un paseo por el Embalse de Linares en canoa. La segunda parte no fue posible.
Aquí tenéis la sencilla ruta y track de wikiloc (30km)
El río Riaza nace en las cercanías del Puerto de la Quesera, en la Sierra de Ayllón donde encontramos las hayas más sureñas de Europa. Su transcurrir es tan discreto que se aleja de grandes ciudades y de vías importantes de comunicación gustándole pasar desapercibido. Tras recorrer 115 km vierte finalmente al Duero en las proximidades de Roa de Duero.
Cuando el río era libre bajaba bravo desde Maderuelo. Con esa fuerza talló con tenacidad la roca caliza, esculpiendo una profunda garganta que nos deja admirados. Ahora calmado por el efecto del embalse de Linares discurre tranquilo y escondido entre su bella obra convertida en parque natural.
Montejo de la Vega de la Serrezuela (¡35 caracteres!)
El día prometía 38 grados y ya lo creo que los hubo. Viajamos temprano y a las ocho de la mañana encontramos un inusual ambiente en Montejo, el pueblo parecía alegre y animado algo sorprendente y a lo que no estamos acostumbrados.
Desafortunadamente la primera persona con la que hablamos ya nos aclaró que vivían en Bilbao y que venían los veranos y de vez en cuando para cuidar la casa… no creían que sus hijos lo hicieran más adelante y que como ellos, otros muchos. Estas son las historias de nuestros pueblos que la sometida nobleza de la comunidad consiente.
Vistamos su Puente Grande, un vestigio de cuando en Castilla se hacían obras y también su restaurado molino y así, con cierto fresquito comenzamos el suave pero constante ascenso a Valdevacas con la intención de regresar por la ribera.
Valdevacas de Montejo, un pueblo por todo lo alto
La carretera, tranquila y sin tráfico, permitía charla y fotos. Con el último frescor de la mañana, que matizaba y realzaba los agradables aromas campestres llegamos al pueblo.
Esta localidad se encuentra en lo alto de un páramo calizo donde abundan las sabinas y carrascas entre pedregales. Allí pudimos observar palomares, pozos, tenadas, lavaderos y fuentes. Un apicultor nos ofreció miel casera pero no resultaba fácil su transporte. Tras pasear por el pueblo nos dirigimos hacia el Parque Natural bajando por el barranco del Casuar. Entramos velozmente en la sombreada y fresca ribera tomando la senda a la derecha, hacia la presa de Linares.
Las Hoces del Riaza
En Majada Honda hacemos un alto para disfrutar de las esculturas enormes que el Riaza ha ido trabajando últimamente, en los últimos millones de años. Enormes farallones anaranjados caen a pico sobre el río que entre la arboleda escuchamos. Nos llama la atención una curiosa construcción que completan dos.. ¡vagones de ferrocarril! No somos capaces de imaginar lo que habrá costado traerlos hasta aquí.
Remontamos el río en silencio por una agradable senda que nos va mostrando los paredones horadados con abrigaños donde los buitres encaramados se desperezan. No queremos alborotarlos, es su territorio, la reserva que les procuró nada menos que el doctor Rodríguez de la Fuente y otros adelantados a su tiempo como Hoticiano Hernando.
Repentinamente nos topamos con un monumental viaducto. Se trata de otra de las numerosas vías férreas inútiles que abundan por la cuenca del Duero; ahora los AVES se encargan de evacuar las pocas gentes que quedan por nuestras tierras.
Llegamos al muro de hormigón de 35 m de altura que cierra el embalse de Linares. El entorno de las instalaciones se encuentra cuidado y ajardinado, nos gustaría subir las escaleras hasta la corona pero varios carteles nos avisan de que no debemos. Dejamos pendiente la visita a Linares del Arroyo; restos del pueblo abandonado que se encuentra arriba; sacrificado por el «bien común».
Santa María del Casuar
En un paraje tan bello como este no podía faltar la presencia divina. Así cuando ya rodamos de vuelta río abajo nos encontramos con los restos románicos del monasterio de Casuar. El ejército francés procuró que solamente quedara la ermita, pero ésta se vale por si misma para elevar espiritualmente el paisaje a hermosos niveles estéticos y ascéticos.
Nos restaba regresar por la senda marcada. Nos sorprendía que fuera tan… ascendente. También el dulce camino se convertía en dura trocha… pero así era. No nos habíamos fijado bien en los detalles al preparar la ruta y nos vimos sorprendidos por un trepar con la bici a cuestas entre las esculturas del Riaza hasta lo alto de los cantiles. Aparte del esfuerzo y la calor, las vistas desde arriba bien merecieron la pena.
A partir de aquí una prudente y técnica bajada nos colocó de nuevo bajo el parasol de chopos, fresnos, sauces de la ribera del Riaza para desde allí, ya en agradable paseo, llegar de nuevo a Montejo de la Vega.
Había tiempo para más pero no fue posible rematar la jornada como teníamos previsto, “navegando” por el embalse y llegando hasta los restos de Linares… Una visita a Maderuelo con almuerzo remató la jornada. Hemos conocido sin duda una catedral de la naturaleza, un lugar muy especial al que habrá que volver.
¡Bonita mañana! ¡Habrá que repetir!!