…Viene en la entrada anterior
Un baño en la playa: Sahechores
Habíamos visto en la entrada anterior, con envidia sana, como un grupo de jóvenes se iban en bici a la playa. Llevábamos ya una kilometrada buena y esa playa estaba aún más lejos. Aun así, nos animamos a visitarla
Tomamos un camino junto al río y llegamos hasta una pradera desde donde se divisa el ancho lago artificial que forma un moderno azud sobre el Esla.
El río aquí se ha transformado en un nudo de comunicaciones acuáticas: Al lago llegan las aguas del mismo Esla, también las del aliviadero del Canal Alto de los Payuelos y la salida de una central hidroeléctrica. Por el azud de retención se da comienzo al Canal Bajo de los Payuelos y las aguas que “sobran” al río. Su antigua vega es un almacén de agua que se aprovecha también para el ocio. Encontramos un gran restaurante, canoas, cisnes a pedales y una pequeña playa hawaiana de arena blanca.
Hemos llegado hasta aquí después de rodar 50 kilómetros. Y aún tenemos que volver.
¿Qué menos que un baño?
Sin pensarlo mucho me sumerjo en las aguas. Enseguida compruebo porqué no hay nadie. Está gélida. Nado un poco pero en cuanto me detengo siento dolor. Lo vuelvo a intentar pero el frío es intenso; insoportable. Salgo, creo que es ya suficiente refresco.
Fuera hace calor y la salida, al menos, es deliciosa.
Solamente recuerdo aguas tan frías quizás en la Laguna Negra… hace cuarenta años.
El laberinto de las presas
Almorzamos algo ligero en el restaurante y tras un pequeño descanso emprendemos el regreso. El Sol está en lo alto cuando dejamos Sahechores. Buscamos la vega del río, las sombras de la ribera y el frescor de las aguas.
Caminos y canales forman un inmenso laberinto. La paredes se forman con los altos maizales y campos de girasoles frondosos. Por las presas corre el agua abundante y los aspersores la lanzan con fuerza. A veces, incluso aparecen riegos por inundación, algo cada vez más raro. Rodamos por un mundo afortunado de aguas.
Entre las salidas del laberinto aparecen los pueblos. Atisbo Villahibiera, paso por Quintana de Rueda, por Villamondrín y por la Aldea del Puente. Entre el cerrado laberinto van apareciendo sorpresas en forma de molinos, de vieja torre o de un azud que da salida a una presa. También encontramos caños y fuentes que aparecen entre cultivos de alfalfa o entre choperas alineadas que acompañan al río. Hay brisa y hay frescor, mejor así, Así no aparece el cansancio.
Y regresamos a Mansilla de las Mulas
Entre Villalquite y Villomar tomamos la carretera, no queda más remedio y, cuando salvamos el obstáculo, ya estamos entrando de nuevo en Mansilla de las Mulas.
Antes de tomar un café nos entretenemos entre el rio. Por un postigo de su enorme muralla de calicanto visitamos su vega; muy frondosa y fresca – el mejor lugar para reponernos – Después nos acercamos al puente medieval. Aquí varios peregrinos toman algunas fotos, dejan el Esla y siguen su camino bajo un sol de justicia.
Mientras, nosotros, finalizamos la ruta entre el casco de la villa. Sus callejas y plazas con soportales mantienen el sabor de un pueblo consolidado, sin alardes de crecimientos desmesurados y sin agobios por el abandono. Tiendas y bares armonizan con sus edificios y en una de las terrazas terminamos nuestra larga ruta con un rato de reposo y charla.
Aquí dejamos también el track, hoy salieron 84 km.
Habrá que moderarse….