Uno de los valles más característicos de la provincia de Valladolid es el de Valcorba. La hondonada, de unos 25 km, comienza en los páramos más altos y rocosos de la provincia a casi 900 m, cerca de Campaspero y rayando con Segovia. Discurre a continuación en dirección noroeste hasta topar con el río Duero. A lo largo de este valle encontramos varias localidades: Bahabón, Torrescárcela, Aldealbar y Santibañez. Traspinedo, Montemayor de Pililla y Cogeces del Monte tienen buena parte de su término también en el valle.
Este hermoso valle fue tallado por un arroyo que ya no encontramos: El Valcorba. A lo largo de los tiempos este pequeño cauce, cuando estuvo vivo, fue el único capaz de romper el páramo más duro, haciéndole esta enorme brecha que a pesar de todo sigue siendo hermosa.
Hoy vengo de recorrerlo en bicicleta de abajo arriba y vuelta. El día era frío aunque salía con frecuencia un solillo que, al menos, algo ayudaba. Del viento… mejor no hablar.
Santibañez de Valcorba
Comienzo la ruta en Santibañez de Valcorba. Es la parte más ancha del valle y está próxima a la desembocadura aunque yo pongo rumbo hacia el canchal. Cuando sobrepaso el cauce del arroyo me hago ilusiones. Da la impresión que algo de agua lleva pero… no, son simples charcas aisladas que desaparecen pronto.
Remonto el valle por la ancha brecha en la terraza del Duero por la que entra el Valcorba, o lo que es lo mismo, pinos y arena. Con frecuencia van apareciendo también amplios campos de cultivo. Todos de regadío. Tras sufrir por las arenas de los negrales cambio de margen y me dirijo hacia el Pico de la Frente por el que tengo previsto el regreso.
Ahora el camino es firme y voy cruzando por vados secos de una ribera a otra. El valle se estrecha y se van sucediendo algunas fincas: El Quiñón, Valcorba y el Molino de los Álamos ya en término de Torrescárcela. El molino realmente impresiona; se mantiene firme a pesar de la ruina debido a su buena cantería y nos muestra su gran balsa y arquetas. Su cárcavo, enorme y profundo parece ser que dispuso de una enorme rueda de gravedad en lugar del habitual rodezno, algo inusual.
El camino del Solano y los molinos
Aquí el valle se estrecha algo y no es tan alto. Sus laderas están bien vestidas con pinos y sabinas, también comienzan a aparecer las encinas oscureciendo el camino. Marcando la raya del antiguo arroyo algunos álamos esperan pacientemente sus nuevos trajes de hojas verdes.
En cada recoveco aparecen tubos de aluminio para riego, también llegaron lo pivots pero del arroyo apenas queda el rastro. No hace mucho que por sus riberas limpias había nutrias y el marisco abundaba de tal manera que las exquisitas cangrejadas aún están en el recuerdo de algunos.
Sigo subiendo por el camino del Solano hasta la dehesa de los Frailes, sus enormes corrales siguen en pie. Aparecen casas de labor, alguna ganadería y, más adelante, encontramos otro molino ya próximo a Aldealbar. Este se encuentra en el centro del valle y también se mantiene firme. Lleno de vestigios nos muestra aún sus muelas, su cabría y restos de sus guardapolvos. En el exterior su balsa y sus puentes están comidos por las zarzas.
El viaje resulta tan entretenido que ni siquiera he mirado la hora. Visito tranquilo Aldealbar, sus calles, iglesia, fuente. Observo sus castillos que fueron iglesias y … no tengo más remedio que seguir.
Al poco aparece Torrescárcela, también dispone de un molino pero este no podemos visitarlo ya que es una casa rural y lo encuentro cerrado. Sus coquetas fuentes, ¡con agua! y su caserío compensan de sobra.
Antes de llegar a Bahabón encontramos otro, el de Requejada, también en pie a pesar del abandono. A diferencia de los que encontramos por tierra de campos,—principalmente de adobe— estos en piedra resisten mejor el paso del tiempo.
Bahabón y los lanchares
En esta suave escalada me encuentro ya cerca de los páramos. Bahabón se encuentra tendido sobre la ladera mostrándose valientemente hacia el norte. Su caserío es elegante de piedra blanca bien trabajada al estilo —como parece lógico— de Campaspero. También vienen siendo frecuentes las cruces de aspecto monumental que adornan sus caminos y pretenden recordar antiguos dolores que casi nadie recuerda. Bien tallados y de aspecto monumental muestran la destreza de los canteros de esta comarca.
Tras comer un cacho sigo por la cañada de Martín Abad y paso frente a Minguela, que tengo intención de visitar más tarde. Las laderas se van desvaneciendo y los chopos sobrepasan el horizonte. Algo más arriba el pedregoso y enorme páramo de Campaspero se hunde suavemente. Estas zonas verdean y algunas arboledas de pinos y sabinas aparecen. Las hondonadas se van reuniendo dando lugar a un pequeño regato con algunas eneas pero sin agua.
A mi alrededor todo es llano, pedregoso y duro. El viento me desespera… pero he llegado hasta el seco nacimiento del Valcorba.
Fantástica la labor q hacéis describiendo rutas tan ocultas y secundarias d tierras tan vacías y deprimidas. Ascética pura la vuestra…