En esta ocasión nos acercamos en coche hasta los confines orientales del Duero. Por allí nace y hasta su fuente quisimos llegar caminando, pero no pudimos. Cuando lo intentamos el tiempo se revolvió y la prudencia nos hizo desistir. Otra vez será.
Sin embargo el viaje bien mereció la pena. Cuando arriba entre la niebla, encontramos nieve y granizo, en su incipiente valle —en plena comarca de Pinares— la temperatura y la atmósfera eran deliciosas para pasear y conocer sus primeros pueblos; los que eligieron posarse junto a sus riberas más altas y frescas y que aún pueden disfrutarse. Y así fueron apareciendo por la CL-117:
Duruelo de la Sierra
Aquí encontramos al jovencísimo Duero frenando en seco de su brusca caída de la montaña. Recibe al Triguera por su derecha y, ya juntos, conforman un precioso río que discurre más calmado por su vallejo entre albares estirados.
También hubo tiempo de llegar hasta el paraje de Castroviejo, incluso hasta el refugio del «Bunker», pero no más. En el pueblo, junto al puente, un paisano enamorado de su pueblo y de su río nos contó sobre el hermanamiento que mantienen con, nada menos, que Oporto y del regalo que la gran ciudad del Douro les hizo en forma de elegante monolito con un Duero marcado a cincel desde un punto de vista digamos… más lusitano.
Covaleda
Quizás el pueblo más conocido y poblado. Parece que un incendio a comienzos del pasado siglo se llevó por delante buena parte de su antiguo caserío y con ello algo de su esencia dejándonos en la actualidad una curiosa estampa de pisos urbanos junto a casas tradicionales. Por sus calles encontramos ciclistas que observábamos con algo de envidia. Hicimos también parada en el elegante Puente de Soria, paso ancestral de merinas y carreteros camino de Soria.
Salduero
Municipio junto al río que apenas tiene término. Un lugar de postales para paisajistas. El río, su puente y su fuente: todo es de cuento. Incluso sus piedras pasaderas, con tajamares bien tallados, te invitan a una pequeña sesión de funambulismo entre espumas. Raro es el pueblo castellano que no tenga frontón tradicional; en este además se juega y se disfruta, siendo testigos de un animado partido entre más de una decena de chavales.
Molinos de Duero
El primer pueblo que lleva el apellido «de Duero». En la plaza un largo «mayo» esperaba paciente en el suelo para ser alzado o mejor dicho: «pingado» por sus mozos. Numerosas referencias a la histórica e importante Real Carretería, detalles sobre bueyes y carretas pero ¿y de molinos? Solamente algunas piedras decorando las calles. ¿De dónde viene ese nombre tan ribereño? Quizás alguien nos ayude con ello.
Y ya tomando la SO-820: Vinuesa,
que se aleja algo de su ribera ocupando las laderas de su valle como reclamando la montaña. Aquí pudimos disfrutar de la compañía de buenos amigos y de degustar unos crujientes torreznos del bar El Pescador.
También hubo tiempo para visitar parte de su territorio y pasear sus calles tranquilas. Aquí no sólo hay montañas, ríos o pinares; aquí abundan los palacios y casonas que, además albergan servicios e instituciones. Así encontramos una residencia de mayores en el palacio de los Marqueses de Vilueña y la escuela en el palacio de Don Pedro de Neyla. Parece justificado su apodo de «Corte de Pinares»
¡Soria ya!
Aunque con frecuencia encontramos carteles con el lema “Soria quiere futuro” y otros, estos pueblos no presentan el aspecto de pueblos en declive. Son hermosos y llenos de encanto; además “la suerte de pinos” y otros recursos ayudan. Su cálida y cuidada arquitectura rural, factor común de los cinco lugares, es sobria y… ¡esplendorosa!
A partir de aquí iniciamos el regreso dejando nuestro Duero embalsado. Su precioso valle en uve es sustituido por la amplia e irregular lámina que genera el embalse de La Cuerda del Pozo rasgada en ocasiones por el prominente campanario de La Muedra, el siguiente pueblo junto al Duero que ya quedó sumergido.
Entre peñas y sabinares nos alejamos de nuestro Duruelo. Tras el embalse ya no será el mismo, sus aguas regarán comarcas y sus riadas se tratarán de controlar; sus presas producirán energía y la polución amargará la vida de los habitantes del río. Agua para la industria, para el turismo. Agua, en fin, para la vida que llevamos.
¡Qué alegre baja el Duero en su nacimiento! Dan ganas de meter los piececillos a remojo 🙂