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Vengo de recorrer la Esgueva desde sus nacimientos. En las entradas anteriores he ido contando algunos detalles del viaje. Las cosas que más me han sorprendido y las muchas que me han gustado. Es el momento de acabar para el río y ahora voy a acompañar al Esgueva por Valladolid.
Entro en Valladolid después de un gran paseo y dejo la moto polvorienta que hasta ahora ha sido mi ágil compañera. Es hora de pasear y de recorrer la Esgueva por Valladolid .Parece esto parece no tener nada que ver con la rural que vengo describiendo.
Deje atrás el sifón del Canal del Duero, el lugar donde hubo un puente y compuertas que trataban de regular el caudal de cada brazo del río. De la vieja Esgueva Menor apenas quedan rastros de su cauce aunque es muy fácil intuirla.
Ahora, la única, discurre por donde antaño corría la Mayor y así llega a las puertas de la ciudad que ahora se manifiestan en forma de sólidas columnas de hormigón que soportan los múltiples viaductos que salvan sin dificultad el riachuelo.
El canal de desvío que ideara el ingeniero Uhagón a finales del XIX ha sido ampliado y ahora desde el mismo puente de la Calle Aguanieves la Esgueva presenta el mismo aspecto de modelado canal urbano. Son sus últimos tres kilómetros y aparece domesticado para mitigar sus bruscos arrebatos.
Las viejas Esguevas
Mientras camino por las nuevas zonas de Valladolid pienso en como tuvo que ser hace ochocientos años. Valladolid realmente nació entre las Esguevas. El paraje tuvo que ser precioso; suaves vallecillos con riberas frondosas y prados colmados de manantiales y algo más allá “El Gran Pisuerga”. Muchas huertas y ganados y las Esguevas… que se llevaban todo. Todo limpio y sencillo.
Después de pueblo fue pasando a ciudad. Más viviendas y menos huertas y ganado. Se incrementó la población y se acercó del río. Nuevas torres y puentes y con cierta frecuencia un buen susto en forma de riada.
Tuvo que haber un punto de inflexión, un paso del bucólico paraje medieval al insoportable hedor del barroco que nos describen con injusto desprecio hacia el río Góngora y Quevedo. La ciudad no era saludable y el pequeño río en forma alguna podía con los escombros y porquerías que colmataban sus cauces.
Finalmente la Esgueva norte se cubrió y la sur en parte. Pero no fue suficiente. Hubo que apartarla.
La Esgueva de ahora
A principios del siglo pasado se afrontó la obra del saneamiento de la ciudad. Uno de los apartados del proyecto consistía en alejar «definitivamente» a las Esguevas de Valladolid. Se la desvió por el norte a una prudente distancia sin pensar, ni por asomo, que en breve atravesaría de nuevo su entramado de calles.
Pero así fue. Ahora recorro estas calles, antiguos arrabales que en cincuenta años integraron la Esgueva de nuevo en la ciudad.
El primitivo canal comenzaba en el Puente Encarnado, bajo el ferrocarril, tenía dos kilómetros de longitud y tan solo dos metros de caída hasta las compuertas de Linares; el lugar donde vierte al Pisuerga. Una parte del proyecto de saneamiento necesitaba disponer de agua almacenada en el canal para utilizar su energía. Se trataba de abonar zonas del Pinar de Antequera con los residuo de la ciudad. Finalmente no se llegó tan lejos.
Pronto aquel canal quedó pequeño. Lo demostraron riadas como las del 36 y otras. Las obras que se realizaron aguas arriba del río protegían a los pueblos de estas riadas a cambio de enviar todo el agua a la ciudad. Era necesaria una mayor capacidad de evacuación y fue por ello que se acometieron algunas reformas que ensancharon su cajeado de hormigón hasta conseguir un auténtico adefesio que casi cuadruplicaba la capacidad inicial de 25 m/s.
Ahora mantiene el mismo trazado pero presenta un aspecto cosmopolita y saneado. A mi alrededor numerosas personas corren, pedalean y pasean sus mascotas. Luces y colores animan el ambiente y el antaño insano Prado de la Magdalena presenta un agradable aspecto, adornado con los restos del paso del Ramal Norte bajo el muro de la ciudad.
Numerosos puentes y pasos la cruzan y abajo, en el cauce empedrado, algunos pescan al lado de las facultades universitarias. Grupillos de anátidas chapotean y, de vez en cuando, veo ratas que husmean indiferentes entre la piedra caliza que conforma su lecho artificial. Un lecho que goza en la capital de un caudal suplementario del mismo Duero que acude en su socorro.
¿Habrá una futura Esgueva?
Pues vaya usted a saber. Pero intenciones ha habido.
A comienzos de los pasados setenta el Ayuntamiento solicitó de la Confederación un estudio para soterrar el cauce actual ante el lamentable aspecto urbanístico que presentaba la zona y por supuesto el río. La Confederación antes de proceder al estudio solicitó del Ayuntamiento el plan de urbanismo previsto para la zona. La situación era caótica, las licencias se otorgaban descontroladamente y no se tenían en cuenta las alineaciones. El Ayuntamiento no pudo entregar ese plan de urbanismo porque no lo tenía.
Sin hacer el proyecto se hicieron algunos cálculos que no solo dispararían el proyecto sino que provocarían absurdas situaciones urbanas como que las rasantes en algunos puntos irían a nivel de algunos primeros pisos. La corporación, supongo que avergonzada, se olvidó del proyecto.
Pero algo había que hacer…
Poco más tarde, esa vez sí, se realizó un anteproyecto completo proponiendo una nueva desviación. Se trataba de llevar el río más hacia el norte. Cruzaría bajo la Ronda Interior en la rotonda de la carretera de Tórtoles que por aquellas fechas se estaba proyectando. Al llegar al paraje entre el Cementerio y San Pedro abandonaría esta ronda para desaguar en las cercanías de la Fuente de la Plata en el Soto de Medinilla.
Tampoco este proyecto prosperó lo que llevó al consistorio a adoptar la solución que conocemos actualmente y que hasta el momento parece que está funcionando especialmente como punto de encuentro del vecindario.
Y una cerveza reivindicativa
Ya la Esgueva, cansada, se ha recostado en el regazo del Pisuerga y juntos fluyen hacia el cercano Duero. Regreso de la espectacular desembocadura; un vergel agradable frecuentado por deportistas y paseantes que disfrutan de la cascada de más de siete metros sobre el Pisuerga. Después de casi 400 km en motocicleta y bastantes caminando entro en un bar de la Pilarica; estoy sediento y pido una caña.
No hay mucha gente y una pequeña cuadrilla que alterna a mi lado despotrica de las cercanas obras del tren. Hablan soliviantados y con buen tono de voz.
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– ¡No me jodas! pero si aquel alcalde era un soberbio y hasta un delincuente…
– No te digo que no, pero hacía algo; hacía cosas. Si no mira el río. Este es un chulo y un vago…
– ¿Y este túnel?
– ¡Una cagada!, ¡una puta mierda!
– Y otro más que que quieren hacer allá adelante, dónde el aviador de marras. Aunque esperate, que han aparecido algunos pedruscos…
– Pero si dicen que no hay un puto duro.
– Lo que no hay es ni huevos ni ganas de buscarlo. ¿Alguien duda de que en Cataluña se haría?
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Hojeo un periódico sobado mientras tomo la cerveza, afuera unas mínimas y vergonzosas obras tratan de hacer un paso hacia un Valladolid de segunda o tercera categoría. Más adelante harán otro túnel y allí aparecerá el segundo puente del ferrocarril que permitía al tren pasar sobre el brazo norte de la Esgueva; como el Puente Encarnado pero de un solo ojo.
Pago y dejo el modesto pedacito de pan con salchichón que me han ofrecido como tapa. A mi lado los tertulianos piden otro chato.
No se bien quien tiene razón. Quizás —seguro— los dos. La historia del soterramiento, la del Esgueva por Valladolid, la de la Catedral y el Nuevo Zorrilla. Historias de obras a medias en una pobre ciudad sumisa y desafortunada.
Y esta, no menos triste, del Centro de Interpretación del Valle de Esgueva
Por qué se dice la Esgueva o el Esgueva ??
Pues muy claro no lo tengo, pero en mi familia siempre escuche «la Esgueva» hay varias teorías que puedes encontrar en internet sobre el asunto
Saludos