El único embarcadero disponible para navegar por el Parque Natural de las hoces del Duratón se encuentra en El Portillo de la Pez (Carrascal del Río), una estrecha grieta que desciende casi cien metros hasta el nivel de las aguas. Para llegar a ella hay que recorrer unos cinco kilómetros por una buena pista pinariega que tomamos en Sebúlcor.

Allí dejamos el coche y preparamos nuestro kayak. Con paciencia y cuidado la bajamos por una estrecha y arenosa senda, llena de cárcavas, de zarzas, de rocas y de multitud de canoas de las empresas que ofrecen rutas guiadas. No queríamos ni pensar en el regreso cuesta arriba.
Llegamos a la costa de apenas diez metros de anchura. Varios pescadores se entretenían a las carpas y, con cuidado de no entorpecer sus largas líneas, nos hicimos a las aguas del embalse de Burgomillodo, ahora bastante bajas.

Cuatro paletadas nos colocaron en el centro del embalse, rodeados de una muralla de calcáreos farallones rojizos salpicados de oscuras cuevas y, con esas, y sin prisa tomamos rumbo entre los meandros hacia la Ermita de San Frutos.
El paseo era delicioso, a veces, en un profundo silencio acompasado del suave chapotear del paleo. Numerosos buitres nos observan desde los cantiles imposibles, también hay anátidas, lavanderas y algunos grupos de grajetas bregan por las paredes. En el agua a veces observamos carpones enormes, algunos saltan cerca, otros nos van dejando una estela de burbujas.

La arboleda va tomando el tono otoñal lentamente pero aún; fresnos, chopos y sauces se encuentran lucidos. También las higueras nos indican el nivel más alto de las aguas, allá en las primaveras, tres o cuatro metros más alto.
Al rato llegamos hasta San Frutos que descansa en la punta de un meandro desde hace más de mil años. Hoy inaccesible desde el agua pero antaño sus monjes bajarían a diario hasta las huertas junto al río.

Damos la vuelta cuando la mañana se va despejando, también se levanta el viento, un viento que se desorienta al entrar en el cañón y nos deriva hacia las riberas rocosas. Cada revuelta del río la brisa cambia, a veces ayuda otras no, pero así llegamos de nuevo hasta el embarcadero y lo sobrepasamos. Otro meandro más y llegamos hasta el Convento de Santa María de la Hoz, otro lugar histórico, este situado a media ladera y arruinado primero por un desprendimiento, después la amortización y ahora el abandono. Un lugar histórico y … también romántico, misterioso y sugerente donde los haya.

Regresamos de nuestro paseo, despacio, acariciando las aguas, tirando fotos y tomando un café que llevamos en un termo. ¡Qué pereza da regresar!
Llegamos hasta el portillo. Los pescadores se han ido… desembarcamos y, con paciencia, emprendemos ahora el ascenso hasta el vehículo. Una subida muy dura que bueno, también forma parte de la aventura. Arriba en la paramera nos espera el almuerzo y un par de cervezas frías ¿Qué más pedir?

Aquí, en wikiloc, podéis encontrar el recorrido seguido