Habíamos decidido acercarnos hasta la comarca de Aliste  para hacer una ruta en bicicleta por alguna parte de La Raya. Pasamos Alcañices y en Trabazos aparcamos nuestro coche para comenzar a rodar por un terreno ondulado y hermoso que nos haría sudar la gota gorda, y esto último sin que hiciera calor.

Trabazos, Zamora
En Trabazos, ermita de La Soledad junto al cementerio

Por el camino de la Casa del Perdigón y cuesta abajo comenzamos. Rodamos por uno de los ramales jacobeos en el entorno de la anticuada N122, hasta que tomamos el camino hacia el Castro del Pedroso entre un ruido infernal de desbrozadoras y motosierras que ensanchaban el camino a costa de las jaras y carrascas que amenazaban con cerrarlo.

Antiguo castro calcolítico del Pedroso en San Martín del Pedroso
Castro del Pedroso. ¡El nombre lo dice todo!

Dejamos las bicicletas entre el sotobosque y encaramos el último tramo caminando, ganando una altura que nos permitía disfrutar de los parajes portugueses de Tras os Montes y la blanca freguesía de Quintanilha al otro lado del río Manzanas que por aquí marca «la Raya» entre los dos países.

Y, por fin, en lo alto del monte vistas y paisaje eran extraordinarios. Poco pudimos disfrutar del castro de la edad del bronce. Por un lado mi ignorancia que no me permite interpretar bien lo que veo; por otro la naturaleza salvaje que hace que sea toda una aventura acercarse a los restos y, para rematar, ni una sola indicación ni cartel que nos ofreciera algo de ayuda…

Cuando dejamos el castro iniciamos un agradable descenso entre un espeso robledal salpicado de jaras en flor, de gamones ya marchitos, de dedaleras, de altramuces, de aulagas, cantuesos y piornos… que se yo cuantas flores se nos mostraban resplandecientes. Y así llegamos al viejo camino, ahora asfaltado, que une Nuez con San Martín del Pedroso y que, si te desvías un poco, hacia la presa do Colado llegas a Quintanilha, eso sí: vadeando el río.

Vadeando el rio Manzanas. Trabazos
Nos preparamos para el vadeo

Esto lo hicimos con gusto. El río Manzanas se nos mostraba espectacular; ancho, limpio y con aguas templadas. Nos quitamos el calzado y caminando con precaución entre la fuerte corriente cruzamos en algún momento la imaginaria Raya; ¡ya estábamos en Portugal! El molino ya no estaba pero disfrutamos de la rivera repleta de alisos, de su coqueta playa fluvial y de alguna fuente, como la Ferrosa, que nos acercamos a ver.

El río Manzanas nace en la sierra de la Culebra. Una vez que pasa la localidad de Riomanzanas forma la frontera con Portugal de forma natural durante 40 km. Después se interna en tierras lusas hasta encontrar al rio Sabor, afluente del Douro ya en Portugal. Esto  una vez que el Duero ha sobrepasado ya el brusco escalón de Los Arribes.

Entre vides y olivos llegamos hasta la sencilla freguesía y allí pudimos entendernos con algunos paisanos que nos hablaron de ribeirinhas, de nogeiras y de moinhos. Curioseamos su moderna iglesia, su fuente y lavaderos típicos portugueses y hasta tomamos un camino equivocado y que tuvimos que deshacer caminando debido a lo empinado del terreno que, a base de esfuerzo, comenzábamos a comprender.

Valle del río Maçãs en Quintanilha, distrito de Braganza
Praderas junto al río Manzanas, ahora Maçãs

Por fin tomamos rumbo hacia la vieja frontera por un precioso camino que nos acercó de nuevo al rio que ahora se llamaba Maçãs. Aparecieron pequeños molinos entre nogales gigantes y por este paraje de ensueño perdido llegamos hasta el viejo puente internacional. Junto a los edificios portugueses había estacionado un coche de la Guardia Civil. ¡Vaya!, queremos pensar que se trata de colaboración y que no nos hemos perdido ninguna invasión…

Regresamos a Aliste, cruzamos sin reparo alguno la frontera y nos acercamos hasta San Martín del Pedroso. Allí callejeamos entre su interesante arquitectura de aire medieval y visitamos las praderías virginales junto al río Manzanas, que contrastan con el farallón vertical del lado Portugués.

San Martín del Pedroso. Río Manzanas
El río en San Martín del Pedroso

Almorzamos tras la iglesia de San Martín entre sol y sombra. Nos quemábamos al sol quedándonos fríos a la sombra así que tocaba seguir camino sin apenas descanso.

Se trataba de regresar a Trabazos por los campos y sus caminos. Pero esta zona no es comprensiva con el ciclista y aunque habíamos ojeado los mapas dándonos cuenta de la previsible dureza, otra cosa fue vivirlo.

Terrenos empinados y de pizarras sueltas, muy complicados para la bicicleta

Subimos caminando rampas imposibles (para nosotros) y bajamos, también caminando otras rampas también imposibles (para nosotros). Aún así fuimos avanzando, comiéndonos unos pocos kilómetros y mucho desnivel. Lo tomamos con calma tratando de no perdernos y así, con algunas referencias, fuimos trepando cerros y bajando vallejos estrechos. Siempre con la bicicleta al un lado y la paciencia al otro.

Llegamos hasta el puente de La Calzona, en la Ribera de Arriba, que encontramos tapizada de blancos ranúnculos. Allí pudimos tomar algunas fotos (y descansar) para luego seguir de forma más tranquila hacia la Casa del Bostal, cruzar la ribera de nuevo y acercarnos hasta el molino de Rafael, comido por la maleza.

Ribera de Arriba . Trabazos. Zamora. Aliste
Ribera de Arriba desde el Puente de la Calzona. Trabazos

Ahora íbamos cuesta arriba pero al menos sobre la bicicleta.

Por fin llegábamos, ahora entre pinos y castaños, de regreso a Trabazos. Una obligada visita a la ermita de la Soledad que acaba de estar de romería trasfronteriza puso fin a nuestra esforzada ruta. Acabamos con casi mil metros de desnivel y unos cuarenta kilómetros que podéis ver aquí, en Wikiloc. Una ruta poco recomendable para bicicleta pero preciosa para caminar.

San Martín del Pedroso
Bonita arquitectura en San Martín del Pedroso
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