He vuelto a Aranda, el lugar donde el Duero pierde sus cortados y se expande en anchísimas vegas de huertas y viñedos. Esta vez recorreré sus campos y pueblos hacia el sur en medio de una seca y tórrida primavera.
Comienzo la ruta en Castrillo de la Vega, canales y pozos dan rienda suelta a potentes aspersores que riegan el cereal y empapan los caminos; esquivando algunos barrizales busco al Duero.
El Puente Roque
Siempre nos llamó la atención que entre Aranda y Roa no existiera puente que atravesara el Duero. Hoy averiguo que aunque no lo hay, lo hubo: el Puente Roque, del que solamente se conserva un elevado arco apuntado en el margen izquierdo que a duras penas se sostiene. Un puente que no parece que fuera derribado ni por el río ni por las guerras sino por el mismo Duque de Lerma para así proteger su finca y coto de La Ventosilla de intrusiones. Parece que eso de apropiarse de los caminos viene de lejos.
El calor de mediodía agobia e intento rodar por la ribera del río. Es imposible, solo la belleza de los sombríos verdes ribereños salpicados de lirios amarillos me consuela hasta que de nuevo consigo llegar al camino.
Encuentro la estación del viejo ferrocarril, tan abandonada como el puente Roque y sigo entre graveras hasta que llego a un moderno puente peatonal que me permite asomarme al río. Al otro lado el sonido de agua cayendo me invita a curiosear. Cuando me acerco al estruendo me sorprende. El arroyo Madre ha roto la terraza del río y cae con violencia desde una cascada de cinco metros creando un hermoso paraje.
Ahora si. Tomo un cuidado sendero junto al río lleno de toboganes entretenidos y alfombrado por la nieve de los chopos. Así, a la sombra, cruzo Aranda junto a su Duero; desde la Presa de Don Publio donde se fabricaron las famosas galletas «La Bella María» hasta llegar a Chelva. Recorro los viejos lugares ferroviarios llenos de encanto excepto por un viejo AVE expuesto que ofende a la vista. Allí tomo el rumbo sur para llegar hasta Fuentespina. Su fuente de aguamarina transparente me ayuda a refrescarme. Pero ¿Cuántos pueblos hay en esta comarca cuyo nombre comienza con “Fuente…”? Fuentecén, Fuentelcésped, Fuentenebro, Fuentemolinos, Fuentelisendo…
Hacia el Riaza
Al dejar Fuentespina comienza la subida a un páramo. Sobre los 900 m de altitud encontramos Campillo de Aranda. Por aquí, en lo alto, no encontramos ríos ni arroyos, pero si dos charcas naturales, Poza y Navajo, que recogen el agua de los altozanos que circundan la localidad.
Entre bodegas y lagares hundidos me dirijo hacia el valle del Riaza con el páramo de Corcos al otro lado y la sierra de Pradales de telón de fondo.
Pronto llego a Milagros, el pueblo de Vela Zanetti. Me asombra el estado de su casa, en la que vivió hasta su muerte hará unos 23 años. Solamente sus gruesos muros de piedra se sostienen aún con dignidad ajenos a enrevesados expedientes administrativos.
Retomo el río, el tiempo invita a chapuzón y esparcimiento. Por ello tanto en Milagros como en Torregalindo, encuentro familias que descansan y niños que se bañan, el río baja animado de aguas y, junto a el, numerosas y ordenadas huertas comienzan a verdear sobre las eras aradas.
En Torregalindo me animo a subir a su castillo en ruinas. La vista del valle es magnífica y el Riaza serpentea por un estrecho valle jalonado de riscos. En el castillo una pareja de grajos se empeña en que me vaya. Sus potentes y amenazadores graznidos me indican que tienen algo importante que defender, los dejo en paz y sigo camino.
El Blanco, mirador de la vega del Duero
De nuevo remonto el páramo de Campillo de Aranda, subo despacio y agradecido a unas nubes que me protegen del Sol.
Tomo la cañada que circunda Campillo y llego, por fin, hasta el vértice pelado El Blanco (922). Las vistas de la vega de Aranda son impresionantes desde esta altura. Ya cuesta abajo sigo la cañada hasta llegar a el manantial de Los Pozos, en un bonito recoveco con chopos, corrales en ruina y una vieja fuente completada con lavaderos. Habrá unos dos km al pueblo, ¿Sería este lugar donde vendrían a lavar las mujeres de Campillo?
Relajado y descendiendo retomo camino hacia Castrillo de la Vega. Solamente tengo que acompañar al arroyo de Valpedrizo que hace honor a su nombre de valle de pedruscos. Mientras, cae la tarde y la temperatura se muestra más amable. Hora de recoger.
Y aquí podéis ver el recorrido de wikiloc. (En realidad es algo más corto pero me toco repetir un tramo para buscar la cámara que perdí)
Lindo para irme con mi familia y mis hermanas