…/… entradas previas de esta ruta
Dejo Encinas de Esgueva y retomo la carretera VA-140, al río le quedan 50 km para entregarse al Pisuerga y a mi los mismos para recrearme rodando por el ancho Vallesgueva —como por aquí se lo conoce— con el sol ya de frente.
Los pueblos, casi vacíos, se alternan a uno u otro lado del río pero rehuyendo las llanuras altas. El bosque ha desaparecido, incluso en las riberas cuesta encontrar algún chopo y en lo alto de los páramos cerrateños descrestan algunas encinas salteadas: Canillas, Fombellida, Torre y Castroverde, pueblos hermosos que se esfuman rápido y sin remedio. Dependen de un ganado que casi ha desaparecido y de una agricultura que pocas manos necesita hoy en día.
El cura de Castroverde
Encuentro abierta la coqueta iglesia neoclásica de Castroverde; la villa que llegara a ser capital del Cerrato entero cuando este era una comarca más allá de los modernos límites provinciales.
Un joven, que resulta ser el cura, me muestra la parroquia y charlamos. Enseguida me doy cuenta que no es de aquí. Le pregunto:
– De dónde es usted Padre?
– Soy polaco, sustituyo temporalmente al titular y llevo varias parroquias… No puedo creerme lo que veo por estos lugares.
– ¿No sucede lo mismo allá, en Polonia?
– Nunca vi nada igual.
Yo ya me he acostumbrado, la carretera es solo para mí y el sol de poniente difumina el contorno de los páramos haciéndoles parecer dunas al sol del desierto del Duero. Belleza vacía.
Quince localidades permanecen en esta parte del valle a lo largo de cincuenta kilómetros. ¿Cuántas personas viven en ellas?¿Unas cinco mil? Si todas a la vez acudieran a un evento no llenarían ni un pequeño polideportivo.
Villaco, Amusquillo, Villafuerte …
Ruedo en solitario. Entre ruinosos palomares y bodegas hundidas aparecen curvas interesantes que me remontan a Villafuerte, uno de los mejores miradores del valle. De nuevo cruzo el río y llego a Esguevillas. Más bodegas, pero ¿y las viñas?
Las palomas volaron y las viñas se arrancaron.
También aquellas esguevillas que dieron nombre al pueblo desaparecieron convirtiéndose en zanjas secas.
… Y Piña de Esgueva. El despoblado de Mazariegos me muestra en forma de espadaña zombi que surge de su sepultura la osamenta del cadáver de aquel lugar que también existió.
Aun así el Vallesgueva es magnífico y sereno. Conservando su personalidad íntegra se aleja definitivamente del Duero cuando entre ambos se interpone el arroyo Jaramiel.
Subo al páramo y encuentro nuevos cultivos, hectáreas de plantaciones de lavanda. Con un tractor y poco más se atienden de sobra, incluso desde la ciudad.
¿Quién quiere vivir en un pueblo?
Villanueva, Olmos, Villarmentero….
Me acerco a Valladolid, el tráfico aumenta ligeramente. Los pueblos del Vallesgueva, bajo su influencia, parecen incrementar su población y esta debe de ser la clave… Sí, nos gustan las ciudades. Necesitamos de su sociedad, de sus oportunidades y de su bullicio y calor.
Por ello en Castronuevo se atisban ya algunas desproporcionadas urbanizaciones, y es que las luces de la ciudad están a la vista. El Vallesgueva se desvanece en la Campiña del Pisuerga. Los cerros de San Torcaz y el Pico del Águila jalonan su final.
El río se sorprende al encontrarse con el Canal del Duero en un sifón monumental en término de Renedo. Precisamente en el paraje donde antaño se dividía en dos brazos y existía el Puente de la Reina y sus compuertas. No lo acaba de entender. Cada vez que lleva algo de agua se la extraen para regar, ahora de repente le inyectan un buen caño con agua… del mismo Duero. Agua mareada que llevará hasta el Pisuerga para volver de nuevo al Duero.
Queremos que entre triunfal en Valladolid, ¡qué corra el agua! a través de la capital a la que sirvió y tanto ofendió y en la que entro casi de noche.
Procedo de estas tierras. Mis abuelas, fueron maestras de estos pueblos. Mi madre lo fue de Villaco. Vivo muy lejos pero esto que publicais me lleva a “mi casa”.gracias y Enhorabuena.