Hace unos días, un par de amigos y yo, tomamos de nuevo la carretera. Esta vez hacia Astorga o… Astúrica; con la sencilla idea de compartir unas horas agradables y si fuera posible aprender algo.
Nos pusimos en marcha cuando aún no había amanecido en dirección a Astúrica Augusta, como se la denominó antaño. La oscuridad nos abandonó pronto pero, eso sí, a cambio de una cerrada y mortecina niebla que nos hizo atravesar la ancha Tierra de Campos entre una luz difusa y misteriosa que apenas permitía distinguir límite alguno. En el acogedor interior del vehículo, ya y sin querer, se hablaba de política y… ¡de pan!
Sí, de pan. Mientras yo conducía alguien a mi lado dijo que el mejor pan era el de León y que no tenía nada que ver con el mismísimo de la Tierra del Pan ni con el que comíamos por Valladolid.
Desde la parte de atrás del coche hubo alguna respuesta aunque yo no la escuché bien.
¡En fin!… Comenzábamos pronto.
Pero nuestras nieblas no son permanentes, incluso suelen dar paso a espectaculares mañanas como fue el caso. Así al cruzar el Órbigo y llegar a Astorga el sol resplandecía y… hasta se diría que calentaba.
Dentro de nuestros sencillos protocolos está el de probar los productos de los lugares que visitamos y nuestro buen amigo berciano nos llevó a una panadería donde siempre paraba a coger pan cuando pasaba por allí. El aroma de barras y tortas recientes inundaba un sencillo local de viejos azulejos blancos. Nos pilló con hambre y estaba muy bueno pero…
— Está bueno, sí. Pero nada que ver con el pan blanco —el bregao que llamáis por aquí— decía uno de Zamora, hecho con harina de trigo candeal en lugar de trigos flojos y mezclados…
— Pero, ¿cómo es posible que os guste “ese” pan…? —decía el leonés— mientras ronchaba con placer la tostada corteza del mendrugo que había partido de una barra de pan más moreno.
La afrenta seguía latente pero había que seguir con la visita
Astúrica Augusta
Conocíamos Astorga, su catedral, su palacio episcopal y su plaza. También su chocolate y mantecadas, por supuesto. Esta vez nuestro objetivo era descubrir la Astúrica Augusta. Y para ello nada mejor que la visita guiada que organiza el Ayuntamiento.
Astorga se encuentra enclavada en un espolón de una pequeña serranía en el interfluvio de los ríos Tuerto y el Jerga. Desde este enclave elevado se dominan los accesos hacia los puertos de Foncebadón y Manzanal que facilitan el paso hacia el mar y las zonas mineras que pretendían dominar. Para los estrategas de la época era sin duda una fortaleza natural que había que aprovechar y mejorar.
El campamento de la Legio X Gemina, enviada para someter a los astures, se convirtió en muy pronto ciudad. Sobre todo ello te ofrecen una interesante visita guiada por algunas zonas rescatadas del progresivo arrollamiento que la ciudad moderna ha ejercido sobre las ruinas. Resulta fácil comprender como eran las defensas del antiguo campamento militar así como sus termas y casas elegantes posteriores. También lo que fue su parte más alta dentro de foro y la mas baja que albergaba las cloacas. Los restos no son espectaculares pero sí muy coherentes y didácticos.
Del grupo formaban parte dos parejas de catalanes, les hubiéramos preguntado su opinión sobre el pan payés pero… ¡Qué sensación de lejanía con ellos cuando los encuentras en los viajes! No sabes si se consideran españoles o no y se crea una distancia protectora para evitar el desdén y supremacismo con el que te suelen contestar los que dicen no serlo.
Asunto absurdo pero muy contagioso.
Los Maragatos dan las dos
Tras acabar la visita y cuando Los Maragatos daban las dos, ¡a la hora del vermú! hubimos de probar el Merle; un rico y enorme pastelillo de hojaldre y crema de los que te dejan sin hambre. En la misma pastelería y con algún pequeño alegato hacia lo bueno de León y por supuesto su pan. Si el famoso cocido maragato termina con la sopa ¿por qué no habíamos de empezar nosotros con el postre?
Tras un breve paseo y un vino (con regusto a merle) emprendimos el regreso.
Almorzamos a gusto “con pan de hogaza” del que nadie se quejó. Por encima de la carne y otros platos cuánto agradecí la exquisita tortilla guisada que para mí fue de lo mejor y en la que todos mojamos esponjoso pan aunque no sea demasiado elegante contarlo.
Más tarde seguimos el camino que debió de tomar la Legio X Gemina al cambiar su despliegue más al sur, estableciendo su campamento en Petavonium, un lugar en las cercanías de Santibañez de Vidríales, ya en la provincia de Zamora. Solamente pudimos atisbar el lugar arqueológico desde el exterior aun llegando en horas de apertura y tras llamar a los teléfonos que se indicaban. Nadie nos dio razón de la causa por la que estaba cerrado ¿?.
Y regresamos de atardecida.
La A-6 quiere dibujar la antigua frontera entre León y Castilla pero fue tan ancha y difusa que se despista y no lo logra.
La última parada fue en Villardefrades; un pueblo de antiguos molinos de viento que sí que tiene derecho y motivos para quejarse de la historia. Allí tomamos un café en Casa Carmela. Justo el lugar, entre León y Castilla que el gallego Cela admiraba y disfrutaba tanto cuando, en vehículo, se acercaba hasta Iria y paraba a llenar —como él contaba— el bandujo.
¿Cómo sería el pan de los romanos?¿y el de los astures? A mi me gusta el pan blanco, y el de centeno y otros muchos que combinan harinas, juegan con los tiempos de fermentación y tienen diferentes proporciones de agua o masa madre. Hace tiempo me enseñaron que no es aconsejable definir nada subjetivo como “lo mejor”. Simplemente podríamos decir: ¡Tan bueno como el mejor!
Sí, quizás éste sea un buen ejemplo y la verdadera suerte que tenemos —y nos cuesta ver— es la de poder disfrutar, elegir y alternar cosas diferentes. ¿Podemos seguir diciendo que lo que hay en España es de los españoles?, o ya no y tienen preponderancia las fronteras provincianas, realizadas hace doscientos años con fines administrativos
Recogimos del coche los panes y merles que cada uno había comprado. Después de tanto erre que erre nos despedimos con efusivos abrazos hasta la próxima que platicaremos sobre política y.. de cualquier otra cosa.
Tal vez es complicado hablar de la época romana, desde su inicio hasta su decadencia. El viaje de las ideas, la configuración del pensamiento tal como lo conocemos hoy, para entender su génesis, no queda más remedio que conocer este periodo.
El Renacimiento de la cultura clásica en los siglos XV y XVI, lleva a resucitar en la mente de los grandes de la época a Séneca, Cicerón, Virgilio, Luciano de Samosata. Plutarco y otros tantos.
Lo clásico de la antigua Grecia y de la Roma imperial a perdurado hasta nuestros días, muy a pesar de todos los modernismos que nos han rodeado y nos rodean en la actualidad.
Astorga es una referencia en la vida de los que durante muchos años hemos pasado delante de ella.
Diócesis milenaria (a buen seguro que en la época de Constantino ya existía), se extendía desde la Maragatería hasta el Bierzo, hasta el Barco de Valdeorras, hasta Zamora. Hablar del Obispo de Astorga era como hablar del Obispo de Mondoñedo, personajes que la historia los enalteció, en muchas ocasiones, al margen de lo puramente espiritual.
Las gentes de la zona fueron criadas en la dureza, en la sobriedad; herederas de endogamias y de historias que se forjaron con las guerras modernas y antiguas que durante siglos se sucedieron en la zona.
Los viajes permiten ver y además reflexionar del por qué de los acontecimientos:
-. ¿Por qué se sucede el asentamiento de la Legio X Gémina en este punto y no un poco más cercano al puerto del Manzanal? por ejemplo.
-. ¿Cómo eran capaces de descubrir minerales como el oro si no había: satélites, georradares, conocimientos en química que permitieran evidenciar la presencia de esos minerales etc.?
Yo hecho de menos una gran museo en Astorga donde se pueda reunir los hallazgos actuales y los que en el pasado se guardaban en los lugares que se mantenían al margen de una gran labor museística de investigación y difusión. La labor de nuestros políticos, en este último aspecto, debe ser imprescindible.
¡omnem vitam longam!