La pequeña localidad morañiega de El Ajo reposa tranquila, recostada junto a las escasas aguas del rio Trabancos. En ella iniciamos nuestro paseo en un día que mas que de Marzo parece de últimos de Mayo. Vamos que Marzo anda mayeando …
Cruzamos el rio y tomamos la cañada de la Calzada Romana, nos dejamos llevar entre campos verdes y vacíos. En silencio disfrutamos del amplio paisaje horizontal en el que, a veces bodones, otras árboles solitarios o incluso algún cochambroso palomar quiebran la monotonía.
Sobre un pequeño cerro aparecen restos de calicanto, ruinas de un torreón o castillo. Estamos en término de Cantaracillo y podemos observar toda la llanura de Peñaranda. Abajo el río Regamón nos muestra un bonito puentecillo por el que cruza una vereda.
Es La Frontera. Hacia el Oeste el reino de León, hacia el Este, el de Castilla y, en algún momento, hacia el Sur: al-Ándalus.
Cruzamos sin prisa Gimialcón; luego el río Minine que no llega a ser ni arroyo y finalmente salimos de la localidad por donde alguna vez debió de haber un apeadero a juzgar por los cimientos aún plantados junto a la vía.
Notamos como el paisaje cambia, ya no vemos pinos y aparecen las oscuras encinas. Aparece el valle del rio Almar y hasta el descendemos apareciendo en el convento de Duruelo. Tomamos agua en la fuente de San Juan de la Cruz y seguimos rio arriba acompañados de cigüeñas recién llegadas que escarban entre el ganado.
Queríamos llegar ahora hasta Narros del Castillo y para ello hubo que vadear el río, —¡menos mal que el agua no estaba demasiado fría!—. Remontamos de nuevo el valle entre grandes encinas y almendros blancos y así llegamos hasta donde nace el río Trabancos de la unión del arroyo de Narros y el del Soto en un paraje poco bucólico; entre granjas y bajo la vía del tren. Eso sí, entre los carrizos ambos arroyos llevaban agua y daban impulso a un río que parecía desaparecido.
Improvisando llegamos hasta Salvadios y tras reponer agua de su fuente seguimos ruta hasta Cantaracillo. Rodamos por tierras de viejas y anchas fronteras. Aquí la frontera entre los reinos de Castilla y de León nunca debió de ser una “raya” sino que probablemente fue un gran franja variable y cambiante hasta disolverse por los devenires políticos.
Nosotros tornamos hacia el norte por la cañada real Mostrenca. Un pequeño cernícalo que descansa sobre un poste nos vigila como un centinela recordándonos que viajamos sobre la Frontera. La vía pecuaria disfruta de un deslinde perfecto y tenemos la impresión de rodar por la pista de un aeropuerto. Ancha y hermosa se ve salpicada de colores con las primeras florecillas que anticipan la primavera y se acaba solapando con los chopos y sauces de la ribera del Regamón.
¡Qué placer tubo que ser para los pastores conducir sus rebaños junto a un rio! Acostumbrados a la aspereza de sus habituales páramos y barrancos.
Casi sin darnos cuenta llegamos a Rágama, visitamos su Humilladero de cuatro postes y los coquetos alrededores de su iglesia como colofón al mucho mudéjar que habíamos disfrutado y así, sin más volvimos a El Ajo, ¡al otro lado de la Frontera!
Esta vez la ruta ha quedado echa un “8” pero nos ha encantado; aquí está el track por si alguien se anima…