Cuando la Tierra de Campos desciende hacia el Duero, se convierte en Tierra del Pan. Estos nombres —casi sinónimos— nos dan idea de las dificultades de trazar rayas o fronteras en la naturaleza y de las similitudes de sus paisajes suaves, ondulados y muy secos.

Ruta por Pozoantiguo
Aquí, el track de wikiloc

En estos paisajes no hay ríos. A lo sumo arroyos, regatos que en verano se secan y muchas fuentes que van desapareciendo. Ahora, con la tierra desnuda en plena cosecha, nos aventuramos a conocer algunos pueblos en una jornada en la que las únicos aguas que vimos cayeron bruscamente del cielo.

Pueblos agonizantes que han perdido a sus gentes y quizás también su futuro.

En Pozoantiguo

se aparca el coche y comienza el pedaleo. Aunque el día es muy cálido las nubes se adueñan del cielo dejándonos un sol tamizado y una suave brisa que nos ayuda. Así comenzamos a rodar desde sus armoniosas y restauradas escuelas de elegantes mochetas de ladrillo rojo. Unas escuelas que ya no son para los niños.

Durius Aquae: escuelas de Pozoantiguo
Escuelas de Pozoantiguo, ahora albergan «actividades diversas»
Abezames

Remontamos el regato De Adalia, limpio pero seco, y tomamos camino hacia Abezames. Algunas perdices se levantan, incluso corren a nuestro paso y, al poco, ya encontramos el pueblo sobre una ladera. Su perfil es curioso y variado; se muestra amenizado por sus iglesias, cementerio y algunos palomares. Solamente el trabajo y polvareda de una cosechadora aporta algo de movimiento al estático paisaje.

Durius Aquae: Abezames, palomar
Palomar en Abezames

Junto a las ruinas de la iglesia del Salvador su alcalde, Dámaso, nos cuenta de primera mano el drama de su pueblo y nos ilustra sobre fuentes, antiguos monasterios y secretos pasadizos. Tras la charla nos dirigimos hasta la fuente del Salvador, es de tipo romano, rodeada de una fresca chopera y, aunque poca, mana agua.

Durius Aquae: Abezames. Ruinas de la iglesia del Salvador
Abezames. Ruinas de la iglesia del Salvador, antes castillo

Seguimos remontando el arroyo. Intentamos llegar a la fuente de la Fontana, nos metemos por los rastrojos y… pinchamos. Tras solucionar el percance con alguna dificultad alcanzamos campo a través la zona de la Fontana. Esta ha desaparecido y solamente una gran cárcava con algo de verdor da fe de que allí pudo haber un manantial.

El cielo se nubla y el paraje resulta espectacular. Desde lo alto observamos la Tierra de Campos, con el valle del Sequillo al fondo y hacia el oeste más Tierra del Pan presidida por la omnipresente torre de Fuentesecas — La Pindonga— como un faro que surge de un horizonte dorado.

Durius Aquae, campos segados
De nuevo… el Duero un desierto

 

Malva y Fuentesecas

Seguimos rumbo a Malva y llegamos a su hermosa ermita de la Virgen del Tovar en el cerro donde antiguamente estuvo la población asentada. Comienza a llover y nos ponemos a cubierto en el portal del ayuntamiento. Han sido unas gotas, un aviso.

En Malva no vemos a nadie.

Durius Aquae: Malva
Bonito paraje en Malva, ermita del Tovar

La rueda pinchada parece que responde. Así que nos encaminamos hacia Fuentesecas guiados por la torre de San Esteban.

Nos entretenemos primero en la Charca de la Marrana y su pozo, aún en uso. De repente comienzan a caer goterones y… a correr. Afortunadamente en su plaza mayor encontramos un pequeño soportal que nos protege. Allí pasamos media hora observando lo que parecía haber sido tienda hace mucho tiempo. El agua golpeaba con fuerza el tapial de la pared llevándose parte del barro de nuevo a la tierra.

Tampoco en Fuentesecas nos encontramos con alguien.

Cuando escampó recorrimos la localidad y subimos hasta su iglesia; estábamos junto al faro que nos ofrece ahora una estampa tormentosa e irreal. Disfrutamos del nuevo olor de la tierra y las plantas empapadas.

Durius Aquae: Iglesia de Fuentesecas
La Pindonga… luciendo palmito

Dimos un poco de aire a la rueda y seguimos hacia Villalube. Queríamos ver qué ha sido de las numerosas fuentes y humedales que figuran en los mapas. Así llegamos hasta el manantial del Camino de Villalube pero la concentración parcelaria ha alejado algo el camino y por las tierras no se podía pisar. Más adelante vimos la traza de la Fuente del Pedrón pero la situación tampoco nos permitió acercarnos. Algo frustrados levantamos la vista y observamos otra cortina de agua en nuestra trayectoria y la rueda seguía perdiendo aire.

Así las cosas imperó la prudencia y el regreso a Pozoantiguo derechos por el camino del Pico de los Castillos con cierta ayuda de la brisa. Aquí si que pasean algunas personas por las calles, incluso niños… ¿veraneantes?

Tras la tormenta y junto al silo como gran box varias cosechadoras aprovechaban para mejorar su puesta a punto.  Nosotros encontramos un acogedor bar-kiosco donde pudimos tomar una cerveza. Mientras que en un par de mesas, los muy mayores, aún son suficientes para armar las últimas partidas de cartas.

 

Tormenta en Fuentesecas

Y aquí podéis encontrar otra versión de la ruta

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