Hoy comenzaba la excursión en el pueblo segoviano de Navafría, junto al río Cega entre las montañas, joven y saltarín. La verdad es que huíamos de los calores de la estepa, tratando de encontrar algo de frescor entre los recovecos de la sierra…. a cambio de algunas cuestas claro.

Trepando junto al Cega
Partimos en bicicleta río arriba, junto a la curiosa ermita de San Sebastián con su altar exento y su santo atormentado dentro de una vitrina. Rodeados de fresnos y melojos que, enseguida, dejaron paso al hermoso bosque de pino silvestre que se extiende por las umbrías carpetanas, conocido como Pinar de Navafría.

Por una antigua pista forestal fuimos trepando con constancia bajo la canopia de los esbeltos pinos, semejantes a las altas columnas de los templos góticos. A nuestra derecha el río bajaba sonoro y salvaje entre cantos de granito.
Pasamos el área de descanso de El Chorro, después varios refugios de montaña y finalmente cruzamos el Cega por varios puentecillos que se trenzaban con los arroyos que lo iban nutriendo. Poco más arriba quedaba ya el pico del Nevero ( 2209) presidiendo el circo donde se reúnen las fuentes y arroyos nacientes del río que llegará hasta el Duero.

Seguíamos subiendo por la pista sombreada, alejándonos del río hasta rodear la Majadilla del Queso. Allí, por primera vez en el recorrido, casi a 1900 m de altitud, una peña incipiente nos permitió —¡por fin!— asomarnos a la campiña Segoviana. El idílico paisaje, difuminado por la calima del bochorno y algunas nubes amenazantes, nos parecía más un escenario teatral presto a la interpretación de alguna leyenda pastoril, quizás la de aquellos enamorados de Navafría que reposan en el Pozo Verde.
Balcones carpetanos
Llevábamos 14 km de ascenso continuo por el Pinar de Navafría. Era el momento de disfrutar del esfuerzo realizado y decidimos rodar hacia el Oeste, tratando de no perder demasiada cota, hasta llegar al pequeño embalse del río Pirón enclavado en la sierra.

Los caminos deliciosos y jalonados de arboleda estaban amarillentos por el polen de los pinos arrastrado por tormentas recientes. Pero están secos y firmes, sin apenas charcos; en las laderas los cambroños y rosales floridos deslumbran de color, los pinares habían cedido en estatura y los miradores se sucedían dejándonos ver algún buitre negro evolucionar con el aíre cálido de la tarde.
La tendencia era a bajar, en cada repliegue aparecía un arroyo formando cascadas espumosas que nos hacían detener para contemplarlas. En otras ocasiones parábamos en manantiales en los que las ranas saltaban sorprendidas al acercarnos. Mientras, el ganado, pacífico y calmo, observaba con indiferencia nuestro paso.

Y finalmente entramos en el circo del río Pirón y nos acercamos hasta su pequeño embalse, construido principalmente para dar de beber a los pueblos del piedemonte. Desde la presa se aprecian aguas limpias y profundas pero cuyo color ultramar nos quitó la tentación de un chapuzón en sus aguas que adivinamos gélidas.
Y el regreso por la cañada*
Tratamos de tomar una atajo, algún camino, que nos llevara directamente hasta la zona del monasterio de Santa María de la Sierra pero, aunque dibujado en el mapa, había desaparecido entre la alta vegetación. Prudentemente desistimos y bajamos, como una exhalación, por la pista que desciende junto al Pirón hasta la ruinas del rancho Alfaro, donde tomamos la cañada de la Vera de la Sierra.

Solamente era dejarnos llevar algunos kilómetros; seguir la Cañada Real, atravesar algunos portillos, cruzar los ríos y arroyos que habíamos cruzado arriba, en sus nacientes, y disfrutar de la agradable ondulación de su recorrido. Atravesamos Sotosalbos y Collado Hermoso, lugares que ya habíamos visitado en otra ocasión. A partir de aquí la Cañada se elevó y nos permitió recorrer un tramo delicioso con amplias vistas sobre la Tierra de Pedraza y el Pinar de Navafría tapizando los montes.
Rodeamos finalmente el cerro de las Cerconas y apareció el pueblo de Navafría iluminado con el Sol anaranjado del atardecer y recostado en su acogedora ladera a la vera del Cega.

Para nosotros hora de recoger pero AQUÍ, en wikiloc, dejamos el recorrido, esta vez algo exigente.
* La Cañada Real Soriana Occidental también denominada, especialmente en Segovia, Cañada de la Vera de la Sierra es una cañada real que recorre 700 km en diagonal por el centro de la península Ibérica. Arranca en los agostaderos sorianos y discurre por las provincias de Segovia, Ávila, Salamanca y Cáceres, llegando hasta Valverde de Leganés en Badajoz.