Ya que teníamos que cruzar Somosierra decidimos hacer una visita al nacimiento del rio Duratón. Más que una ruta se trata de un paseo por un lugar sorprendente dentro de la provincia de Madrid; parando de nuevo, más tarde, junto a Duruelo, ya en la de Segovia.
El nacimiento del Duratón: Cascada de Los Litueros
El Puerto de Somosierra (1433) separa las sierras de Guadarrama y de Ayllón. En la parte más occidental de la Sierra de Ayllón se encuentran las Peñas o Sierra de Cebollera. Desde ellas y hacia el puerto caen dos arroyos en cuyo encuentro el río Duratón comienza a hacer uso de su nombre.
Desde la ermita de la Soledad descendemos un km en la cara norte por la vieja N-1 hasta tomar un camino a la derecha, cruzamos un portillo y comenzamos a disfrutar del espectacular paisaje.
En primer lugar cruzamos el arroyo de Las Pedrizas que baja relativamente tranquilo aunque tenemos que tener precaución al pisar sobre sus piedras pasaderas ya que estas resbalan. Seguimos y enseguida comenzamos a ver el arroyo de la Peña del Chorro. Este lo vemos y además lo escuchamos. Baja vertical saltando entre las rocas desde una buena altura y con un caudal muy digno debido a los chaparrones caídos estos días: nos encontramos delante de la hermosa Chorrera de los Litueros
Tomamos un sendero a la izquierda del arroyo y nos lleva directamente hasta la base de la cascada. El ruido es enorme y el agua espumosa nos envuelve y acaricia.
Algunos atrevidos tratan de bajar por la cascada haciendo rápel. Aparecen y desaparecen entre las aguas hasta que aliviados pisan las rocas con una buena ducha.
A duras penas conseguimos llegar hasta la juntura de los dos arroyos entre el espeso cambroñal salpicado de rosales silvestres. Es el punto exacto de donde sale ya el Duratón encajado entre peñas y espesura y desde donde recorrerá más de 100 km hasta llegar apaciblemente hasta el Duero, en Peñafiel.
El río debió de tener ya un molino en esta zona alta a tenor del cercano paraje llamado “Cuesta del Molino” pero no encontramos rastro. El río, formado, estable y con cierta chulería, llega hasta la vaguada del puerto por donde pasa también la Cañada de Merinas. En el descansadero de El Pedregal el ganado disponía de sus aguas frescas para abrevar y prados floridos para alimentarse antes de seguir su peregrinación puerto arriba o abajo.
Y una parada en Duruelo
Ya abajo en el piedemonte, apeados del puerto de Somosierra, nos detenemos en Duruelo para almorzar. Otro Duruelo diferente del soriano “de la Sierra” , primera localidad que cruza el Duero y que parece que tienen que ver cuando de antaño, en la reconquista, la población excedente en algunos lugares llegaba a otros nuevos aportando su nombre y costumbres.
Por aquí el rio acaba de recibir al arroyo Cerezuelo y baja ya bien formado y algo revuelto por las fuertes tormentas. Baja ya a paso tranquilo entre tierras rojas y bolos de cuarzo. Un cuarzo que amenaza a estos lugares con la explotación de una gran mina a cielo abierto. Una mina que roturaría miles de hectáreas y a la que pocos le encuentran beneficio.
Paseamos junto al rio y allí encontramos un elegante fresno centenario, tallado en vida por el tiempo; también visitamos la iglesia románica de La Natividad cuya ancha espadaña acoge a una pareja de cigoñinos que esperan pacientes a que alguna rana llegue en algún vuelo desde el cercano Duratón.
Y seguimos nuestro caluroso viaje… y que dure. Entre dueros y douros, duratones y duruelos.