Muchos consideran a Tudela uno de los pueblos más bonitos del Duero y para mi que así es. Pero lo que es indiscutible es la estrecha relación que mantiene con sus abundantes aguas. El río mismo que más que abrazar estrangula al pueblo, sus azudes y viejos molinos, sus fuentes, canales y su arroyo Jaramiel que se une a esta «fiesta del agua». Un verdadero vergel que habría que mimar y por el que hoy me doy un tranquilo paseo en bicicleta con un regreso trabado por el viento.

Me encuentro con el rio en Herrera de Duero. Estamos aún en invierno y baja animado y limpio. Entre su arboleda desnuda lo observo; baja hondo, casi encañonado y sus aguas reflejan el gris del cielo.

Sí, el día es gris pero de temperatura agradable. Aunque, no se, perece que el viento mece un poco las copas de los pinos.

En Herrera hubo hace tiempo molino, de hecho aún podemos adivinar los restos de su azud y entre sus riberas desmarañadas, buscando bien, aparecen las fuentes de las Nieves y de la Morena; están abandonadas pero sus caños siguen surtiendo un hilillo de agua cristalina.

Salgo de Herrera hacia el Este, enseguida llego al viejo puente pratt de la línea de Ariza y sigo junto al rio por el Pinar de Santinos, los senderos están firmes debido a las últimas lluvias y da gusto pasear por un pinar que recibe algunos rayos de luz inclinada. A mi paso urracas y abubillas se levantan molestas mientras que los agujeros que muestran las paredes terrosas de las orillas del rio esperan a los abejarucos que ya se deben encontrar de camino.

Me detengo en la fuente del Rey que desgraciadamente se encuentra seca y abandonada, después me asomo al Batan donde el río se vuelve bravo como queriendo volver a la montaña; finalmente llego a Tudela y cruzo el Duero por la pasarela. Entre los carrizos algún pescador echa la mañana.

La discreta torre de su iglesia apenas destaca sobre un caserío que, aunque abatido con frecuencia por las crecidas, prefiere no alejarse demasiado de la vega.

Ahora me doy cuenta que tengo el viento a la espalda. ¡Mal regreso me espera!

Recorro despacio el parque junto al rio en el meandro que rodea Tudela. Bajo restos de murallas y bodegas la vega, que antaño fueron huertas, trata de ser parque. Tras pasar por la central hidroeléctrica llego hasta el lugar donde llega el Jaramiel. El arroyo se abre paso entre una selva inaccesible hasta que apaciblemente el Duero lo recibe con agrado.

Junto al Jaramiel llego hasta el Canal del Duero. Un paraje interesante en el que se cruza el arroyo con el canal. Como quiero seguir por el río avanzo por la senda del Canal hasta que me desvío hacia el Priorato, este se encuentra disfrazado de romántico castillo que reposa sumido en la ruina. Trato de rodearlo por la derecha, junto al río; como me indica el mapa, pero me encuentro en una senda complicada y llena de obstáculos. Temo pinchar, hoy debido a la improvisación me he venido si equipo de reparación. Afortunadamente logro pasar caminando y retomo la senda junto al el Canal.

Y por el canal llego a otro curioso puente trapp, este se construyó para dar paso al Canal del Duero sobre… ¡el mismo Duero!. Varios avisos de “no pasar” advierten del peligro evidente sobre un cutre mallazo de obra.

Noto que el viento arrecia pero me da de espaldas. Ya no tiene remedio así que sigo hasta la espectacular presa de Villabañez. Un paraje molinero que llegué a conocer lleno de encanto y en el que numerosos bañistas disfrutaban del río cuando la vieja fábrica de luz estaba ya en ruinas. Ahora la nueva central más moderna y funcional se aprovecha sin descanso del pequeño salto.

Comienzo el regreso. Me dirijo a la mambla de Villabañez e inmediatamente noto el viento en mi costado, hay que agarrarse a la bicicleta. Un nuevo giro y lo recibo de frente, me coloco la braga para evitar el ruido y me agacho lo que puedo. Hay que seguir.

Ahora aparecen las obras de la eterna autovía del Duero, varias máquinas trabajan y numerosos camiones suben y bajan por los caminos hacia la cicatriz que provoca el trazado.

En cuanto puedo tomo el camino de Los Aragoneses. Cuando llego al pie de las Mamblas pienso en subir pero ni la hora, ni el viento, ni las fuerzas me lo aconsejan, así que, frustrado me resigno. Sigo recogido en la bicicleta junto a más aguas: ahora de nuevo el Jaramiel y las del Canal Supletorio que riega las esparragueras en las que trabajan algunas cuadrillas.

Torno a la izquierda. De nuevo al Canal, después la huertas, que ahora se preparan con primor de cara a la temporada y finalmente junto a la acequia de Valdelga , — ¡más aguas!— tomo el camino hacia Fuentes de Duero. Ahora ruedo entre una preciosa dehesa que me protege del viento y me lleva de nuevo al puente de la vía y, tras cruzarlo, a Herrera.

Al menos no ha llovido. ¡Será por aguas!

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