El Duero más pucelano
Pues sí, con toda intención queda dicho. “El Duero pasa por Valladolid”. No, no solo por la provincia, sino ampliamente por el término municipal de la capital y por uno de sus barrios más emblemáticos como es Puenteduero.
Resulta que el término municipal de Valladolid cuenta con unos tres kilómetros del río Duero íntegramente en su territorio. Además comparte otros siete con los términos de Laguna de Duero y Simancas. Incluso con Boecillo y Villanueva comparte Valladolid un trocito de Duero. Desde la confluencia con el Cega hasta casi la confluencia con el Pisuerga, en Pesqueruela, el Duero pasa por Valladolid. Y en el medio de este tramo un puente y un barrio, todo en la misma palabra: Puenteduero.
Una ruta imprescindible
Os propongo esta ruta facilona (aquí el track) especialmente para los que queráis iniciaros en hacer rutas en bicicleta llanas y cercanas a la ciudad. En ella el protagonista es el Duero por el término municipal vallisoletano. Desde Valladolid son unos 40 km.
El itinerario comienza y finaliza en el Pinar de Antequera. Desde las piscinas de FASA partimos buscando la hermosa y bien conservada Cañada Real Merinera, por ella llegamos hasta Puenteduero.
Nada más cruzar la carretera de Simáncas nos desviamos a la derecha para buscar el río por La Senda del Duero. Lo primero que nos llama la atención son dos enormes árboles; un gran chopo y un pino (probablemente el más grueso del término de Valladolid). Éste último pide a gritos algo de sensibilidad y una poda digna ante las fechorías de las que ha sido víctima, a saber como.. y por quien.
Seguimos el camino hasta el río. Bajo un aliso encontramos el único manantial que conocemos en esta parte del término: la fuente del Caño. Como no podía ser de otra manera muy descuidada. Consiste en una alberca cuadrada de bloques de hormigón semiderruida y que contaba con un acceso en rampa por el que los vecinos bajaban a llenar sus garrafas. Hace bastantes años que nadie coge agua de allí, algo evidente. Aun así “mana agua” y se ven escurrir varios chorrillos hacia el río, bastante bajo en estos momentos de dura sequía.
Esta es quizás la zona más desaliñada de todo el paseo. El acceso al río es complicado por las selváticas zarzamoras y a la izquierda solamente vemos eriales y campos vacíos. Lamentablemente una escombrera es la protagonista.
Seguimos por la ribera y llegamos a lo que fue una playa y al robusto puente.
— y lo cruzamos
Nada más cruzarlo rodamos por la vega ceñidos al río por su izquierda. Aquí también hubo una buena playa. Quizás la más grande y concurrida (yo recuerdo bañarme en todas ellas de crío).
Los caminos por aquí son firmes, a veces empapados por riegos descuidados. La ruta discurre entre magníficos pinares, cultivos y alguna asomada al Duero. Sin duda una de las áreas de mayor riqueza natural del término.
El camino que va a la casa del Tinto te permite visitar el río de vez en cuando. Seguramente cuando te asomes te sobresaltarán cormoranes o azulones que habitan la ribera y se levantan con gran alboroto. En esta visita una descarada ardilla se plantó frente a mí en el camino. Algo desafiante diría… hasta que me vio sacar la cámara claro está; huyó despavorida.
Entre un cerrado latizal llegamos hasta el único azud existente, el de la pequeña central hidroeléctrica de Pesqueruela. Se trata de un azud elevado cinco metros de altura lo que hace que la parte superior del río sea casi un embalse. Así el río nos engaña pareciendo mucho mas caudaloso y ancho de los que es en realidad.
Más adelante, si estas dispuesto a caminar campo a través unos centenares metros puedes visitar la confluencia del Duero-Pisuerga, siempre impresionante. Aquí el Duero comienza a ser respetado de verdad.
Con los restos de la Cartuja de Aniago en el horizonte emprendemos el regreso,
Lo hacemos entre los pinares de Strauch y Esparragal. En un momento entramos de nuevo en Puenteduero colándonos tras las casas del cordel de Valdestillas. Tratamos de rodar hacia la confluencia del Cega pero no es posible en bicicleta porque todo esta vallado. El que quiera visitar ese lugar tendrá que dejar la bici en algún lugar y caminar por la ribera unos dos kilómetros hacia la casa del Pinarillo donde también encontrará una bonita playa natural.
Puenteduero
Volvemos pues hacia el puente para cruzarlo de vuelta. Una parada en alguno de sus apartaderos nos permite además de contemplar el cauce observar el peculiar barrio desparramado a ambos lados del río. Sus casas molineras siguen casi fielmente las lindes de aquellas cañadas ahora en desuso.
Y bajo el puente, el río. Ahora recuerdo aquel grupo de seis soldados de reemplazo que venían de fiesta en un coche robado. Todos murieron al caer al Land-Rover al río desde el estribo del puente y allí quedo volcado y medio cubierto de agua con las luces encendidas. Bien caro pagaron el pontazgo aquellos jóvenes que ahora tendrían cincuenta años.
Nada más cruzar tomamos a la derecha el camino del Pesquerón por donde, de nuevo junto al río, rodamos agradablemente. Primero nos acercamos al curioso cementerio del barrio por estar enclavado justo en el medio del pinar. Después avanzamos un poco por esta ribera observando que su margen derecha se abre formándose la playa de Corso, un lugar tradicional de ocio y baño hasta el acceso popular a las piscinas, allá por los ochenta. También se celebraron, justo aquí, algunas polémicas ediciones de la concentración motera Pingüinos.
Finalmente nos plantamos en el mojón del Pesquerón (linde con Laguna) y observamos llegar el río terciado y tranquilo, con su típico color mate y aceitunado.
Para volver tomamos la Senda de la Playa y entre pinos y carrascas llegamos de nuevo al Pinar de Antequera donde comenzamos esta agradable ruta. Una ruta obligada en la que el único peligro son los dichosos pinchazos debido a las pesetas, especialmente en este tiempo.