Se diría que Cuidad Rodrigo lo tiene todo: arte, historia y prehistoria, monumentos, gastronomía… y paisaje. La ciudad se encuentra situada sobre un promontorio junto al río Águeda. Si la observas desde abajo, desde la vega, destaca su recio perfil de ciudad amurallada sobre la que emergen las torres de su castillo y su catedral. Si el punto de vista lo situamos en el borde de sus baluartes, hacia el sur, podemos disfrutar de la vistas de la hermosa vega del río, su comarca y al fondo las sierras de Gata y Peña de Francia.
Y en primer plano, es el paso del rio Águeda bajo un grandioso puente de origen romano el que nos muestra uno de los paisajes fluviales más bonitos de la cuenca del Duero.
Intentando dar un paseo en bicicleta
Habíamos disfrutado de la ciudad y su gastronomía ya en otras ocasiones pero esta vez teníamos ganas de conocer el río y con esa intención comenzamos una ruta en el aparcamiento de la fábrica de harinas La Concha, en un bonito paraje entre el mismo río y el canal de la fábrica.
Agobiados por el calor de mediodía seguimos el río paseando en bicicleta. El objetivo era llegar hasta la presa del Águeda, río arriba, pero enseguida nos cansamos. Seducidos por el impresionante paraje que habíamos dejado atrás y con el ánimo de refrescarnos en sus aguas transparentes cruzamos por el cercano Vado de las Vacas y emprendimos el regreso.
Tras pedalear entre huertos y maizales y atravesar como pudimos algunas choperas aradas, de nuevo encontramos la ribera sombría y las aguas calmadas. El río se muestra anchísimo y plano, algunas cigüeñas lo atraviesan y algún pez salta pero es el lúdico griterío de los bañistas lo que verdaderamente anima la estampa.
El Picón
Paramos sobre el borde del azud a tirar algunas fotos y para disfrutar de un pequeño chapuzón en el paraje fresco del Picón y sus aledaños. La torre del castillo y el puente cerraban el acogedor horizonte.
Más abajo, junto a un pontón de enormes piedras pasaderas, encontramos una mesa a la sombra donde abrir la fiambrera, esta vez y para variar con una cervecita fresca recién traída de uno de los chiringuitos cercanos.
Desde nuestra mesa podíamos observar bien la pesquera que rebosaba el suficiente agua para cruzarla sin peligro. Así, el desfile de paseantes y bañistas amenizó nuestro almuerzo. Adolescentes luciendo su palmito, padres jugando con niños, alguien paseando a su perro, chavales saltando desde el borde. A veces nos parecía encontrarnos dentro de uno de esos cuadros impresionistas con una animado Sena decimonónico que tan bien pintaron Renoir y otros. Nos faltaban quizás las barcas en el paisaje y sobraba la nueva pasarela; demasiado cerca del magnífico pontón.
Tras este cúmulo de sensaciones placenteras tratamos de seguir la ruta, más bien un garbeo, mas allá del Arrabal del Puente hacia la huerta de la Moretona, pero las defensas del río impedían disfrutar del paisaje así que desistimos. Hoy, la desordenada ruta, curiosamente se había concentrado en un punto: El Picón, su pesquera y las aguas cálidas del Águeda.
La Fábrica de la Concha
Dentro de la evolución natural de la industria en España a comienzos del XIX se construyó en la base de la muralla esta fábrica harinera que a la postre acabó con la vida de los pequeños molinos vetustos y tradicionales diseminados por el valle del Águeda y sus arroyos. La mejor calidad de sus harinas y los impuestos que se impusieron a los pequeños molinos y presas fueron determinantes.
Construida y conservada con primor y buena cantería conserva también su chimenea de ladrillo y un buen conjunto de construcciones auxiliares y viviendas. Un magnífico ejemplo de arquitectura industrial que ahora forma parte del patrimonio mirobrigense y que está dedicada principalmente al uso sociocultural dentro del impresionante entorno natural que tanto nos ha seducido..